Valencia.
Frigoríficos
y despensas son, al mismo tiempo, testigos y víctimas de una crisis que
ya ha empezado a hacer mella en la salud. La cesta
de la compra se llena de productos de marca blanca, de bollería
industrial y de comida preparada. El resultado de primar el precio sobre
la calidad de la alimentación es un aumento del número de personas con
sobrepeso, un incremento del que no se libran los niños. Sin embargo,
las consecuencias de las dificultades económicas sobre la población
infantil no acaban ahí, pues hay que sumar los efectos que los recortes
en actividades extraescolares tienen sobre su salud.
Tanto
Almudena Navarro, pediatra especialista en endocrinología y nutrición
pediátrica del Hospital Quirón de Valencia, como Leandro Picó, director
del servicio de Pediatría y médico puericultor del Hospital Casa de la
Salud, coinciden en el aumento del sedentarismo en niños y adolescentes.
«Y no sólo porque dediquen cada vez más tiempo a los
videojuegos, internet o la televisión, sino porque sus padres ya no
pueden permitirse inscribirles en actividades extraescolares, como el
karate o el 'ballet', que les obligaban a ejercitarse. Ya no queman lo
que consumen», explica la doctora.
Hábitos occidentales
El
doctor Picó, por su parte, añade al respecto que, pese a que los
pacientes que acuden a las clínicas privadas son de clase media alta,
también se está experimentado este fenómeno. «Antes los dos padres
trabajaban, pero actualmente muchos sólo cuentan con un sueldo, con lo
que los recursos son limitados. Han disminuido las actividades de los
niños y eso se nota en su desarrollo físico».
El pediatra lamenta
también otros efectos de la crisis sobre la salud infantil.
Concretamente sobre los niños más vulnerables. En este sentido, critica
el recorte de las ayudas públicas a las familias con pequeños que sufren
alguna discapacidad.
«A la consulta vienen padres de niños
autistas o dependientes que tienen miedo a perder las subvenciones o que
ya las han perdido, o que ya no cuentan con logopedas o un profesor de
apoyo y no saben qué hacer. La clase política debería entender que
invertir en la salud de la infancia es invertir en el futuro de la
sociedad y que, además, supone un ahorro a largo plazo».
La crisis
y los recortes que conlleva afectan pues a la salud de los más pequeños
de un modo que ha puesto en alerta a la comunidad médica. De hecho, el
último informe de Unicef revela que cuatro de cada diez hogares
españoles ha variado sus costumbres de consumo de alimentación debido a
la situación económica.
Pero la malnutrición, entendida en su
sentido más amplio, no se circunscribe a la población autóctona. Según
confirman Navarro y Picó, también preocupa cómo la población infantil
inmigrante o recién llegada al país está adoptando los malos hábitos
alimenticios de occidente de una manera tremendamente rápida.
«Hay
muchos niños que no han crecido aquí y que llegaron con un carencia
alimenticia muy importante. Niños que lo han pasado muy mal. Así que,
una vez instalados, se produce el efecto rebote. No les ponen límites a
la alimentación y, claro, acaban teniendo sobrepeso», explica la
doctora.
Se trata, aclara el médico puericultor, de menores
procedentes de países que no presentan altos índices de obesidad, como
pueden ser China o la zona subsahariana.
«Operación bikini» también para los niños
Mucho
frito, demasiados rebozados, hidratos de carbono en exceso y un consumo
de azúcar inapropiado producen niños con sobrepeso y alteraciones
nutricionales a las que hay que poner remedio cuanto antes. Según la
doctora Navarro no estaría de más que las familias incluyeran a los más
pequeños en la «Operación bikini». Habría que comenzar a habituarles
desde ya al consumo de la fruta fresca frente a tanto helado. La franja
de edad clave para educar los estómagos infantiles va de los cinco a los
doce años.
LA RAZÓN, Viernes 22 de febrero de 2013
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