JAVIER PÉREZ
Guillermo silba una dulce melodía mientras se habla de él.
Tiene doce años y desde muy pequeño disfruta cantando. “Su clase
preferida es música”, dice Luisa, su madre. “Habitualmente toca
la flauta, ahora empieza a manejar otros instrumentos, pero lo que más
le gusta es ensayar con sus compañeros la canción que cada semana elige
uno”. El rendimiento de este adolescente cambia notablemente de las asignaturas comunes a su favorita.
“Le encanta”, tanto, que a menudo, con aplastante lógica pregunta a los
de su alrededor por qué no hay más días de esta materia.
La música es la pasión de Guillermo y, además, como cree su madre, tiene talento. Ken Robinson, gurú en educación, diría que este muchacho ha encontrado su Elemento: “El punto de encuentro entre las aptitudes naturales y las inclinaciones personales”. El autor británico ha difundido su crítica a la educación convencional por entorpecer la creatividad de los más pequeños y reprimir su motivación para aprender.
Por un lado, encuentra un problema en la jerarquización de las
asignaturas, ya que se relegan las artes y se separa de las ciencias. Y
por otro, ve anacrónicos los programas basados en moldear personas para
el sistema productivo.
Rara vez, como en el caso de
Guillermo, los niños gestan su talento en la escuela. Los colegios son
lugares donde se evalúa a las personas según su capacidad
matemático-verbal. Otras aptitudes ni se valoran ni se incentivan. La
estandarización de las pruebas pretende homogeneizar a los niños sin
tener tampoco en cuenta la heterogeneidad de sus habilidades y las
diversas formas de manifestarse. Carolina Bermúdez, maestra de teatro del Colegio Ignacio Zuloaga, considera que a los alumnos se les carga de mucha información y no se confía en las cualidades internas que tienen.
“En
el colegio hay pocos espacios donde las niñas y los niños puedan dar
otro tipo de cosas, las que son de uno mismo”, asegura Bermúdez. En su
opinión, está todo tan reglado que no hay lugar para la imaginación y libertad,
para que cada uno busque y descubra su talento. Las materias lectivas
“están más orientadas a que hagan lo que tengan que hacer sin
preguntarse. ¡Vas, te sientas, escuchas y haces! Queremos amoldar al
niño para que no moleste ni grite, no importa que esté en otro mundo
mientras esté en silencio. Eso no son niños, son robots”.
Las actividades extraescolares
El aburrimiento en las aulas es algo manifiesto. Probablemente, el tedio rutinario produce la desmotivación del escolar por aprender.
El perjuicio será aún mayor si se decide saturar con clases de apoyo o
refuerzo curricular, lo que habitualmente sucede con las clases
extraescolares. José Luis Pazos, presidente de la Federación de
la comunidad de Madrid Asociaciones de Padres y Madres del Alumno (FAPA)
Giner de los Ríos, sostiene que la misma actividad extraescolar puede
ser contraproducente. “Se trata de tener un complemento que, por
supuesto, tenga más parte lúdica que disciplinaria”.
La sola preocupación por los resultados frustra a muchos adolescentes hasta que eligen abandonar el colegio o instituto. Legisladores,
profesores, alumnos son responsables de tal desgana; igualmente lo son
los padres y madres que, obsesionados por el futuro incierto en una
sociedad fragmentada y competitiva, meten a los hijos en clases
extraescolares para complementar su currículum. Carlos Fernández,
Coordinador de Actividades Extraescolares Madrid, cuya empresa oferta
este tipo de actividades a las asociaciones de padres y madres, comenta
que, además de deportes, se demandan bastante los idiomas, sobre todo el
inglés, “y ahora están pidiendo mucho chino”.
Las clases
extraescolares tratan de conciliar la vida laboral de los progenitores
con la familiar alargando el horario escolar de los niños. Como asegura
Fernández, ha descendido la demanda por obligación: “La gente en paro
tiene más tiempo libre y no se deja tanto a los niños en estas
actividades”. No obstante, Pazos piensa que también se debe a que son un
simple relleno. Había familias que decidían que su niña o niño hiciese actividades extraescolares “porque todos los demás lo hacían y el suyo no fuera menos que nadie, sin importar si esas clases aportaban mucho”.
En
cambio, si los pequeños se inclinan por algo, el solo ejercicio puede
combatir su aburrimiento e incrementar sus cualidades. En el AMPA del
Colegio Zuloaga comentan que en ocasiones deciden los niños a qué
apuntarse. “Los papás quieren inglés y los niños prefieren fútbol, multi-danza o cosas más divertidas”.
Concretamente son las más artísticas, las que permiten a los escolares
explorar con su desbordante imaginación. El dilema es que no siempre se
completan los grupos para poner en marcha actividades como el “taller de
creatividad o de jóvenes talentos”.
Creatividad y autonomía
Realizar
cualquier actividad con gusto abre una puerta a la curiosidad. “La
gente dice inglés, inglés, inglés, porque el niño de pequeño aprende la
lengua”, observa la profesora de teatro Bermúdez. Pero critica que no se
haga lo mismo con la creatividad. Los niños no están estimulados en este aspecto y “no saben qué hacer cuando pasan a improvisar”. Así que enseña “juegos que realmente aprendan a conocerse, a expresarse con su cuerpo, a trabajar con las emociones”.
Al final, la profesora contempla toda una explosión de sentimientos.
Ahora bien: “No saben qué hacer con el afecto, los chicos no quieren
hacer un juego donde se tienen que dar un beso para salvar al otro.
También se ponen nerviosos porque no saben qué hacer con el cuerpo del
otro cuando los pongo en el suelo a hacerse masajes. Les da miedo porque
están acostumbrados a escuchar y tragar”. Aun así, Bermúdez cree que
todos tienen condiciones, “únicamente hay que encontrar lo que a cada uno le estimula”. También, aprecia que los más problemáticos en horas lectivas son los que más talento tienen en su hora de teatro.
Según decían en el colegio, Mariana
tenía problemas de atención. Desde que va a taller de arte sus
capacidades fluyen más que nunca. Sus padres le han cambiado de francés a
clases de manualidades impartidas en la asociación vecinal de su
barrio, lo cual parece que incentiva a la pequeña. Eduardo cree
que su hija está mejorando su confianza para aprender por su cuenta, y
encima, sus obras encantan a todos. La semana pasada terminó de moldear
un original búho que servirá de hucha. Lo más positivo, mantiene
Eduardo, es que durante ese rato sale todo de ella, de sus manos: “Se expresa con la arcilla, y en casa pasa ilusionada imaginando la próxima figura que creará”.
El reto de estimular la creatividad
La
educación escolar, como proceso planificado de aprendizaje, pretende
individuos para el mercado laboral y no tanto el desarrollo íntegro de
personas. Bien claro lo tiene el ministro de Educación, José Ignacio Wert: “Los estudiantes no tienen que estudiar lo que quieren, sino lo que es necesario y propicie su empleabilidad”.
Entre las concepciones funcionales y tan utilitaristas aparece alguna
más romántica. Al mismo tiempo que la falta de recursos se ve reflejada
en prescindir de las supuestamente improductivas actividades, se nota
cierta necesidad de expresarse libremente.
En este sentido, las artes requieren una gran capacidad creadora pero
toda disciplina, incluidas las ciencias, necesitan de creatividad. “El hecho es que se puede ser creativo en cualquier cosa,
―escribe Ken Robinson―: cualquier cosa que requiera inteligencia”. Es
más, como el talento “se expresa de forma diferente en cada individuo”
se debe ser creativo para buscar cada uno el suyo. Previsiblemente,
lejos de aburridas aulas, muchos pueden hallar y ampliar su talento.
El
aprendizaje en las escuelas rara vez es libre y espontáneo. Así, se
presenta el reto de recuperar y crear formas lúdicas fuera de los
centros que motiven la imaginación de una criatura. Un buen ejercicio
para ponerla en marcha es la improvisación, afirma la profesora
Bermúdez: “Improvisar es dificilísimo, cuando nosotros los mayores vamos
a las clases de teatro, tenemos que recuperar el niño para ello. Pero
hoy lo estamos perdiendo antes de que crezca”. Ya que el futuro es de los niños, lo más prudente sería dejarlo correr con ilusión.
EL CONFIDENCIAL, Lunes 25 de febrero de 2013
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