ADRIÁN CORDELLAT
Los padres nos preocupamos por la salud de nuestros hijos e intentamos prevenir, en la medida de nuestras posibilidades, cualquier tipo de infección. Pero, ¿pasa lo mismo con la salud bucodental? ¿Tenemos esa misma preocupación por adelantarnos a los acontecimientos o cuando queremos actuar ya es tarde? “Los padres se preocupan ya que entienden que la salud oral es una parte importante de la salud general y saben que la boca es la puerta de entrada de muchas enfermedades”, explica Paola Beltri, odontopediatra y presidenta de la Sociedad Española de Odontopediatría (SEOP). No obstante, Beltri matiza que su sensación es que los progenitores no tienen suficiente información “de qué medidas tienen que adoptar para evitar que aparezcan caries o maloclusiones, por ejemplo”.
Sobre esa falta de información incide también la odontopediatra Irene Iglesias, que añade que ni los padres ni los profesionales sanitarios, en general, “estamos bien informados en cuanto a salud bucodental”. En ese sentido argumenta que “nadie nos enseña a cepillar correctamente los dientes de nuestros hijos, no se advierte a los padres del riesgo de caries de muchos medicamentos que utilizan los niños". "No se da importancia a que la vitamina D es crucial para la formación de los dientes, no se enseña a los padres, pero tampoco a los sanitarios que están en contacto diario con niños y bebés", continúa. "Es imprescindible saber diagnosticar una caries cuando aún es solo una lesión de mancha blanca, y cuyo avance se puede detener; no somos conscientes de la importancia del azúcar y de los hidratos de carbono fermentables en el desarrollo de las caries, y damos por sanos productos que son tremendamente destructivos para los dientes”.
También, fruto de la desinformación, siguen vigentes mitos alrededor de la salud bucodental, como aquel que asegura que los dientes de leche no importan porque se van a acabar cayendo y siendo sustituidos por otros: “Los dientes de leche, ellos en sí mismos pero también cómo se relacionan, cómo mastican, son la bola de cristal del futuro de la boca adulta”, explica Iglesias, que añade que un adulto que ha perdido el primer molar definitivo “ha sido un niño con caries en dientes o muelas de leche”; o que un adulto que no muerde bien, que tiene una maloclusión, “fue un niño que ya antes de los 6 años, con muchísima probabilidad, tenía ese problema en la boca”. Según la dentista, diagnosticar y tratar estas dolencias “lo más precozmente posible es el mejor pasaporte para la salud” en la edad adulta.
La primera visita al dentista
Desde la SEOP recomiendan que la primera visita al odontopediatra se realice antes del primer cumpleaños del bebé. No obstante, según su presidenta, para que las medidas preventivas sean realmente eficaces, recomiendan que “la mujer embarazada acuda al dentista, para que ya antes del nacimiento tenga la información de cómo cuidar la boca de su bebé y que medidas respecto a su salud bucodental son importantes para la salud de su futuro hijo”. Sus recomendaciones las comparte Irene Iglesias, que considera que las intervenciones educativas en la embarazada y en la puérpera “son baratísimas y tremendamente efectivas sobre la salud bucodental de sus hijos, y de rebote, en ellas mismas y en el resto de la familia”. Añade la odontóloga, respecto a las recomendaciones oficiales, que al año de vida “muchos niños ya han comenzado a tomar alimentos azucarados”, por lo que considera que si se avisa antes a los padres de que no se den “por lo menos hasta los dos años, en contra de la presión social, familiar e incluso de las guarderías, a los dos años no querrán un yogur azucarado porque les parecerá muy empalagoso. Educamos el gusto desde el primer día, pero reeducarlo es mucho más complicado”.
Pese a estas recomendaciones, la salida del primer diente sigue marcando un punto crucial en la preocupación de los padres por la salud bucodental de sus hijos. Para la doctora Paola Beltri esta relación es, en cierto modo, lógica, “porque si hablamos de caries, si no hay dientes no hay caries”. Sin embargo, la directora de SEOP explica que no se puede olvidar y pasar por alto que los estudios científicos han demostrado “que las bacterias que están implicadas en la caries dental las pueden adquirir los lactantes incluso antes de que los dientes hayan erupcionado”.
Irene Iglesias, por su parte, invita a hacer un cambio en nuestras ideas preconcebidas, ya que para la odontóloga la salud no debe ser algo preocupante o de lo que hay preocuparse, sino que “hay que ocuparse de mantenerla”. En palabras de la dentista, no puede suceder que nos preocupemos cuando un niño nos dice que le duele algo porque entonces “ya hay enfermedad”, ya que las cosas sanas no duelen. “No puede ser que hasta entonces no nos hayamos asomado a la boca y ahora que duele veamos un agujero enorme en una muela. Eso va a significar, seguro, que hay otros agujeros que el profano no va a reconocer pero que el dentista ve sin ninguna dificultad. Y no olvidemos que la boca no son solo los dientes: también labios, lengua, encías, articulaciones, manera de morder… Así que hay que ocuparse de los dientes desde que erupciona el primero, y de la boca en su conjunto, desde el nacimiento, ya que la boca sirve para que el bebé mame correctamente”, argumenta.
Dudas habituales
¿Hay que utilizar pasta de dientes? ¿A partir de qué edad? ¿Pasa algo si los niños se la tragan? Estas y otras preguntas rondan a los padres cuando llega el momento de cepillar los dientes a sus hijos. Para Paola Beltri, lo primero e importante es tener en cuenta que “lo que limpia los dientes es el cepillo”, aunque la pasta de dientes “nos puede aportar el flúor que actúa haciendo que el diente sea más resistente a las caries”. Según las indicaciones de las sociedades científicas la pasta se puede empezar a usar desde la erupción del primer diente. No obstante, en niños que no saben escupir, la presidenta de SEOP reconoce que el problema de que se traguen la pasta existe, por lo que considera necesario acudir al odontopediatra para que este “le recomiende la cantidad de flúor que debe contener la pasta de dientes y la cantidad adecuada que hay que poner a cada niño en función de su edad y su riesgo de caries”.
“Si se utilizan con seguridad las pastas de dientes son absolutamente seguras”, afirma por su parte Irene Iglesias, que añade que si ponemos la cantidad adecuada no son peligrosas, aunque el niño se la trague. “La cantidad adecuada no es el tamaño de un guisante, como se dice en muchos artículos y prospectos, sino un granito de arroz, una raspada, manchar el cepillo”. Para la odontóloga “la desgracia” es que se fabrican tubos con personajes de dibujos muy conocidos por los menores, “muchas veces sin ni siquiera tener una concentración eficaz de fluoruro para prevenir la caries, y esto se deja en manos del niño, que cree que es un juguete, lo abre, lo chupa… La pasta de dientes no es un juguete”.
Otra duda frecuente es si debemos hacer que los niños se enjuaguen los dientes tras el cepillado si hemos usado pasta dental. Según Beltri, “si utilizamos la cantidad adecuada de pasta de dientes y el niño sabe escupir, no se recomienda enjuagarse la boca después del cepillado, solo escupir”. La explicación la encontramos, en palabras de Iglesias, en el efecto preventivo del flúor, “que este realiza sobre todo en la zona del diente que cubre la encía, en el cuello”, y que al enjuagar la boca “se va por el desagüe”. Para la odontóloga “ni adultos ni niños tienen que enjuagarse”, ya que existe desde hace tiempo evidencia científica al respecto.
Y, por último, está la pregunta del millón: cuántas veces cepillar los dientes a nuestros hijos pequeños. La presidenta de SEOP asegura que “lo recomendable” es cepillar los dientes “por lo menos dos veces al día”, siendo el momento más importante el que precede al sueño nocturno, ya que los niños “no deben irse a la cama sin lavarse los dientes”. Irene Iglesias insiste también en esa obligatoriedad del lavado de dientes nocturno, aunque amplía hasta tres veces el número de cepillados recomendados. La odontóloga, por último, añade que también es importante, después del cepillado, “no volver a comer en varias horas, porque si no la boca no permanece limpia a lo largo del día”.
EL PAÍS, Lunes 13 de febrero de 2017
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