ISABEL CONDE
Tiendas de producto ecológico, secciones BIO en los supermercados de referencia, redes comerciales de KM 0, productos de temporada y decenas de nuevos certificados y sellos en las etiquetas de nuestros productos de consumo habitual. Todos ellos han llegado para quedarse, con el objetivo de que seamos más conscientes de lo que comemos exactamente.
Productos libres de gluten, de lactosa, de grasas saturadas y otros ingredientes que antes consumíamos sin pestañear. Ya no se trata del valor añadido, sino de lo que se les quita, de lo que no llevan. A esto nos referimos con la fiebre del “libre de”.
Por ejemplo, las verduras ecológicas se valoran más porque durante su cultivo no se usaron pesticidas o derivados químicos para su cuidado. Los consumidores no sabemos con certeza qué consecuencias puede tener el consumo de los microscópicos restos de estos pesticidas a largo plazo en nuestra vida, pero muchos prefieren curarse en salud.
También hasta hace pocos años lo único que considerábamos dañino eran los conservantes y los colorantes, así que si en el envoltorio del producto ponía “100% natural” o “sin conservantes ni colorantes artificiales” nuestra conciencia podía estar tranquila. Pero ahora vamos mucho más allá. ¿Por qué? ¿Es una moda pasajera? ¿Una tendencia con futuro?
1. La tendencia “libre de” está aquí para quedarse
Desde hace cinco años, en una gran ciudad europea se celebra una vez año la feria Free From Food Expo dedicada por entero a estos productos “libres de” decenas de ingredientes habituales como el gluten, la sal, las grasas trans, la leche, la soja, la lactosa, etc. Este año la feria se celebrará en junio en Barcelona, donde reunirá a unas 250 empresas expositoras.
“El primer año tuvimos unos 40 o 50 expositores, el crecimiento en los últimos años es impresionante y no va a parar” dice José Luis Potoc, experto internacional de la industria “Free from” y responsable en España y Portugal de la feria con el mismo nombre.
“No es solo una moda pasajera” dice Potoc, se trata de una tendencia al alza que tiene un techo bien delimitado: “cuando los productos ‘libres de’ sean tan buenos de sabor como los convencionales, se acabarán imponiendo en todos los hogares”, asegura.
El factor “celebridad” también es digno de tener en cuenta: no olvidemos Lady Gaga, Gwyneth Paltrow, Victoria Beckham o Miley Cirus entre otras hace tiempo hicieron pública su cruzada contra el gluten, animando a muchos más. Sin embargo Potoc le resta importancia: “si se hubiera quedado en una moda de famosos no estaríamos frente al fenómeno actual”.
2. El precio de los productos “libres de” irá en tendencia a la baja hasta normalizarse
Según uno de los líderes en el mercado europeo de los productos sin gluten, Dr. Schär, la fabricación de productos industriales sin gluten requiere una “mayor inversión en I+D y en tecnología”, lo cual unido a una creciente demanda que todavía no es mayoritaria, encarecen los productos finales.
Pero las tendencias apuntan hacia arriba: en más del 85% de los casos, las marcas líderes son las que tiran del carro de los lanzamientos de productos sin gluten en todo el mundo y en Europa incluso las marcas blancas se están animando en un 21% de las ocasiones, según datos de 2013 de la consultora Mintel.
Las tendencias apuntan que la cosa no se quedará sólo en el gluten: los productos libres de lactosa, de leche, de azúcar, de grasas trans, de sal y muchos más siguen esta estela ascendente. Y si con el tiempo la oferta de producto consigue llegar a los estándares organolépticos a los que estamos acostumbrados, la oferta y la demanda se equilibrarán para abaratar los precios.
3. No se trata de comer peor, sino diferente
Que la alimentación sin gluten y sin lactosa es menos irritante para el intestino es un hecho. En el caso específico del gluten, se trata de la única proteína que no puede ser descompuesta por completo por el cuerpo humano y convertida en aminoácidos. Pero dejar de consumirlo nos puede privar de vitaminas y fibras que deben ser compensadas.
Uno de los expertos más reconocidos de celiaquía a nivel mundial, el doctor Alessio Fasano, director del Centro de Investigación Celíaca en Estados Unidos. En su libro La libertad del gluten (The Gluten Freedom) trató de ahuyentar los falsos mitos que ya llevan años divulgándose en el mundo con informaciones que demonizan al gluten como si se tratara de un producto nocivo para todos.
Fasano asegura que comer con gluten no implica ningún riesgo para las personas que no padezcan ninguna enfermedad o trastorno relacionado con este elemento, y la mayoría de los expertos están de acuerdo con él. Por eso no se trata de ser inflexibles, se puede eliminar el gluten, la lactosa, la leche y muchos otros de nuestra vida. Sin embargo, antes de renunciar a cualquier alimento o ingrediente, debemos informarnos bien de lo que nos aporta a nuestra dieta y sustituirlo por otros alimentos
4. Es necesario contar con una supervisión médica antes de decidir suprimir algo un nuestra dieta
Sin el control médico adecuado podemos poner en peligro nuestra salud: si se empieza una dieta sin gluten solo incorporando los mismos productos que ya consumimos (galletas, pan, cerveza etc) pero en su versión sin gluten, es probable que engordemos.
En el caso de la bollería, para que los productos sean más sabrosos y apetecibles se suelen cargar de grasas y azúcares – y consecuentemente de calorías–, así que puede llegar a ser el peor el remedio que la enfermedad.
No obstante si lo que hacemos es variar nuestra dieta hacia un mayor consumo de productos frescos sin gluten –como las verduras, la carne y el pescado– podemos incluso adelgazar. En los casos en los que el motor de cambio es la búsqueda de un mejor estado de salud, sin duda debemos acudir a un médico nutricionista antes de cambiar nuestra dieta.
5. La lista de los “indeseables” irá en aumento
Ahora le ha tocado al gluten y la lactosa, pero es muy probable que en el futuro haya muchos más ingredientes “demonizados” de los que ahora consumimos alegremente. Según Mintel, el valor del mercado de los productos sin gluten en EE.UU. en 2014 fue de 8.800 millones de dólares. La cifra es importante pero insignificante al lado de la previsión de esta misma agencia para 2017: 14.200 millones de dólares –cerca del doble en tres años–.
¿Hasta qué punto nos veremos influenciados en el futuro cercano por los estudios que de forma más o menos conveniente para la industria alimentaria van saliendo publicados? ¿Cómo podemos diferenciar entreriesgos reales y alarmismos alimentados por intereses corporativos? De momento no nos queda más remedio que actuar con cautela y confiar en el consejo de nuestros médicos.
LA VANGUARDIA, Miércoles 22 de febrero de 2017
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