Tener un cociente intelectual alto no es
indicativo de ser más inteligente. Expertos consultados por A Tu Salud
explican que la capacidad de relacionarse, dominar el lenguaje, saber
interpretar música, controlar los movimientos corporales e idear
imágenes mentales también nos convierte en «los más listos de la clase»
Inteligencia y belleza, gran rareza. Es tal vez la
mejor definición (de anónimo autor) de lo que realmente significa ser
inteligente, porque a día de hoy cuesta explicar en qué consiste, qué
hay que tener para serlo. ¿Acaso es suficiente un test para colocarnos
en la clase de «los listos»? La respuesta es no. De hecho, según
algunos expertos, como Howard Gardner, psicólogo e investigador de la
Universidad de Harvard, no existe una inteligencia única, sino ocho.
«Si hay un concepto que ha generado polémica entre los círculos
académicos, es el de inteligencia. Es un rasgo ampliamente estudiado, no
es mensurable a simple vista, pero ejerce una influencia enorme en
nuestro día a día, en cómo percibimos la realidad y en cómo resolvemos
esos retos cotidianos que acaban labrándonos una vida más o menos
exitosa», explica Bertrand Regader, psicólogo y director de Psicología y
Mente.
Mientras que en los entornos científicos sí se maneja una
definición consensuada y suficiente (no exenta de controversia y
discrepancias razonables), «no ocurre lo mismo en la cultura popular. Si
alguna vez has preguntado a un amigo o familiar sobre qué considera que
es la inteligencia, probablemente habrás notado que se recurre a
respuestas un tanto vagas y, en ocasiones, divergentes entre sí. La
gente corriente tiene problemas para describir qué es», añade Regader.
Según
la teoría de las inteligencias múltiples, entre los ocho tipos se
definen la inteligencia lingüística (dominio del lenguaje y capacidad de
comunicarnos), la lógico-matemática (capacidad para el razonamiento
lógico y la resolución de problemas de estrategia) y espacial (la forma
de observar el mundo y los objetos desde diferentes perspectivas). «A
las personas que destacan en este tipo de inteligencia les permite idear
imágenes mentales, dibujar y detectar detalles, además de darles un
sentido personal por la estética. En esta inteligencia encontramos
pintores, fotógrafos, diseñadores, publicistas, arquitectos», añade
Regader.
Gardner continúa con la inteligencia musical, «ya que
ciertas áreas cerebrales ejecutan funciones vinculadas con la
interpretación y composición de música». Le sigue la corporal y
cinescética (el control del movimiento que se localiza en la corteza
motora y cada hemisferio del cerebro domina los movimientos
correspondientes al lado opuesto. Aquí entrarían los bailarines,
deportistas y cirujanos). Y por último, la inteligencia intrapersonal
(la capacidad de entendernos a nosotros mismos), la interpersonal (cómo
manejamos las relaciones con los demás) y la naturalista (la capacidad
de observar y estudiar la naturaleza).
Suspendemos
A
juzgar por el último informe PISA, en el que el rendimiento medio de
los alumnos españoles en resolución de problemas fue de 477 puntos, 23
puntos por debajo de la media de la OCDE (500 puntos), parece que
en España «no vamos sobrados de inteligencia lógico-matemática, y esto
puede hacer que muchos jóvenes no tengan las capacidades suficientes
para acceder a puestos de trabajo bien remunerados a los que quizás
podrían acceder con una mejor preparación», dice Regader.
Sin embargo, es una de las inteligencias más valoradas en detrimento de las demás, sobre las que muchos piensan que no son más que habilidades que uno tiene en determinadas actividades. Por ello, Gardner analizó las capacidades de niños y viendo cómo éstas se perdían ante casos de daño cerebral, por lo que, tal y como explican las psicólogas Silvia Álava, directora del Área Infantil Centro de Psicología Álava Reyes y Aroa Caminero, «Gardner estableció que cada una de las inteligencias debía cumplir una serie de requisitos para ser considerada una inteligencia “en toda regla” y no una simple habilidad. Algunos de estos requisitos son: que pueda localizarse en áreas específicas del cerebro (por ejemplo, la inteligencia lingüística depende en gran parte del área de Broca y de Wernicke, en el lóbulo temporal y frontal izquierdos), que permitan ser medidas con test psicométricos, que sean observables en grupos especiales de población, que tengan su propia trayectoria evolutiva (su momento para surgir, su propia forma para alcanzar el nivel más alto y su propia manera de declinar) y que disponga de un sistema de codificación simbólico».
Las expertas aclaran que solemos definir la inteligencia como la habilidad para responder con eficacia a las cuestiones de un test de inteligencia y, de este modo, nos solemos referir al llamado Potencial intelectual general o CIT (cociente de inteligencia total). «A nivel social, está muy instaurado considerar más inteligente a aquel que saca una mejor puntuación en este tipo de test; sin embargo, con estas pruebas nos limitamos a evaluar sólo unos tipos de inteligencias (en especial, la lingüística y la lógico-matemática) y no otras que son igualmente importantes. Según la teoría de Gardner, la inteligencia es la capacidad para resolver eficazmente problemas cotidianos y, para hacerlo, debemos utilizar obligatoriamente distintas inteligencias. En este sentido, no todas las personas tienen igual de desarrolladas todas las inteligencias, pero según esta concepción podríamos considerar inteligente tanto a un bailarín como a un contable (aunque socialmente aún nos cueste este tipo de concepto de inteligencia), porque ambos están resolviendo bien uno de los principales problemas cotidianos: ganarse la vida».
Puesto que nuestro día a día está repleto de retos muy distintos entre sí, no parece muy lógico que nos limitemos a entender la inteligencia como algo únicamente relacionado con nuestra capacidad para escribir o hacer operaciones matemáticas. «¿Dónde queda la creatividad? ¿Dónde queda la capacidad para conectar emocionalmente con otros seres humanos? ¿Por qué no es inteligente Leo Messi, que tiene una grandísima habilidad para moverse y entender perfectamente el fútbol?» Comenta el director de Psicología y Mente. «Son preguntas a las que la teoría de las inteligencias múltiples trata de, por lo menos, dar cabida en el entorno académico. La importancia de Gardner radica en este cambio de paradigma, en comprender que, hasta el momento, la perspectiva del mundo científico hacia el concepto estaba limitada; no se estaba estudiando con la suficiente profundidad, y en consecuencia se establecían programas educativos estatales que no explotaban habilidades latentes en el ser humano; habilidades que en último término serían útiles para la sociedad».
Por su parte, Álava y Caminero puntualizan que «nos preocupamos mucho para que los niños adquieran conocimientos, saquen buenas notas, sepan idiomas, aprendan técnicas de estudio... todo esto es muy importante y necesario en la vida del niño, pero no trabajamos todas las inteligencias por igual, y sobre todo nos olvidamos del trabajo de la inteligencia intra e interpersonal, del desarrollo de las competencias emocionales y de habilidades sociales, aun sabiendo la importancia que éstas tendrán a lo largo de su vida».
Para trabajar en ello, aconsejan que los padres y los profesores «conozcan a cada niño en profundidad teniendo en cuenta su potencial en cada una de las inteligencias. Y sería necesario que tanto en el ámbito familiar como escolar se realizasen actividades fundamentadas en cada una de las inteligencias llevando a cabo una enseñanza multimodal donde a cada niño se le fomenten sus puntos débiles y se le enseñe a rentabilizar sus fortalezas para compensar», concluyen.
Sin embargo, es una de las inteligencias más valoradas en detrimento de las demás, sobre las que muchos piensan que no son más que habilidades que uno tiene en determinadas actividades. Por ello, Gardner analizó las capacidades de niños y viendo cómo éstas se perdían ante casos de daño cerebral, por lo que, tal y como explican las psicólogas Silvia Álava, directora del Área Infantil Centro de Psicología Álava Reyes y Aroa Caminero, «Gardner estableció que cada una de las inteligencias debía cumplir una serie de requisitos para ser considerada una inteligencia “en toda regla” y no una simple habilidad. Algunos de estos requisitos son: que pueda localizarse en áreas específicas del cerebro (por ejemplo, la inteligencia lingüística depende en gran parte del área de Broca y de Wernicke, en el lóbulo temporal y frontal izquierdos), que permitan ser medidas con test psicométricos, que sean observables en grupos especiales de población, que tengan su propia trayectoria evolutiva (su momento para surgir, su propia forma para alcanzar el nivel más alto y su propia manera de declinar) y que disponga de un sistema de codificación simbólico».
Las expertas aclaran que solemos definir la inteligencia como la habilidad para responder con eficacia a las cuestiones de un test de inteligencia y, de este modo, nos solemos referir al llamado Potencial intelectual general o CIT (cociente de inteligencia total). «A nivel social, está muy instaurado considerar más inteligente a aquel que saca una mejor puntuación en este tipo de test; sin embargo, con estas pruebas nos limitamos a evaluar sólo unos tipos de inteligencias (en especial, la lingüística y la lógico-matemática) y no otras que son igualmente importantes. Según la teoría de Gardner, la inteligencia es la capacidad para resolver eficazmente problemas cotidianos y, para hacerlo, debemos utilizar obligatoriamente distintas inteligencias. En este sentido, no todas las personas tienen igual de desarrolladas todas las inteligencias, pero según esta concepción podríamos considerar inteligente tanto a un bailarín como a un contable (aunque socialmente aún nos cueste este tipo de concepto de inteligencia), porque ambos están resolviendo bien uno de los principales problemas cotidianos: ganarse la vida».
Puesto que nuestro día a día está repleto de retos muy distintos entre sí, no parece muy lógico que nos limitemos a entender la inteligencia como algo únicamente relacionado con nuestra capacidad para escribir o hacer operaciones matemáticas. «¿Dónde queda la creatividad? ¿Dónde queda la capacidad para conectar emocionalmente con otros seres humanos? ¿Por qué no es inteligente Leo Messi, que tiene una grandísima habilidad para moverse y entender perfectamente el fútbol?» Comenta el director de Psicología y Mente. «Son preguntas a las que la teoría de las inteligencias múltiples trata de, por lo menos, dar cabida en el entorno académico. La importancia de Gardner radica en este cambio de paradigma, en comprender que, hasta el momento, la perspectiva del mundo científico hacia el concepto estaba limitada; no se estaba estudiando con la suficiente profundidad, y en consecuencia se establecían programas educativos estatales que no explotaban habilidades latentes en el ser humano; habilidades que en último término serían útiles para la sociedad».
Por su parte, Álava y Caminero puntualizan que «nos preocupamos mucho para que los niños adquieran conocimientos, saquen buenas notas, sepan idiomas, aprendan técnicas de estudio... todo esto es muy importante y necesario en la vida del niño, pero no trabajamos todas las inteligencias por igual, y sobre todo nos olvidamos del trabajo de la inteligencia intra e interpersonal, del desarrollo de las competencias emocionales y de habilidades sociales, aun sabiendo la importancia que éstas tendrán a lo largo de su vida».
Para trabajar en ello, aconsejan que los padres y los profesores «conozcan a cada niño en profundidad teniendo en cuenta su potencial en cada una de las inteligencias. Y sería necesario que tanto en el ámbito familiar como escolar se realizasen actividades fundamentadas en cada una de las inteligencias llevando a cabo una enseñanza multimodal donde a cada niño se le fomenten sus puntos débiles y se le enseñe a rentabilizar sus fortalezas para compensar», concluyen.
Cómo mejorar nuestras inteligencias
Para
todos aquellos que deseen potenciar esas inteligencias que hasta ahora
desconocían que podían tener o a las que no habían concedido la
importancia que merecen, el psicólogo Bertrand Regader propone una serie
de «deberes» que realizados de forma habitual pueden contribuir a su
mejora, aunque su práctica no siempre garantiza el éxito. Entre los
ejercicios destacan:
Inteligencia lógico-matemática: hacer sudokus, jugar al ajedrez, hacer cálculo mental, y aplicar la lógica proposicional.
Inteligencia lingüística: hacer crucigramas, leer y escribir.
Inteligencia espacial: jugar al famoso cubo de rubik, a los videojuegos 3D y hacer maquetas.
Inteligencia musical: tocar un instrumento, escuchar música.
Inteligencia corporal y cinestésica: practicar deporte, bailar, actuar.
Inteligencia intrapersonal: meditación, Mindfulness, lectura.
Inteligencia interpersonal: meditación, entrenar la empatía, mejorar habilidades comunicativas.
Inteligencia naturalista: observar la naturaleza, interesarse por los animales.
LA RAZÓN, Lunes 25 de julio de 2016
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