IRENE HERNANDEZ VELASCO
No se sorprenda si en algún momento el Nobel de Medicina va a parar a Reinhard Jahn. Sus investigaciones en el campo de la neurociencia molecular ya le han valido a este neurocientífico y bioquímico alemán de 61 años un reconocimiento en la última edición de los Premios Balzan, considerados como la antesala de los galardones de la academia sueca y, de hecho, mejor dotados económicamente que éstos.
Jahn y su equipo han llevado a cabo estudios pioneros que les han permitido determinar el papel fundamental que una proteína juega en la comunicación entre las neuronas, en que se produzca la chispa eléctrica a través de la cual las células del sistema nervioso se transfieren datos. Si por ejemplo usted en este momento levanta los ojos de este artículo y mira a su alrededor, si es capaz de percibir su entorno, es gracias a las interconexiones entre sus neuronas, lo que se llama sinapsis. Y para que se produzcan esas interconexiones, para que haya sinapsis, son necesarias las proteínas identificadas por Jahn.
- ¿Son todavía muchas las cosas sobre nuestro cerebro que desconocemos?
- Sí, muchísimas. Creo que sólo hemos rascado la superficie. Cómo se codifica y cómo se procesa la información en el cerebro es algo de lo que por ahora aún sabemos poquísimo. Y eso que hemos conseguido revelar muchos de los secretos del cerebro... Ahora sabemos por ejemplo qué zona del cerebro, qué grupo de conexiones, controla determinados comportamientos. Si entramos en un cerebro y silenciamos ciertas neuronas, sabemos qué consecuencias va a tener eso a nivel de comportamiento. Pero se trata de un conocimiento descriptivo, no sabemos por qué las cosas funcionan como lo hacen.
- ¿Y cree que algún día conoceremos todos los detalles de nuestros cerebros?
- No, nunca. Sobre todo porque los hombres siempre nos haremos nuevas preguntas, siempre querremos saber más detalles, conocer más cosas. ¿Qué significa conocer todo? Depende del nivel de conocimiento del que hablemos. Y cuando se supera un nivel siempre aparece otro nuevo. Es como los videojuegos.
- ¿Y cuál es en su opinión la principal pregunta sobre nuestro cerebro a la que aún no hemos sabido dar respuesta?
- Todavía no entendemos cómo la información es codificada en nuestros cerebros. Piense en su abuela o en su hijo, visualice su rostros. ¿Cómo almacena esa información su cerebro, como se archivan los recuerdos? No lo sabemos. No sabemos cómo conectamos unas cosas con otras. No sabemos por qué sabemos que esto en una silla, que aquello es un coche, que lo que cuelga en este momento encima de nuestras cabezas es una lámpara.
- ¿Las nuevas tecnologías están cambiando de alguna manera nuestra manera de realizar conexiones neuronales?
- Bueno... Lo que sabemos es que si uno lleva a cabo un comportamiento de manera repetitiva eso deja una impronta en el cerebro. Así que sí, el uso de las nuevas tecnologías tendrá efectos en nuestros cerebros. Pero puede que sea algo positivo. Mire usted por ejemplo lo que sucede cuando se aprende a tocar un instrumento musical o a escribir a máquina: la persona desarrolla zonas del cerebro que antes no utilizaba, realiza nuevas conexiones neuronales que antes no hacía. Utilizar estos cacharros, los teléfonos móviles, tendrá de alguna manera efectos en nuestro cerebro. No sé si serán efectos positivos o negativos. Pero lo que sé es que estamos hechos como estamos hechos, y que ante un comportamiento repetitivo nuestro cerebro aprende y se activa para adaptarse a él, a fin de ser más efectivo ante ese comportamiento y poder encararlo de manera más simplificada.
- Y esos cambios en el cerebro fruto de las nuevas tecnologías ¿serán permanentes, serán cambios a nivel biológico?
- Serán cambios que se podrán ver: habrá más conexiones neuronales y esas conexiones tal vez sean más fuertes... Pero eso no significa que las nuevas tecnologías vayan a producir cambios en nuestra anatomía cerebral.
- Me refería a si los niños del futuro nacerán con un cerebro ya adaptado a las nuevas tecnologías, a los teléfonos inteligentes...
- No. Eso serían cambios biogenéticos, y no es a ese nivel al que se producen los cambios por un comportamiento repetitivo. Lo que esos cambios generan, como ya le he dicho, son nuevas conexiones neuronales. Por desgracia no podemos heredar el conocimiento, sólo algunas habilidades.
- Y si el uso de las nuevas tecnologías activa nuevas partes de nuestro cerebro, genera nuevas conexiones neuronales... ¿sucede también lo contrario, qué hay conexiones que se desactivan a causa precisamente del uso de las nuevas tecnologías?
- Probablemente. En el cerebro todo está interconectado, si haces algo en una parte del cerebro eso afecta a otras partes. El que se activen nuevas conexiones neuronales puede tener consecuencias en otras conexiones. Pero cuáles serán esas consecuencias es algo que no sé responderle.
- Cuando una persona está concentrada, ¿cuántas conexiones neuronales, cuántas sinapsis se producen?
- No lo sé exactamente. Muchísimas. Varios puñados de millones. Piense que el número de sinapsis de una neurona es de 10 elevado a la 14 potencia, es decir, un 10 seguido de 14 ceros... Y piense que tenemos miles de millones de neuronas. Es algo increíble.
- Pero habrá límites, ¿no?
- Sí, hay límites. Límites de tiempo. La señal que se transmite de una neurona a otra va con un minúsculo retraso, y no es posible hacer que vaya más rápida. En nuestro sistema esa señal nos impone límites de tiempo, límites de velocidad. En cada sinapsis transcurre una milésima de segundo antes de que la señal se transmita. Suena muy rápido, ¿verdad? Pero si en total se realizan un centenar de transmisiones ese retraso acumulado ya es de una décima de segundo. Por eso nunca podremos ser como las máquinas tragaperras. Cuando uno va a un casino y quiere detener una de esas máquinas con todas las frutas iguales para ganar el premio gordo es imposible. No somos tan rápidos como ella.
- Sin el complejo proteico que usted ha identificado las células de nuestro cerebro no se podrían comunicar entre ellas?
- Eso es. Trataré de explicárselo... Las transmisiones sinápticas son el mecanismo principal utilizado por las neuronas de nuestro cerebro para comunicarse entre ellas. Cuando un impulso nervioso llega a una terminación nerviosa, se libera una sustancia química que provoca la fusión de unas pequeñas vesículas con la membrana celular. Esas vesículas contienen esa sustancia, que es liberada en el estrechísimo espacio entre las neuronas transmisoras y las receptoras. Nosotros hemos investigado los detalles moleculares y hemos contribuido a identificar la proteína de las vesículas sinápticas, la sustancia responsable de que tenga lugar ese proceso.
- ¿Y su descubrimiento tiene alguna aplicación práctica? ¿Es posible, por poner un ejemplo, reactivar a través de esa proteína las conexiones neuronales de una persona anciana a la que le funcionen mal?
- Bueno, todavía queda un largo camino que recorrer para entender los mecanismos por los que un cerebro deja de funcionar correctamente y para desarrollar las consecuentes curas. Y si le soy sincero mis investigaciones se mueven más por la curiosidad que por los aspectos prácticos, lo que las impulsa es el deseo de saber cómo funciona un mecanismo, por qué unas estructuras hacen lo que hacen y se comportan como se comportan.
- ¿Y a dónde le lleva ahora la curiosidad?
- Primero hemos identificado las proteínas responsables de ese mecanismo. Y ahora lo que queremos saber es cómo consiguen hacer lo que hacen, cómo esa sustancia entra en la vesícula, cómo es reconocida por el transmisor y el receptor... Si pudiéramos usar un microscopio para averiguarlo sería relativamente fácil, pero el problema es que no podemos. Tenemos que emplear métodos indirectos para realizar nuestros estudios y tratar de entender lo que ocurre.
- EL MUNDO, Lunes 13 de febrero de 2017
Comentarios
Publicar un comentario