DENIS ZANI
“Empezamos tres y ahora somos 75”. María Feros cuenta con entusiasmo
el crecimiento de la Red de Madres de Día que desde 2013 aúna a
profesionales que cuidan en sus casas a un máximo de cuatro niños de
hasta los cuatro años. Feros, educadora y pedagoga, cuenta con más de 20
años de experiencia en escuelas infantiles concertadas y desde 2007 se
ha convertido en una madre de día. En su casa todo está al
alcance de los pequeños y ella no dirige su actividad. Lo que hace más
bien es acompañarles, respetando su curiosidad y sus tiempos. Los niños
llegan alrededor de las ocho y media a su casa del barrio de Ciudad
Lineal (Madrid) y se van a primera hora de la tarde. “El vínculo que se
establece con ellos es espectacular”, relata.
A
los 75 proyectos que forman parte de la Red Madres de Día en España se
suman las 45 que emplean método Waldorf (elaborado por el pedagogo Rudolf Steiner
a principios del siglo XX), que empezaron su actividad hace 15 años. La
difusión de estas formas de cuidado alternativo se enmarca en un
fenómeno más amplio que comprende hasta 800 proyectos de pedagogía
alternativa dedicados a distintos grados de formación. Almudena García,
creadora del portal Ludus, que los recoge, explica que la mayoría de
ellos están dirigidos a niños de menos de seis años y se inspiran en
distintas filosofías. Waldorf y Montessori
(la italiana que desarrolló la llamada “pedagogía de la responsabilidad
y del autoaprendizaje”) son mayoritarias. Luego están las experiencias
“democráticas” y las que se definen como “verdes”.
El día a día de los niños en la casa de una madre de día
empieza con el desayuno; luego viene el juego libre. “Algunos cogen un
coche, otros me ayudan a recoger la mesa con su trapito”, dice Feros.
Haga sol o llueva, los niños salen todos los días a la calle. Bien
abrigados, juegan a saltar en los charcos, continúa. Luego, en el
parque, son libres de subirse a los árboles, de balancearse, de correr.
“Aprovechamos el recorrido para conocer el barrio: el jardinero del
Ayuntamiento, el dueño del bar”, añade la educadora. Un vez en casa, los
niños comen “despacio y cada uno a su tiempo” y luego se acuestan para
descansar. Belén Basilio, de 36 años, trabajadora autónoma, no tuvo
dudas a la hora de elegir a quién dejar su segunda hija. Luisa tiene un
año y medio y este julio ha acabado su primer año en la casa de una madre de día. “Mi primera hija se quedó conmigo hasta los tres años”, cuenta.
Basilio nunca pensó en matricular su hija en una escuela infantil
tradicional y esta alternativa le pareció “la opción perfecta”. El
precio para una madre de día de la Red oscila entre los 400 y
los 500 euros mensuales, mientras que con una Waldorf baja a 360.
Basilio cuenta que para su familia el precio supuso un esfuerzo, pero
que mereció la pena, ya que quería dar a Luisa la posibilidad de
aprovechar un tipo de educación distinta. “Si hubiese podido, me habría
quedado con ella”, recalca y explica que su hija mayor está matriculada
en un colegio Waldorf. Las familias que optan por este tipo de educación
suelen no abandonarla a la hora de elegir el colegio, explica Antonio
Malagón, presidente de la Asociación de las Escuelas Waldorf. Este
minimiza los problemas que puedan surgir si de repente a un niño
acostumbrado a mucha libertad se le pide estar sentado. “Los pequeños
suelen desarrollar mucha soltura y adaptación”, recalca.
Sin marco legal
Estas experiencias de formación han ido evolucionando en España sin
un marco legislativo específico. La única comunidad con una ley que
regula la actividad de las madres de día es Navarra que, desde 2006 hasta 2012, subvencionó su difusión; la Comunidad de Madrid reguló su oficio mediante un decreto
en octubre del año pasado. “Es más fácil empezar proyectos con niños
pequeños”, afirma Antonio Ruiz, presidente la Asociación de la Libre
Enseñanza, al detallar que las normas en este ámbito son más flexibles
que en otras edades. Sin embargo, lamenta que, en general, el marco
legislativo dificulta el derecho a una enseñanza diferente. En muchos
casos, el horario de las madres de día es más reducido que el
de una escuela infantil porque defienden que no es deseable que los
niños estén todo el día fuera de casa, explica Almudena García. Aunque,
en el fondo, nunca salen de una. “Es como se hacía hace tiempo, pero
mejor, porque ellas son profesionales y pueden guiar el desarrollo de
nuestros hijos más que nosotras mismas”, dice Basilio.
También es posible convertirse en ‘papá de día’
Los hombres que desempeñan la tarea de papás de día
en España se cuentan en los dedos de una mano, pero José Guzmán afirma
que no sufrió ningún tipo de discriminación. Para él, la llegada de su
hijo Guillermo lo cambió todo. Con 40 años y maestro infantil con 10
años de experiencia, decidió en junio del año pasado abrir su casa en
Las Palmas de Gran Canaria a otros niños. “Guillermo tenía dos años” y
tuvo que adaptarse a “compartir su papá con otros niños”. Su primer año
de papá de día acabará en agosto y los resultados han superado las expectativas.
A raíz de su iniciativa algunos padres se han juntado en asociación
Boskeko. “Todos compartimos una idea diferente para la educación de
nuestros hijos” explica. “Lo que intento hacer es que los niños toquen,
manipulen, disfruten” dice y explica el año que viene pondrá en marcha
un proyecto inspirado a la pedagogía verde: “Quiero que el aula esté
fuera y que cambie cada día”.
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