CRISTINA G. LUCIO / MADRID
Luchar contra la obesidad exige mucho más que invertir en campañas
que promuevan una buena alimentación y una vida activa. La complejidad
del fenómeno hace necesario tener en cuenta una serie de factores
culturales, sociales o económicos que son los que, en última instancia,
marcan las circunstancias vitales y la capacidad de decisión de los
individuos.
En ese contexto, la familia se vislumbra como el núcleo ideal a
través del que sembrar unos hábitos de vida adecuados. Y, según los
resultados de recientes trabajos, puede ser muy útil en el combate
contra los kilos de más. La última de estas investigaciones se ha
publicado recientemente en la revista 'JAMA Pediatrics'.
Sus conclusiones muestran que promover rutinas en el hogar
-relacionadas, por ejemplo, con el sueño, el tiempo dedicado a la TV o
los hábitos a la hora de comer- ayuda a controlar el
peso de los más pequeños. Además, también contribuyen a mejorar la
duración del sueño y a disminuir el ocio dedicado a la pequeña pantalla,
dos factores que se han relacionado directamente con el riesgo de
obesidad.
Partiendo de la hipótesis de que una intervención basada en el hogar
aportaría importantes beneficios, un equipo de investigadores de la
Universidad de Guelph (Ontario, Canadá) reclutó a 120 familias (con niños de entre dos y cinco años) con
pocos recuros y pertenecientes a distintas minorías raciales y las
dividieron en dos grupos. El primero de ellos contó con asesoramiento
directo por parte de un educador que periódicamente les animaba (de
forma presencial y virtual) a controlar el tiempo que sus hijos
empleaban viendo la televisión, a retirar el televisor de sus cuartos, a
comer en familia o a seguir un patrón de sueño adecuado a su edad,
entre otras cosas. El programa no contemplaba ninguna referencia
explícita al peso de los pequeños de la casa. El otro grupo, en cambio,
sólo recibió material educativo relacionado con el control de la
obesidad y el sobrepeso.
Después de seis meses de seguimiento, los investigadores comprobaron
que los niños del grupo de intervención habían mejorado la duración de
su sueño (un aumento de 0,75 horas al día), habían reducido el tiempo que empleaban viendo la televisión
durante los fines de semana (-1,06 horas al día) y habían reducido su
índice de masa corporal (-0,40). En cambio, en los pequeños del grupo
control, estas cifras no presentaban mejoría alguna. Es más, durante el
experimento, los niños de este grupo aumentaron su peso medio.
Pese a lo esperado, la intervención no mostró ninguna mejoría en
cuanto a la mayor práctica de comidas familiares o la retirada del
televisor de las habitaciones en donde dormían los niños. Esto último
puede deberse, señalan los investigadores en la revista médica, a que
hasta el 80% de los padres analizados señalaron que sus hijos dormían
habitualmente en sus dormitorios.
En sus conclusiones, los investigadores señalan que su investigación
arroja un interesante punto de vista sobre el que seguir investigando,
aunque reconocen que los detalles de su investigación -como el hecho de
que sólo se seleccionaron familias con pocos recursos- puede dificultar la generalización de sus resultados.
En un editorial que acompaña al trabajo en 'JAMA Pediatrics', Aaron
E. Carroll, de la Universidad de Indiana (EEUU), hace hincapié en que
este estudio demuestra que un programa que se centre en el cambio de
hábitos en el hogar puede traducirse en "una mejorar con una mejorar en
el peso o el índice de masa corporal" sin necesidad de centrarse
exclusivamente "en la dieta y el ejercicio".
EL MUNDO, Miércoles 18 de septiembre de 2013
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