MARÍA G. RODRÍGUEZ
Después
de que los niños hayan superado el curso con éxito a muchos padres les
surgen dudas sobre cómo deben actuar. ¿Deben obsequiarles con algún
regalo o intentar que todo entre dentro de la normalidad? ¿Se merecen sus hijos alguna sorpresa o no deben acostumbrarles a obtener recompensas por sus méritos?
«Los padres deben saber lo que se ha esforzado su hijo durante el curso, y considerar si es el momento adecuado o si se lo merece, pero no hacerlo por costumbre y mucho menos porque los demás compañeros sí que obtienen un regalo», afirma Virginia Carrera Ramírez, psicopedagoga de la consulta de psicopedagogía Virginia Carrera.
Óscar González Vázquez, profesor y director de la
Escuela de padres con talento, se decanta por ofrecer más atención a los
pequeños día a día y gestos que refuercen su confianza, los cuales
considera mucho más necesarios para la educación y autoestima de los
jóvenes. Como apunta Virginia Carrera, «es un tema complicado y no tiene
una respuesta tajante». Todo depende de si se parte de la base de que
estudiar es solo una obligación o, si por el contrario, se pretende
otorgar un presente como algo merecido por el esfuerzo diario.
En lo que ambos coinciden es en que las cosas materiales no son la mejor forma de premiar el esfuerzo
de los hijos. Se trata de enseñarles a que trabajen, lo que a largo
plazo les hará más felices que conseguir todo lo que quieren sin
esfuerzo ninguno.
Estos son los argumentos de ambos expertos tanto a favor como en contra de los regalos por las buenas notas.
En contra
—
El niño debe entender que estudiar es su responsabilidad y que sacar
buenas notas es imprescindible para labrarse un buen futuro. No se puede
acostumbrar al estudiante a obtener siempre una recompensa por sus
logros y muchos menos a diario. Hay que evitar frases como: «si terminas
los deberes te doy la paga» o «si apruebas el curso te compro un
juego». Eso jamás.
— Los regalos pueden ser contraproducentes, ya
que el joven puede entender las cosas al revés y llegar a pensar que más
que tener la obligación de trabajar, son sus padres los que deben
obsequiarlos al finalizar el curso. Además, esto hará que cada vez pidan
más y mejores regalos.
— No puede ser utilizado como un fin en sí
mismo. El niño puede interpretar que la única razón por la que debe
estudiar es para recibir algo a cambio. Existe el riesgo de que se
perciba como algo intrínseco al final de cada trimestre o curso. Dejará
de ser efectivo porque esperarán el obsequio incluso cuando bajen las
calificaciones en sus notas.
— Prometerle un presente por aprobar
todo también puede ser perjudicial en el caso de que no lo consiga, pues
no haremos sino aumentar su sensación de fracaso.
— Es mejor el
refuerzo cotidiano, con palabras positivas y consecuencias directas en
los hábitos del día a día. Que después de terminar los deberes puedan
jugar, ir al parque, utilizar la videoconsola, etc.
— Resulta más
efectivo dedicarles tiempo y afecto, pues con ello construirán su
personalidad y se fortalecerán los vínculos familiares. Hay que tener en
cuenta que lo más valioso que se puede dejar a los hijos son los
valores y una base para su futura vida adulta. Lo material es
momentáneo.
A favor
— Un regalo
puede ser una buena manera de que el crío aprenda que el esfuerzo y la
constancia dan sus frutos. De la misma forma que los adultos agradecen
recibir un detalle en su trabajo y les ayuda a motivarse.
— En
caso de que se opte por regalar algo por los aprobados, hay que valorar
si, en vez de objetos materiales, no le puede hacer más falta una
felicitación, un abrazo, un beso o algo de atención. Son gestos
sencillos pero muy poderosos, que llenan al adolescente de satisfacción.
Un buen regalo puede ser un elogio: «¡Qué bien lo has hecho! Eso es
porque te has esforzado durante todo el curso». El niño estará encantado
de que se le reconozca su trabajo y esfuerzo.
— No es malo
recompensar el esfuerzo continuado pero lo ideal es que el niño no se lo
espere, así lo entenderá como el resultado de su trabajo y no como algo
que debe recibir sí o sí. Así, valorará y será consciente de su propia
constancia y dedicación.
— Dependiendo de las circunstancias, un
regalo puede utilizarse como incentivo cuando el niño empieza a
desviarse del rumbo y siempre que no contribuya a su indisciplina. Se
puede intentar que lo tome como una meta, como una motivación. En
cualquier caso, no suele ser efectivo, ya que se convierte en un
objetivo a largo plazo que el niño no es capaz de mantener, y al no ser
algo inmediato pierde el interés. Por ello, siempre es mejor llevar a
cabo un refuerzo diario y sin premios que tengan un valor económico.
—
Algo material que se les puede regalar es un libro. Pero no uno
cualquiera: un libro que él elija y le guste. Así, al mismo tiempo se
fomenta el placer de la lectura.
ABC, 30/06/2016
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