AINHOA P.AMBROS / MADRID
A diario se presentan situaciones en las
que la buena educación juega un papel esencial. Numerosas acciones que
no hace tantos años eran vistas como algo normal, ahora conforman una
excepción que no deja en buen lugar a la sociedad. Por lo que el papel
de los padres puede quedar en entredicho. Una vuelta a valores como la
generosidad, el respeto, el altruismo, la compasión o la empatía, se
presenta como solución para que los niños crezcan felices y sean
respetuosos con su entorno.
Ejemplos como levantarse en el metro para ceder el sitio a una persona mayor o a una mujer embarazada, no aparcar en los sitios reservados para personas discapacitadas,
respetar la fila en la parada del autobús, no tirar papeles o envases
al suelo, no fumar cerca de los niños, tratar de usted a los mayores o,
simplemente, saludar
con un «buenos días» al entrar en algún sitio, ya no constituyen la
norma y comienza a resultar una sorpresa contemplar estas actitudes
tanto en adultos como en los más pequeños.
El doctor Francisco Kovacs en su libro «Aprendiendo a ser padres» (Booket), recomienda a los progenitores que no olviden, dentro de la educación a sus hijos, el hueco reservado para el civismo.
Reconoce que «una sociedad educada en un concepto de civismo y respeto a
los demás sería un lugar agradable y próspero para vivir... Nuestra
sociedad no es así, pero educar a los niños en ese ideal puede sentar
las bases para que un día lo sea».
Generosidad, compasión y empatía
Indica que el ejemplo que reciba de
sus educadores será lo que el niño considere como «lo correcto», por lo
que incide en que «para que tenga una consciencia cívica debe constatar
primero que los demás existen. De hecho, los valores cívicos arrancan con el respeto al prójimo.
Consignas del tipo «tu libertad termina donde empieza la del prójimo» o
«haz lo que quieras pero no molestes a los demás», son fácilmente
comprensibles para un niño y los padres deben garantizar su cumplimiento».
Y es que es habitual entre muchos
padres adoptar una conducta con la que más que una autoridad para sus
hijos, actúan con estos como si fueran compañeros de piso o amigos y se
olvidan de inculcarles valores. Del mismo modo, algunos están
convencidos de que los comportamientos maleducados y egoistas que se
usan con el resto de la sociedad tienen justificación porque «son niños».
No es más que una excusa para
esconder una incapacidad para educarles. Kovacs pone un ejemplo que se
repite con demasiada frecuencia: «Si en un restaurante su hijo comienza a
correr, chillar y molestar a los demás comensales, debe reprenderlo
inmediatamente, no solo por respeto a los demás clientes, sino porque
esa es su obligación como padre y educador».
Los niños copian las acciones de los padres
Lo mismo sucede en las comunidades de vecinos en las que no se respeta el derecho al descanso de los demás.
Muchos padres consideran que los niños «tienen derecho» a correr por la
casa incansablemente a cualquier hora, a montar en patines, jugar a la
pelota o comenzar a gritar y ver la televisión a todo volumen, incluso,
desde primera hora de la mañana los fines de semana. «En mi casa hago lo
que quiero» o «los niños tiene derecho a jugar» son las respuestas que
suelen dar a los vecinos e incluso llegan a tratar a éstos de
insensibles cuando, obviamente, los que actúan sin respeto son ellos.
«Permitir a un hijo que moleste a las personas de su entorno o reírle sus bromas pesadas es una buena manera de viciar su educación y contribuir al desarrollo de un parásito de la sociedad,
carente de sentido cívico y convencido de que puede imponer sus
caprichos a los demás, y de que estos deben aceptarlo» asegura el
doctor.
También resulta frecuente que los
padres, al ser recriminados por la conducta de sus hijos, respondan que
«les llevan al colegio para que aprendan». No solo es un error, sino que
denota una falta de compromiso con sus hijos y con la sociedad que
les rodea. «La existencia de un modelo a imitar es fundamental para
alcanzar una consciencia cívica. Si los padres tiran sus desechos a la
vía pública, arrojan sus colillas por la ventanilla del coche y abusan
de los más débiles, es poco probable que el hijo adquiera una
consciencia cívica. En una sociedad sana, la comunidad debería atajar
esos comportamientos de forma contundente» finaliza el Doctor Kovacs.
Consejos para educar en valores
— En casa:
Los niños tienen que jugar pero el hogar no es el lugar adecuado para
correr (descalzos o calzados), saltar, botar la pelota, gritar o
lanzarse de rodillas contra el suelo. Todo tiene su lugar y su hora y
los vecinos que viven debajo o a los lados no tienen por qué pagar las
consecuencias de una actitud tan irresponsable como esgoísta. Los niños
se pueden entretener sin necesidad de molestar a nadie. Es una cuestión
de recordar la máxima «no hagas a los demás lo que no querrías para tí».
Enseñar a los pequeños a convivir es una enseñanza que les servirá para
el resto de la vida.
—En familia:
La autoridad de los padres es vital. La firmeza no está reñida con la
falta de cariño o la severidad. Si se transmiten a los pequeños los
valores del respeto en el hogar, al salir a la calle, les nacerá de un
modo natural. Los padres son el ejemplo que tienen los niños y necesitan
saber que cuando tengan un problema pueden acudir a ellos. Si se les
trata como amigos no tendrán una figura a la que recurrir cuando
necesiten los consejos de los padres porque habrán perdido el valor
incalculable que debe representar la seguridad con la que los hijos
pueden recurrir a ellos.
—En la calle:
Hay que enseñarles a no tirar desperdicios al suelo (si en casa no lo
hacen ¿por qué hacerlo en la calle?), no poner la música del móvil a un
volúmen alto (incluso cuando usan auriculares el tono puede resultar
desagradable), a respetar el orden de llegada en el transporte público o
en los comercios y a no poner los pies en los asientos. Los niños
pequeños pisan el suelo del mismo modo que los adultos por lo que
situarlos encima de los asientos del metro o el autobús no es higiénico
ni respetuoso.
—En el colegio:
los niños deben respetar la figura del profesor. Los padres deben poner
en valor el trabajo que estos realizan para complementar la educación
de sus hijos. Del mismo modo, deben aprender a convivir con todos sus
compañeros para que no surjan conflictos. Un niño que no diferencia
entre lo que está bien o mal, y entre lo que hace daño o no, puede herir
a otros compañeros que no sean igual a ellos, convirtiéndose en niños
indeseables.
—Con los mayores:
los niños deben respetar a sus mayores. La mayoría de los abuelos se
desviven en la educación, moral y afectiva de sus nietos y éstos deben
sentirse queridos y respetados. Es labor de los padres enseñar a sus
hijos a ser pacientes, respetuosos y cariñosos.
ABC, Jueves 26 de septiembre de 2013
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