Para ellos nunca es tarde y siempre encuentran
excusas para retrasar el momento de irse a la cama. Que les lean otro
cuento, beber más agua o levantarse al baño puede retrasar
indefinidamente el momento de ir a descansar, sobre todo si las
peticiones llegan acompañadas de pataletas, lloros y chillidos. En
ocasiones, los padres se ven superados por estas situaciones y acaban
retrasando el momento de descansar, aunque sepan que acostarse temprano
es fundamental para el rendimiento escolar de sus hijos. Y no solo para
eso: pediatras y educadores infantiles coinciden en subrayar que dormir
bien es clave para asegurar una buena salud. Las horas de sueño
repercuten en el rendimiento escolar de los niños y en su humor, según
concluye el estudio 'Trastornos del sueño en la niñez', de la pediatra
Rocío Sánchez-Carpintero, publicado por la Asociación Española de
Pediatría en sus Protocolos de Neurología.
La experta afirma que dormir menos horas de las
necesarias puede alterar la velocidad normal de crecimiento del niño y
dar lugar a importantes problemas de conducta. Sin embargo, y por
desgracia, los problemas del sueño son bastante comunes. Baste un dato
para ilustrar hasta qué punto: según los expertos, el 30% de la
población infantil tiene alteraciones crónicas del sueño.
A continuación, se describen algunos sencillos trucos que
ayudan a conseguir que el niño se vaya a la cama pronto y descanse
tanto como necesita.
Momento adecuado
La pauta más importante para lograr que el niño se vaya a
la cama a la hora adecuada es crear una rutina de sueño. ¿Cómo? El
primer paso es determinar cuál debe de ser la hora de irse a la cama. Un
bebé recién nacido precisa dormir aproximadamente 16 horas al día. A
medida que el pequeño crece, se reduce, según la siguiente progresión:
15 horas diarias a los tres meses de vida; 14 horas al año de edad; 13
horas a los dos años; 11 horas a los cinco; diez a los nueve años; nueve
horas a los 14 años; y ocho horas a partir de la mayoría de edad.
No es un castigo
Para crear una rutina, el siguiente paso es establecer
una serie de actividades que se repetirán cada noche antes de ir a
dormir. Las más habituales son darle un baño, ofrecerle un biberón de
leche, cepillarse los dientes juntos o leer un cuento en su compañía. La
creación de un ritual ayuda a la creación del hábito y a conciliar el
sueño.
La doctora Rocío Sánchez-Carpintero enumera una serie de
«medidas de higiene» del sueño, que ayudan al niño. En este sentido, es
importante evitar que el niño relacione la cama con una situación de
castigo. Sería, por tanto, un error obligar al niño a dormir por haberse
portado mal. No obstante, sí conviene que el niño pase tiempo en su
dormitorio durante el día, con el fin de que no lo asocie con el momento
desagradable de irse a dormir.
Crear un rutina de sueño en el niño implica que no solo
la hora de acostarse debe ser la misma sino, también, la de levantarse.
Contar con horarios fijos facilitará que el pequeño acepte sin protestar
irse a la cama. Las vacaciones (Navidad, Semana Santa, verano) pueden
desajustar este ritmo de sueño. Si durante las semanas de descanso los
niños que van al colegio cambian sus horarios habituales (se acuestan y
se levantan más tarde), es aconsejable que en los días previos al
comienzo de las clases se vayan acostumbrando, de forma gradual, a su
ritmo normal.
El ejercicio físico ayuda
Para que el niño se vaya a la cama, lo mejor es que se
encuentre cansado y relajado. Por eso, es recomendable que durante la
jornada realice algún tipo de actividad física, como jugar al aire
libre, correr, hacer natación o practicar otro deporte. Para que se
relaje, es importante evitar actividades que le puedan excitar durante
esa última parte del día; entre ellas, jugar con los videojuegos y ver
la televisión, sobre todo dibujos que le exciten. Por su parte, la
lectura de un cuento como última actividad del día -antes de apagar la
luz y de que el pequeño se quede solo- contribuye a que se relaje el
menor.
El grado de oscuridad de la habitación también es
importante. Si se puede, conviene que no entre luz directa de la calle.
Por ello, cuando la habitación tenga una ventana exterior, debe quedar
bien cerrada por medio de una persiana o de una cortina gruesa.
En cambio, sí es recomendable dejar alguna luz tenue en
el interior de la habitación para evitar que el niño tenga miedo al
quedarse solo. Esta luz será de ayuda, también, para que no se asuste,
en caso de que el pequeño se despierte en mitad de la noche, e incluso,
para evitar los tan temidos terrores nocturnos.
Nada de azúcar
La alimentación también influye en la calidad del sueño.
Hay comidas que excitan al niño, por lo que harán más complicado que se
vaya a la cama cuando le indiquen sus padres. En este sentido, es
importante prescindir de las bebidas con mucha azúcar, así como de la
cafeína, después del mediodía.
Se debe promover la capacidad del niño para dormirse sin
que sus padres estén presentes, y en su propia cama. Si tras apagar la
luz y abandonar la habitación, vuelve a levantarse, los expertos
recomiendan actuar de la siguiente manera: acompañarle a su cama y
calmarle. Sin embargo, no se debe repetir la rutina anterior (lectura,
etc.), ya que el niño lo entenderá como una forma de ganar tiempo y es
fácil que lo asuma como hábito.
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