VERÓNICA PALOMO
La mujer ya no es la única que debe cortar con los malos hábitos antes y durante el embarazo para una prole sana. Un reciente estudio en animales
llevado a cabo por el equipo del investigador asociado Jerome Jullien
en la Universidad de Cambridge confirma por primera vez algo que la
comunidad científica ya venía sospechando desde hace tiempo: que la mala
alimentación, el estrés, el tabaco o el abuso del alcohol y drogas por
parte del padre antes de concebir a sus hijos también afectarán a la
salud de su descendencia.
Desde que el genoma humano fue secuenciado, la epigenética ha
adquirido un gran interés, ya que nos hemos dado cuenta de que somos
mucho más que la suma de nuestros genes. El término se refiere a los
cambios en la expresión genética que no implican una modificación de la
secuencia de nuestro ADN y que, a pesar de ser reversibles, pueden
mantenerse en el tiempo a través de la memoria celular o transferirse de
una generación a otra. “Esto significa que el ambiente que respiramos y
nuestro estilo de vida influyen en la expresión de nuestros genes,
cualquier estímulo de nuestro entorno tiene la capacidad de influir en
la forma que tienen las células de activarlos o desactivarlos”, explica
el doctor Carlos Romá Mateo, investigador de la Plataforma de
Investigación en Epigenética y profesor de la Universidad de Valencia.
Estas activaciones y desactivaciones pueden quedar fijadas fuertemente,
tanto como para transmitirse a una nueva generación de células cuando
estas se reproducen.
El esperma es poderoso
Este estudio de la Universidad de Cambridge, realizado en un tipo de sapo muy utilizado en investigación llamado Xenopus Laevis,
demuestra que algunas marcas epigenéticas mediadas por proteínas
llamadas histonas deben permanecer en el espermatozoide en el momento de
la fertilización para regular genes concretos en los futuros embriones.
”Este es un hecho muy relevante, puesto que hasta el momento se tenía
asumido que durante la maduración de los espermatozoides se producía un
reemplazo de estas histonas por proteínas de otro tipo, pero este nuevo
trabajo parece demostrar que las histonas remanentes en el embrión
atesoran marcas epigenéticas que influyen en el desarrollo del nuevo
organismo”, explica el doctor José Luis García Giménez, profesor de la
Universidad de Valencia e investigador del Centro de Investigación
Biomédica en Red (CIBERISCIII).
En este sentido, queda patente que ciertas marcas epigenéticas en el
esperma del padre son transmitidas a la siguiente generación.
Ahora bien, los investigadores advierten de que no hay que extrapolar
mensajes y, si bien es cierto que el ambiente, la alimentación y el
estilo de vida pueden alterar la expresión de los genes, hablar de
consecuencias transgeneracionales son palabras mayores. Aunque hay
experimentos que demuestran que ocurre así con animales, en humanos
todavía no hay suficientes evidencias científicas que lo confirmen con
rotundidad. Efectos como el estrés, el entorno contaminante o la
alimentación han demostrado tener un efecto en la generación siguiente
(epigenética intergeneracional) y, por lo tanto, un cambio epigenético
sería heredable hasta la siguiente generación. “Sin embargo, todavía se
han de realizar muchos experimentos bien diseñados que permitan aseverar
que los cambios epigenéticos pueden mantenerse tras múltiples
generaciones”, matiza el profesor García Giménez.
"Te regalo mi obesidad"
Para el doctor José Miguel García Sagredo, asesor de Genética de Ginefiv y académico de la Real Academia Nacional de Medicina (RANM),
“la mayor parte de la obesidad se debe a hábitos propios del individuo
obeso: una gran ingesta de alimentos y poco ejercicio físico. Una
pequeña parte se debe a las alteraciones genéticas y, actualmente, se
están observando alteraciones metabólicas que facilitan la obesidad y
que vendrían propiciadas por la epigenética”.
Precisamente, un estudio recientemente publicado en Nature Genetics
y realizado con ratones confirma que los efectos de una mala
alimentación de los padres se pueden transmitir a los futuros hijos a
través de los óvulos y espermatozoides sin la necesidad de mutaciones en
el ADN. ¿Cuál es el factor determinante para que un niño herede la
obesidad o la diabetes? Esa es gran incógnita que se plantean los
investigadores. ¿Se produce por el comportamiento de la madre durante el
embarazo y los hábitos alimenticios de los hijos durante su infancia o
son los cambios epigenéticos que se producen antes de concebir a ese
hijo los causantes de esta herencia? Para resolver la duda, los
investigadores del Centro Alemán de Investigación de Salud Ambiental de
Neuherberg, liderados por el científico Peter Huypens, alimentaron a
ratones genéticamente iguales con una de las tres siguientes dietas
durante seis semanas: una rica en grasas, otra baja en grasas y otra
estándar de laboratorio. Los animales alimentados con la primera dieta
se volvieron obesos y desarrollaron diabetes tipo 2. A continuación, el
equipo de científicos usó los óvulos y los espermatozoides de cada uno
de los tres grupos de ratones para realizar fecundaciones in vitro e
implantaron los embriones resultantes en madres sanas. La intención era
que si se observaba obesidad en la descendencia, esta solo podría haber
sido transmitida a través de los óvulos y espermatozoides. Cuando esta
descendencia de ratones creció, se les alimentó de nuevo con una dieta
alta en grasas. El resultado fue que aquellos ratones de padres y madres
obesos aumentaron más de peso y fueron más propensos a padecer
intolerancia a la glucosa (especialmente si ambos progenitores eran
obesos), mientras que los descendientes de los ratones delgados ganaron
poco peso. Una conclusión que viene a decir que los efectos de la dieta
de la madre y del padre antes de concebir se suman a la hora de
transmitir riesgos sobre la salud del hijo.
Hay esperanza para el descendiente
La buena noticia es que la herencia epigenética es reversible. Otro estudio publicado en Cell Metabolism
y dirigido por el profesor Romain Barrès, del Centro para la
Investigación Básica Metabólica de la Fundación Novo Nordisk
(Dinamarca), arroja un poquito más de luz sobre cómo una pérdida de peso
en el hombre pueden influir en la salud de sus futuros hijos. Para ello
analizaron el esperma de seis varones un año antes y uno después de
someterse a la cirugía de bypass gástrico (técnica quirúrgica
con la que se trata la obesidad mórbida) con el objetivo de averiguar si
esta operación había cambiado algo la información epigenética contenida
en sus espermatozoides. Y lo había hecho. En total, llegaron a observar
una media de 4.000 cambios estructurales en el ADN de células de
esperma desde el momento de la cirugía.
Por ello, el investigador de la Universidad de Valencia, Carlos Romá
Mateo, asegura que “afortunadamente, los cambios epigenéticos son
dinámicos y no precondicionan como lo pueden hacer las mutaciones
genéticas. Gracias a ello, el estilo de vida y la nutrición pueden
afectar tanto nuestro epigenoma como el de nuestros descendientes. Todo
esto quiere decir que ante el hipotético caso de que transmitiéramos una
memoria epigenética a nuestros descendientes que los precondicionara a
ser obsesos, nuestros hijos también podrían adoptar hábitos de vida
saludables que evitaran ese destino”. Entonces, con una dieta saludable,
ejercicio y vida sana, ¿podemos cambiar nuestra genética? “No",
contesta el doctor José Miguel García Sagredo: "Lo que podemos cambiar
es la expresión de nuestros genes”.
EL PAÍS, Lunes 18 de julio de 2016
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