DANI CORDERO - Barcelona
La contaminación también condiciona la salud de los niños que todavía
no han nacido. Distintas investigaciones científicas ya habían avalado
esa conjetura, que ahora confirma un estudio internacional que establece
una relación directa entre la exposición materna a la polución y el
nacimiento de bebés con bajo peso tras un periodo completo de gestación.
A mayor contaminación, mayores riesgos. Y ese factor, el de nacer por
debajo de los 2,5 kilos, tiene unos efectos ya conocidos: mayor
morbilidad y mortalidad perinatal y mayor propensión a los problemas de
salud crónicos en la edad adulta, como pueden ser los cardiovasculares,
pero también los mentales o los de obesidad.
El estudio fija su análisis en la relación entre nacimientos de bebés
con bajo peso y la concentración en sus lugares de nacimiento de
partículas de PM10 (por debajo de las diez micras) y PM2,5 (inferiores a
2,5 micras), generadas por el tráfico, la industria y las centrales
energéticas. Uno de los datos más preocupantes que aflora en el informe
es que el riesgo de ese infrapeso perinatal se encuentra incluso en
zonas que respetan los límites de partículas en el aire permitidos por
la Administración.
La Unión Europea establece como tope los 25 microgramos por metro
cúbico de partículas PM2,5, pese a que la Organización Mundial de la
Salud (OMS) había determinado que por encima de los 10 microgramos ya se
producían efectos nocivos para la salud.
“El verdadero problema es que las zonas que hemos analizado tienen
niveles de polución que son normales”, asegura Mark Nieuwenhuijsen, uno
de los principales autores del estudio, junto a Payam Advand. Ambos son
miembros del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (Creal)
de Barcelona. Coincide con su opinión Tracey Woodruf, directora del
estudio, quien considera que los niveles de contaminación analizados en
el estudio son “prácticamente a los que estamos expuestos todos en el
mundo”. Una situación más grave se produce en otras grandes ciudades,
como la capital china, Pekín, donde su desarrollo la ha llevado a
niveles de contaminación de 700 microgramos por metro cúbico. “Es
totalmente insostenible”, señala Nieuwenhuijsen.
Según los resultados del estudio, el investigador explica que existe
entre un 15% y un 20% más de posibilidades que un bebé nazca con bajo
peso en una ciudad holandesa, donde la concentración de PM2,5 es de 20,3
microgramos por metro cúbico, que en Vancouver (Canadá), con apenas
3,98 microgramos por metro cúbico en el aire. De los 14 centros
analizados se extraen conclusiones similares: sacan peores resultados
las zonas que padecen mayores dosis de contaminación atmosférica.
Cada vez que la concentración de partículas PM10 crece en 10
microgramos por metro cúbico la reducción del peso promedio del bebé
alcanza los nueve gramos de promedio, según los resultados del estudio.
El periodo de gestación más sensible a la contaminación, según
Nieuwenhuijsen, es el último trimestre, cuando el feto gana mayor peso y
se prepara para el nacimiento.
La contaminación no es el único factor que puede determinar un bajo
peso en los bebés. También condicionan los niveles culturales y
educativos de las familias o el consumo de tabaco por parte de las
madres. Esos factores, sin embargo, han sido aislados en la
investigación, dirigida por Tracey Woodruff, investigadora de la
Universidad de California, y Jennifer Parker, del Centro Nacional de
Estadísticas de Salud de Estados Unidos, publicada por Environmental
Health Perspectives. El establecimiento de un protocolo único ha servido
por primera vez para homogeneizar los datos utilizados, recabados en
series temporales recogidas básicamente en la década de los años noventa
y 2000, aunque el estudio se inició en 2007.
Nueve países de todo el mundo —Estados Unidos, Francia, Italia, Reino
Unido, Holanda, Brasil, Corea del Sur, Australia y Canadá— han
participado en el estudio, aportando más de tres millones de casos a la
mayor investigación realizada hasta ahora con este objetivo.
Los autores consideran que con sus análisis acaban de establecer la
relación directa entre la contaminación y los niños que nacen con menos
de 2,5 kilos de peso, una afirmación que era “inconsistente” hasta ahora
con la literatura científica existente.
En opinión de Nieuwenhuijsen, el estudio llega en un buen momento
para reclamar la atención de los políticos, cuando se está debatiendo
sobre la necesidad o no de mantener las actuales limitaciones y justo
cuando la Comisión Europea celebra el Año del Aire. Tracey Woodruf
señala, en declaraciones a Europa Press, que los estados con
regulaciones más estrictas sobre contaminación por partículas tienen
menores niveles. “En Estados Unidos hemos demostrado a lo largo de las
últimas décadas que los beneficios para la salud y el bienestar por la
reducción de la contaminación del aire son mucho mayores que los
costes”, afirma.
EL PAIS, Miércoles 6 de febrero de 2013
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