EL MUNDO / MADRID
Seguro que más de una vez lo ha notado. Por la mañana, lo que tanto
le costaba aprender en la tarde anterior -ya fuera un truco de patinaje o
el temario de un temido examen- parece haberse grabado en su cabeza
como por arte de magia.
La 'culpa' de ese milagro la tiene el sueño, tal y como han demostrado numerosos estudios. Dormir ayuda a consolidar el aprendizaje,
fija los conocimientos y contribuye a mejorar las habilidades
adquiridas. Todo sucede mientras dormimos, pero la ciencia aún no ha
podido descubrir los mecanismos que explican esta relación.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Brown (EEUU) ha
tratado de abrir una pequeña vereda en la complicada maraña de la
actividad cerebral noctura y ha conseguido identificar, con datos
palpables, algunas de las claves del proceso.
En concreto, estos científicos han observado que las mejoras en el
aprendizaje de una habilidad motora se asocian de forma muy
significativa con cambios particulares en las ondas cerebrales
(la información viaja entre las neuronas mediante impulsos eléctricos
que producen ritmos). Estos cambios se producían en la fase conocida
como 'sueño de ondas lentas', una etapa en la que el sueño ya es
bastante profundo y generaba una actividad particular en un área del
cerebro que ya se había asociado anteriormente con las habilidades
motoras.
En su trabajo, los investigadores no han podido averiguar por qué el
cerebo 'elige' la noche para aprender estas tareas, aunque sugieren que
el órgano gris podría beneficiarse especialmente de esta etapa de
descanso ya que permite una mayor disponibilidad de energía y no hay tantos estímulos que puedan 'distraerle' de su cometido.
Para llevar a cabo su investigación, los investigadores realizaron un
seguimiento durante cinco días a 15 individuos que debían aprender una
determinada secuencia con sus dedos (como si tocasen el piano o
escribiesen a máquina) con su mano no dominante.
Durante el tiempo que duró la investigación, se monitorizó el sueño
de los participantes a través de tres técnicas distintas de análisis
cerebral -magnetoencefalograía, polisomnografía y resonancia magnética-, lo que permitió obtener datos claros del proceso.
Tras unas horas de sueño, los participantes mejoraron en velocidad y
precisión a la hora de realizar una tarea motora y, según las pruebas de
imagen, eso se relacionó con cambios en el área motora cerebral, una
zona situada en la mitad superior del cerebro.
Según explican en las páginas de la revista 'Journal of Neuroscience',
además de profundizar en esta investigación, el siguiente paso de su
análisis será comprobar qué mecanismos cerebrales están implicados en el
aprendizaje relacionado con el sentido de la vista.
EL MUNDO, Miércoles 21 de agosto de 2013
Imagen: Diego julio 2013
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