ESTHER GÓMEZ
El vínculo que se crea entre padres e hijos tiene unas
características únicas, específicas, y muy importantes para el ser
humano. Este apego, que comienza en el vientre materno, se prolongará
durante toda la vida.
Los bebés necesitan crear fuertes lazos afectivos con sus padres o cuidadores. El
vínculo que el niño crea con sus figuras de apego (madre, padre y
personas encargadas de su cuidado) es selectivo, fuerte y duradero. Si
el bebé (y más adelante el niño) percibe que este vínculo puede
alterarse, sentirá fuertes emociones negativas e incluso puede
desarrollar dificultades emocionales.
La conducta de apego en
un niño es activada por la aparición de estímulos o situaciones que le
generen miedo o ansiedad. Por ejemplo, cuando aparece alguna persona extraña, el bebé mira a su madre para ver qué cara pone ella. Si
el gesto de la misma es amable, el pequeño puede confiar. Si por el
contrario, es de disgusto o incomodidad, el bebé desconfiará del
extraño.
Hay otras condiciones que también activan la conducta
de apego del niño, como son la separación brusca de la madre (o
principal figura de apego), la oscuridad repentina, un ruido intenso,
etc. En estas circunstancias, el pequeño busca consuelo en sus figuras
de apego. Esta conducta de apego, también puede activarse cuando el niño
tiene hambre, está enfermo, siente dolor o cansancio.
Trabajando el apego
La necesidad de apego o cuidado es universal, ayuda a la supervivencia y es tan importante como las necesidades de alimentación y calor. Es
muy importante el desarrollo sano de la conducta de apego en el niño
debido a que las relaciones tempranas de apego influyen en el desarrollo
de su personalidad y, en algunos casos, están en el origen de la
psicopatología.
Lo que va a determinar este desarrollo sano son las características
del cuidador. Es decir, la capacidad que tengan las figuras de apego
(madre, padre, cuidador) del niño para cubrir de forma adecuada sus
necesidades afectivas. Lo que más importa es que el cuidador pueda ofrecer una respuesta sensible a la necesidad del niño.
Para
que la respuesta del adulto sea sensible, éste tiene que notar las
señales del bebé o del niño, interpretarlas adecuadamente y responder a
ellas de forma rápida y apropiada.
Si el cuidador no cuenta
con esta sensibilidad, puede fracasar al leer los estados mentales del
bebé o sus deseos, o puede no conseguir calmar y apoyar de forma
adecuada al pequeño cuando éste tiene emociones negativas.
Tipos de vínculo
El
tipo de cuidado que realicen los padres con su bebé es de suma
importancia, porque esto es lo que constituirá el vínculo, que puede ser
de dos tipos: seguro o inseguro.
Si los padres son
capaces de dar una respuesta sensible a las necesidades del pequeño,
éste desarrollará un tipo de vínculo de apego seguro con respecto a sus
padres. Esto es, cuando el pequeño se sienta ansioso, estresado o
con miedo, siente la seguridad de que sus padres van a ser capaces de
calmarle, porque ya lo han hecho en otras ocasiones y puede confiar en
que volverá a ocurrir. El pequeño ha generado una expectativa positiva
con respecto a cómo responderán sus padres a sus necesidades.
Un niño que tenga una madre o un padre previsíblemente disponible, sea cariñoso, tolerante y empático,
tendrá mayor probabilidad de desarrollar una imagen de esa relación que
puede ser descrita como segura. Si por el contrario, los padres no son
capaces de emitir una respuesta sensible a las necesidades del pequeño,
el niño desarrollará un vínculo de apego inseguro con respecto a ellos.
Cuando
el cuidador ha conseguido que se construya un vínculo en el que la
confianza básica sea predominante, el niño busca activamente contacto
con ese cuidador cuando necesita consuelo. Algunas conductas del
pequeño que pueden ser indicativas de inseguridad en el vínculo, pueden
ser las siguientes: el niño evita proximidad en el contacto con el
adulto, manifiesta enojo intenso cuando intenta calmarle. Cuando el
cuidador trata de consolar al niño, éste trata de soltarse, forcejea y
se resiste a ser levantado. También rechaza los juguetes que le ofrece
el adulto para calmarle.
La personita que se encuentra bajo
la predominancia de vínculos de apego seguros, tendrá un sentimiento de
confianza en otros y un sentimiento de seguridad en sí mismo.
Una
persona, de cualquier edad, que siente confianza en que una figura de
apego va a estar siempre disponible y receptiva en caso de necesidad, probablemente
se sienta relajada y segura y tenga recursos para que le vaya bien en
la vida. En cambio, es probable que, una persona que esté preocupada por
sus vínculos de apego no funcione de una manera óptima.
EL CONFIDENCIAL, 08/11/2012
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