MIGUEL AYUSO
“Organizar reuniones familiares semanales es lo mejor que hemos hecho por nuestra familia”, reconoce Bruce Feiler, periodista estadounidense famoso por su columna sobre asuntos familiares en el dominical del New York Times. En su nuevo libro, Los secretos de las familias felices (HarperCollins Publishers), que sale a la venta la próxima semana, Feiler ha tratado de averiguar qué estrategias siguen las familias americanas en su devenir cotidiano.
Y ha llegado a una conclusión: las familias que mejor se organizan son
aquellas que han sabido aplicar en sus hogares las técnicas que rigen en
los centros de trabajo.
“El mayor problema de los libros
para padres”, cuenta Feiler en una entrevista promocional del libro, “es
que no contienen ninguna idea novedosa. Mientras, en el resto del mundo
–en Silicon Valley, en las grandes empresas, en el ejército…– se han desarrollado teorías punteras sobre la organización de grupos. Pregunté a la gente experta en estos asuntos qué hacía con sus familias y comparé sus ideas con las mías”.
El profesor de Comportamiento Organizacional de la IE Business School, Diego Vicente, coincide con Feiler y ha explicado a El Confidencial que sería una insensatez no practicar con la familia lo que enseña en sus clases.
En su opinión, la familia no existiría sin la empresa, que le da el
sustento, y la empresa no existiría sin la familia, que le da el
talento. Y ambas instituciones pueden, y deben, compartir sus virtudes.
En su caso, aplica todo lo que sabe sobre desarrollo del liderazgo a su
familia, pero le consta que el resto de profesores de la escuela hacen lo propio respecto a sus especialidades.
¿Se puede organizar una familia como si fuera una empresa?
En Los secretos de las familias felices, cuyo adelanto ha publicado el Wall Street Journal, Feiler cuenta la historia de la familia Starr. El padre, David, es ingeniero de software, y la madre, Eleanor,
cuida de sus cuatro hijos, con edades comprendidas entre los 10 y los
15 años. Uno de los chavales tiene el síndrome de Asperger y otro fue
diagnosticado con el trastorno de déficit de atención con hiperactividad
(que afecta casi uno de cada diez niños estadounidenses). Tal como confesó Eleanor a Felier, su familia era un “completo caos”.
Un
día, a su marido se le ocurrió aplicar en su hogar las técnicas que
empleaba para organizar el trabajo en su empresa. Entonces empezaron a utilizar en casa una metodología muy utilizada en el mundo de la informática: el desarrollo ágil de software.
Se trata de un sistema de trabajo en grupo en el que se divide a los
trabajadores en pequeños equipos, con evaluaciones diarias para observar
el progreso y reuniones todas las semanas. El sistema enfatiza las
comunicaciones cara a cara en vez de la documentación, algo que David,
pensó, podía servir en su familia. Las reuniones semanales se
convirtieron entonces en la pieza central alrededor de la cuál empezaron
a organizar la vida familiar.
El propio Feiler aplicó el sistema con sus dos hijas gemelas, que entonces tenían cinco años, y asegura que las reuniones transformaron su relación con éstas.
“No son necesarios más de 20 minutos”, cuenta en el libro. En la
reunión, explica Feiler se deben plantear tres cuestiones principales:
- Qué ha ido bien en nuestra familia esta semana
- Qué no ha ido bien
- En qué vamos a centrarnos la siguiente semana
Todo el mundo debe responder a las preguntas, dando su opinión. Después, cuenta Felier, deciden centrarse en dos asuntos en los que trabajar durante la próxima semana.
Para que la reunión no se convierta en un caos, teniendo en cuenta que
es básico que participen los niños, el periodista da una serie de
consejos:
- Es recomendable empezar la reunión con un pequeño juego, para que los pequeños vean ésta como algo divertido.
- El reparto de tareas debe dejarse para el final de la reunión. Es lo que más interesa a los niños, y estarán más atentos en el trascurso del encuentro si esto se trata en último lugar.
- Si los niños han hecho algo mal durante la semana se debe tratar el asunto en la reunión, dejando que sean ellos mismos quienes elijan el castigo correspondiente.
- Cuando se va a tratar un asunto controvertido todos deben de dar su opinión sobre éste antes de empezar la discusión.
- Si hay que tratar un asunto se pueden celebrar reuniones extaordinarias, pero es importante que estén presentes todos los miembros de la familia.
Enseñando valores
La metodología
“ágil” es sólo una de las cosas que las familias pueden aprender del
mundo empresarial. Al fin y al cabo, se trata de un sistema que hace que
los hogares se organicen de una forma más eficiente; trata la forma,
pero no el fondo. En opinión de Felier, el mundo empresarial también
tiene ideas interesantes para tratar el núcleo sobre el que debería
formarse en una familia, que no es otro que los valores que sepan trasmitir los padres a sus hijos.
David Kidder es otro de los empresarios que desfilan por Los secretos de las familias felices.
“Si he aprendido algo después de fundar cuatro empresas”, cuenta Kidder
en el libro, “es que las compañías jóvenes suelen fracasar porque
tienen un líder carismático con un montón de convicciones, pero éstas no
se transfieren al resto de los trabajadores”. Kidder decidió crear para
sus empresas un libro de estilo, un manual que explicara cuál era el
verdadero propósito de la organización, y aplicó la misma idea a su
familia. La familia Kidder se rige desde entonces por un manifiesto:
“El propósito de nuestras vidas es sumar los dones que Dios nos ha dado
para incidir de forma extraordinariamente positiva en las vidas de los
demás y del mundo”. Tras este, se citan 12 valores nucleares.
Tras escuchar éste y otros testimonios Felier decidió crear algo similar: una declaración de principios que recogiera los objetivos de la familia.
En su opinión, es de sobra conocido que los niños aprenden de lo que
ven hacer a sus padres, pero en muchas ocasiones esto no se trasmite de
forma clara. Por eso el periodista invita a las familias a charlar sobre
los valores que son importantes para todos, y ponerlos por escrito.
Para
Vicente, una declaración de principios suena algo exagerado, pero sí
cree que las familias podrían aprender de las empresas la importancia
que tiene fijar unos objetivos: “A las familias españolas les ha fallado la visión de futuro.
Con la apretura económica muchas se han dado cuenta de que no se habían
organizado bien, no habían fijado unos objetivos. Ahora les toca pagar
las facturas de su falta de planificación, algo que les está llevando al
caos”.
Resolviendo conflictos
Por
mucho que se tenga una estrategia, y una misión, es inevitable que
surjan los conflictos. Y la gestión de estos se puede aprender también
del mundo empresarial, que lleva décadas estudiando la mejor forma de
lidiar con ellos.
“Todas las familias tienen conflictos”, asegura Feiler, “y aquellas
que consiguen solucionarlos de forma más inteligente son las que tienen
éxito”. La realidad es que, hasta hace no mucho, este tipo de
conflictos los resolvía de forma más o menos déspota el cabeza de
familia, algo que no funcionaba antes, ni funciona ahora. Hoy la negociación continua es la norma y los niños lo saben. Josh Weiss,
experto en negociaciones de la Escuela de Derecho de Harvard, contó a
Feiler que usaba una versión simplificada del modelo que se usa en su
universidad para resolver los conflictos. Cuando sus hijas se peleaban,
les enseñaba a separarse, calmarse y volver a tratar el asunto cuando
hubieran pensado soluciones alternativas.
El
profesor del IE cree que la gestión de conflictos es uno de los asuntos
que peor llevan las familias. “La crisis está sacando lo peor de las
familias”, cuenta, “y muchas están saltando por los aires. Al fin y al
cabo, si en la empresa hay un conflicto puedes evitarlo, pero si salta en la familia…”
EL CONFIDENCIAL, Viernes 15 de febrero de 2013
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