La formación de capacidades emocionales y sociales en los niños algunos la
denominan como una revolución en la psicología infantil.
Las emociones son buenas, y reaccionamos de una forma física ante ellas,
producido por elementos bioquímicos producidos por el cerebro, por ejemplo el
miedo nos ayuda a protegernos del daño y nos avisa del peligro, la ira nos ayuda
a superar barreras y conseguir lo que queremos, etc., pero en la vida moderna
nos enfrentamos a desafíos emocionales que la naturaleza no ha anticipado, y eso
crea conflicto.
Las capacidades emocionales y sociales las podemos enseñar a los niños para que
sean capaces de manejar el estrés emocional de los tiempos
modernos, con esta
vida agitada y apresurada que ha vuelto a los niños propensos a la
irritabilidad y la ira. Nosotros podemos enseñarles a reconocer y controlar esos
sentimientos.
En los aspectos sociales también podemos enseñarles a hacer y a conservar
amistades íntimas, a superar nuevas situaciones
que le angustian como el
divorcio de los padres, muerte de familiares, cambios de colegio, barrio y
amigos, etc., así como superar los problemas propios del crecimiento.
Qué cosas hemos de enseñar a nuestros hijos y cómo hacerlo.
La enseñanza en el momento adecuado. Primero hemos de considerar la edad que
tiene el niño, pero sobre todo, su estado evolutivo. Es decir, no conseguimos
adelantar su aprendizaje enseñándole algo, o dándole por ejemplo un juguete si
aún no ha superado una etapa evolutiva anterior, solamente se aburrirá. Y por el
contrario, un niño con unos juguetes que ya tiene dominados tampoco se siente
estimulado en su investigación, también se aburre.
La autoestima y el respeto. Para
tener una buena autoestima, los niños necesitan del apoyo emocional de sus
padres. No solamente se trata de un elogio por una buena calificación en la
escuela, es necesaria una participación activa, dedicarles un tiempo. Elogiarles
y apoyarles en las conductas adecuadas diarias, pero no de forma gratuita como
una adulación, sino que hay que reconocer su esfuerzo que llega a buen fin de
forma concreta, por ejemplo, no se debe decir: “que listo eres, eres el mejor”
porque suena a adulación y el niño lo percibe, sino que hay que decirle de forma
concreta: “Maria, que bien has ordenado los juguetes”.
También apoyarles cuando fracasan de forma sincera, demostrando interés por lo
que está haciendo, pero sin intentar controlarlo ni entrometerse, ya que para
que desarrolle una buena autoestima el niño necesita sentirse respetado. Es
bueno observarlo y dejarle que se equivoque, que rectifique porque es así como
se aprende.
Las normas. Contrariamente a lo que se pueda creer, las normas, así como las
exigencias y metas claras son algo necesario para los niños. Necesitan saber a
qué atenerse, que sus padres les marquen unos límites claros de lo que está bien
y lo que está mal, y que dentro de esos límites ellos pueden decidir y
responsabilizarse de sus decisiones, dependiendo de su edad.
Los niños se revelan contra las normas por muchos motivos, pero el motivo
principal es llegar al conocimiento de cual es el límite.
Si nosotros, sus educadores, tenemos claro qué cosas y qué comportamientos son
perjudiciales para el niño y cuales le beneficiarán les podremos decir de forma
autorizada: “No, cariño, esto no lo vas a hacer” cuando se comporten más allá de
los límites socialmente aceptados. No siempre hay que razonar con los niños, ni
en todo momento. Por ejemplo si está en plena rabieta lo que más ayuda al niño
es ver seguridad y afecto en los mayores, no un razonamiento.
Estas normas han de ser firmes y coherentes, pensadas previamente, y han de ser
por el bien del niño. Y, aunque cueste a los padres un esfuerzo, se ha de ser
firme cada vez que ponen a prueba los límites.
La TV y los ordenadores. Muchos
padres han “descubierto” una niñera muy económica: la TV. Ante la TV los niños
se acostumbran a observar de forma pasiva, no desarrollan sus capacidades
sociales, “no hacen nada” creativo durante el tiempo pasivo que pasan ante el
aparato. La mayor parte de los programas no hacen otra cosa que hacer pasar el
rato a los niños. Les recomendamos que dedique un tiempo para jugar y hablar con
sus hijos, y si ellos insisten en ver un programa entérese de que es lo que le
gusta de él, hable con él y proporciónele también su opinión.
El papel que tiene el niño ante el ordenador o los juegos de ordenador no es el
mismo, ya que el papel del niño es activo, no pasivo y puede aprender muchas
cosas que desarrollen su inteligencia y creatividad. Hay programas muy creativos
para que los niños hagan composiciones, cuenten historias, etc. Aún así, también
este medio adolece de falta de comunicación social, por lo que tampoco es
conveniente que los pequeños inviertan demasiada proporción de su tiempo en ello.
Se ha de repartir el tiempo entre diversas actividades, como salidas a la
naturaleza, juegos con amigos, con los padres y familiares, etc.
Risas y alegría en la familia
El optimismo es una capacidad que se puede aprender, es uno de los mejores
regalos que le pueden hacer a sus hijos.
Todos conocemos la anécdota de las dos personas ante un mismo vaso. El optimista
dice “el vaso está casi lleno”, y el pesimista dice “qué lástima, ya está el
vaso casi vacío”. Es una gran ventaja el hábito de mirar el lado más positivo
de los acontecimientos y esperar el mejor resultado las cosas.
Los pesimistas creen que son realistas, pero en realidad todo depende de
nuestras atribuciones, es decir, al proceso por el cual el individuo explica e
interpreta los acontecimientos que acontecen. En la vida diaria distinguimos
entre dos tipos de causas:
Causa interna. En la que nos sentimos responsables de los sucesos y los atribuimos a nuestras cualidades o forma de actuar.
Y causa externa. En la que atribuimos los sucesos a circunstancias ambientales o de la situación.
Por ejemplo: el deficiente rendimiento del niño en la escuela ¿se debe a la falta de capacidad o de motivación del niño (causa interna), o a que son víctimas del deficiente sistema educativo, malos maestros, etc. (causa externa).
Causa interna. En la que nos sentimos responsables de los sucesos y los atribuimos a nuestras cualidades o forma de actuar.
Y causa externa. En la que atribuimos los sucesos a circunstancias ambientales o de la situación.
Por ejemplo: el deficiente rendimiento del niño en la escuela ¿se debe a la falta de capacidad o de motivación del niño (causa interna), o a que son víctimas del deficiente sistema educativo, malos maestros, etc. (causa externa).
El optimista espera lo mejor, pero también asume la responsabilidad para que las
cosas buenas sucedan. Y se muestra realista si es él quien ha causado el
acontecimiento negativo.
En este caso, espera que el sistema educativo y los maestros funcionen, pero si
no ocurre así, lo considera una situación puntual y
específica. Y es realista si
se debe a falta de capacidad o de motivación del niño, y también lo considera
una situación puntual y específica que se puede solucionar.
Esta forma de ver los acontecimientos ayuda a que haya en el hogar un ambiente
relajado y alegre.
Estimularles a preocuparse por los demás. Los modales.
La
reacción emocional ante los demás se desarrolla en los niños el los primeros
seis años de su vida. En esta etapa evolutiva, según Piaget, es cuando el niño
es capaz de ver las cosas desde el punto de vista de otras personas.
Antes de esta edad los niños poseen lo que Martin Hoffman denomina una “empatía
global”, es decir, los bebés de meses pueden llorar cuando oyen llorar, pero no
es capaz de distinguir entre él y su mundo. Entre el primer y segundo año de
vida, el niño ya distingue entre lo que es él, los demás y su entorno, pero no
sabe ponerse en el lugar del otro. Es necesaria una maduración neuronal y
cognoscitiva que no posee hasta aproximadamente los seis años.
Aunque antes de esta edad, el niño ya ha presenciado nuestra amabilidad y
consideración hacia los demás, ahora es el momento ideal para comenzar a
potenciarla, ya que su inteligencia está preparada para entenderlo mejor y
aprender buenos modales, a ser responsables y a respetar a los demás. Enseñarles
que nuestros propios deseos y necesidades están limitados por los deseos y
necesidades de los demás.
Este punto está muy relacionado con
el anterior, pues podemos enseñar al niño a solucionar él solo sus problemas, de
la forma más adecuada, si tenemos en cuenta la etapa evolutiva en la que se
encuentra nuestro hijo. En demasiadas ocasiones corremos en su ayuda a
solucionarle sus problemas aunque no sea necesario. No tienen la oportunidad de
pensar y actuar por sí mismos, aunque se equivoquen. Estimúlelos a resolver
problemas, esta experiencia les permitirá que más tarde aprendan a ver todos los
aspectos de un tema y solucionen problemas muy complejos por sí mismos.
La resolución de problemas depende más de la experiencia que de la inteligencia,
y esto es válido también para los adultos. Cada resolución satisfactoria de un
problema es un importante bagaje para solucionar problemas posteriores.
La más antigua forma de enseñar es con el ejemplo, y esto sigue siendo válido.
Si nos observan que ante un problema cotidiano nos paramos a analizar de forma
lógica, planteándonos y valorando las distintas alternativas, sin duda les será
de mucha ayuda.
Cuando sean mayores podemos enseñarles la importancia de pararse a pensar
detenidamente las cosas, identificar y definir un problema, reunir la
información necesaria, considerar las alternativas hasta encontrar una solución
bien pensada.
Para desarrollar sus capacidades
sociales los niños necesitan aprender a reconocer las situaciones sociales, las
necesidades de los otros niños y las suyas y responder de forma adecuada.
Esto es importante porque el rechazo de los compañeros en la niñez contribuye al
fracaso escolar o deficiencias en el aprendizaje.
Este desarrollo de capacidades sociales se puede enseñar, comenzando por
ejercitarlo en casa, ocupándose de ser un buen modelo para su hijo,
interesándose por él, estimulándole a y comunicándole sus propios pensamientos y
sentimientos, de esta forma su hijo tendrá la oportunidad de desarrollar su
capacidad de conversar con sus iguales.
Muchos niños, aunque sean muy locuaces, tienen dificultades para expresar sus
deseos y necesidades a los demás, y también para comprender los deseos de los
demás.
Es especialmente importante cuando los niños cambian de ciudad o colegio y
desean hacer nuevos amigos. Podemos ayudarle enseñándole tácticas observación y
acercamiento gradual a cada uno de sus compañeros. Por ejemplo primero que
comenten algo del patio, después interesándose por lo que le gusta al otro niño
y animándole a decirle al otro niño o niña cuales son sus gustos.
Más adelante aprenderán a comunicar sus deseos con claridad, interesarse por los
demás, mostrarse empático, expresar afecto y aprobación y ofrecer ayuda cuando
sea oportuno.
¿Cómo
cuidamos sus emociones?
Las emociones son estados afectivos subjetivos, hacen que por ejemplo nos
sintamos rabiosos o felices, pero también son respuestas biológicas, ya que
nuestro cuerpo entra en un estado de activación que no se da cuando no sentimos
emoción. La respiración se acelera, se tensan los músculos y nuestro corazón
late más deprisa. La rabia nos prepara para la lucha y el miedo para huir.
También son fenómenos sociales ya que producen expresiones faciales y corporales
características.
Cumplen la función de que un niño se
desarrolle hasta convertirse en un adulto feliz, pero este desarrollo puede
desviarse haciéndole sufrir problemas personales y sociales.
Hablar abiertamente de los sentimientos con nuestros hijos es la mejor manera
de enseñarles a comprender y comunicar sus emociones y las de los demás, y esto
facilitará su interacción social. Que sepa expresar con palabras si se siente
feliz o triste, angustiado, preocupado, entusiasmado, enfadado, etc., ya que
aprender a darse cuenta de que le está pasando es un aspecto vital para el
control emocional y para saber escuchar y comprender a los demás.
En este sentido los niños han estado más discriminados que las niñas. A muchos
hombres de hoy se les ha inculcado el disimular y ocultar los sentimientos…recordemos
la expresión típica: “los hombres no lloran”. Debido a esta educación social
represora, a muchos hombres les resulta muy difícil hablar de sentimientos con
sus parejas y con sus amigos. Pero en el sentido de controlar la ira y la
agresividad ha ocurrido lo contrario: la expresión de la ira y la agresividad se
les han permitido a los niños, pero no a las niñas, y eso también va en
detrimento de los chicos, procuremos pues, ayudarles a controlarlas.
Procuremos mejorar y aumentar, tanto en nuestro niños como en nuestras niñas su
CE (coeficiente emocional) para que sean personas más felices y con más éxito en
la vida.
Dra. Elisa Urbano
Psicóloga, sexóloga y Terapeuta
Psicóloga, sexóloga y Terapeuta
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