BEATRIZ G. PORTALATÍN
A escasos metros de la Puerta del Sol de Madrid, se abre una plaza dedicada al escritor y dramaturgo español Jacinto Benavente quien escribió en una ocasión que "no está mal una buena mentira cuando defendemos con ella una buena verdad". No cabe duda de que la mentira siempre ha estado presente a lo largo de la historia, que lo queramos o no forma parte de nuestra rutina y que todos, ingenuos o no en creerlo, mentimos todos los días. Tal es así que estudios americanos demuestran que, de media, las personas expresamos de una a dos mentiras al día.
Con respecto a las relaciones afectivas, trabajos internacionales han demostrado que el 92% de las personas ha reconocido mentir en alguna ocasión a sus parejas y que el 90% admite estar dispuesto a mentir en una primera cita. En en relación al ámbito laboral, según una reciente encuesta nacional publicada este mismo año en España, el 33% de los trabajadores mentiría para salir antes de su puesto de trabajo y poder conciliar. De modo que la cuestión a explicar sería: ¿Cuándo estarían justificadas las mentiras? A veces, y sólo a veces, la mentira o el no decir al completo toda la verdad, estaría aceptado, y se podría convertir en una necesidad y hasta en una obligación.
En ocasiones, mejor mentir
"A veces, no decir lo que sentimos es la mayor prueba de generosidad y expresión de libertad que podemos realizar", afirma la psicóloga MªJesús Álava Reyes, directora del centro madrileño que lleva su nombre (Centro de Psicología Álava Reyes) y autora del reciente libro publicado La verdad de la mentira (La Esfera de los Libros). "Cuando te encuentras con un dilema, mejor no expresar algo. ¿Para qué voy a herir con la verdad? No siempre es necesario decir todo lo que pensamos. Por ejemplo, en un niño pequeño que se está esforzando por hacer algo no le digas '¡Qué mal lo has hecho!'; dile mejor: '¡Qué bien el esfuerzo que estás haciendo por conseguirlo, cada día lo harás mejor!'", explica.
Jaime Gutiérrez, psicólogo criminalista y profesor en la Universidad de Villanueva (Madrid) expresa que hay verdades difíciles de llevar, por lo que no hay olvidar que"la mentira también cumple una función social que es la de buscar la aprobación de los demás o la de reconocer la aprobación de los demás". Por ejemplo, mejor decirle a un amigo que va guapo aunque pienses lo contrario. "Si fuésemos demasiado sinceros con todo, las amistades no aguantarían mucho", afirma.
Las mentiras altruistas o generosas, explica Álava, son aquellas en las que se mienten para lograr evitar un sufrimiento innecesario a alguien. Por ejemplo, una situación relevante es cuando una persona está muy limitada por una enfermedad. "A veces decir la verdad lo único que hace es quitarle la esperanza y es una crueldad quitarle la esperanza a una persona que no está en condiciones de poder asumir esa otra realidad tan difícil. Intenta siempre que pueda seguir luchando, si le quitamos la esperanza, le quitamos las ganas de vivir", indica Álava. El problema de decir la verdad "viene cuando con esa verdad se hiere a la gente, no solucionamos nada y creamos además, un dolor innecesario. La dignidad está en nuestra actitud: puedes atacar con verdades terribles o proteger con mentiras altruistas y generosas", asegura Álava.
Otro ejemplo que merece la pena destacar por ser además uno de los clásicos debates en esto de decir o no la verdad es la famosa infidelidad: ¿Se debe confesar a tu pareja que le has sido infiel? Pues como decía la canción, depende. "Habría que ver cada caso. Contar lo que ha ocurrido es una cuña que se mete dentro de una pareja que puede llegar a romper la relación. Si tú estás dispuesto a luchar por tu relación, soy partidario de que es mejor no contarlo", opina Gutiérrez.
Si la otra persona no lo sabe, añade Álava por su parte, si tú tienes la absoluta convicción de que quieres seguir con tu pareja y te arrepientes de lo que ha sucedido ¿Para qué le vas a decir algo que le va a crear una inseguridad enorme al otro? Es mejor que toda la energía la emplees en sacar la relación adelante y en no volver a cometer eso que tú consideras un error. De modo que "no siempre es positivo decir la verdad y además hay que pensar en cómo se dicen las verdades", refiere el doctor en Psicología, Guillermo Fouce, profesor en la Universidad Complutense.
Al igual que otras muchas cosas, "la mentira cumple una función adaptativa y hay que ver siempre cuál es la esencia que la justifica", incide Gutiérrez. Es decir, "para aprovecharse de alguien y dañarlo no es bueno mentir pero para defenderse de una situación negativa a lo mejor sí, pues es uno de los mecanismos de desarrollo del ser humano". Además este profesional apunta también que cuando nos mienten, no tenemos que quedarnos sólo con lo superficial sino que hay acudir a la esencia: "¿Cuál es la causa por la que nos mienten? Hay que mirar el porqué está ocurriendo esto", afirma.
Motivos y consecuencias
Cuando mentimos lo hacemos fundamentalmente por evitar un castigo y para aprovechar una oportunidad. Según explica Gutiérrez, "no dejamos de ser un animal mamífero y nosotros no tenemos garras, por lo que utilizamos otro tipo de herramientas para conseguir nuestros objetivos, y entre ellos está la mentira". Por ejemplo, en el trabajo. "Las situaciones laborales son en ocasiones situaciones de competencia. Entre compañeros existen competencias con respecto a puestos, escalas, mentir en el trabajo es otra respuesta cuya función es sobrevivir dentro de un entorno que además tenemos la sensación de necesitar", apunta.
Quizá por esa competitividad en estos tiempos que corren parece que mentir se ha convertido casi en un hábito, pues "hay costumbre, educación y frecuencia porque lo aprendemos y hay necesidad de caer bien, y de cubrir nuestros déficits y luego hay personas que mienten de manera mas habitual como una configuración incluso de su propia personalidad", sostiene Fouce. Entonces, ¿mentimos ahora más que antes? No exactamente. Álava explica que "podríamos decir mejor que hoy se tolera más la mentira pues la mayoría de la gente siente que vivimos en una sociedad tan competitiva que de algún modo piensa que las personas que siempre van con la verdad por delante estarían en algo así como en inferioridad de condiciones". Aunque también depende de las personas.
Está demostrado que las personas que más mienten son los narcisistas, aquellas que tienen altos rasgos de psicopatía, las deshonestas y egoístas que sólo buscan su propio beneficio, y las personas con baja autoestima que se autoengañan para encubrir sus fracasos. También las personas inseguras y con altos niveles de ansiedad suelen mentir más por caer bien o tener la aprobación de los demás, al igual que los los introvertidos que mienten más que los extrovertidos por ser más inseguros y necesitar la aprobación del resto.
En general, añade esta especialista, es cierto que mentimos por cariño o humanidad, pero la inmensa mayoría de las veces es para engañar, manipular o aprovecharse de los demás y estas mentiras son muy negativas. El 50% de las mentiras pasan desapercibidas pero cuando se descubren tienen claras consecuencias. La primera y fundamental es el deterioro de la credibilidad y confianza. "Después de que alguien te ha mentido, vas a poner en interrogación todo lo que te diga en el futuro. Además, hay que tener claro que no todas las personas cuando se dan cuenta de que les mienten, lo dice pues les resulta violento, por tanto ese momento se callan pero toman nota y a partir de ahí van a desconfiar muy probablemente de las cosas que esa persona que le ha mentido le diga en un futuro", explica Álava.
Otra de las consecuencias importantes que esta profesional resume en reciente publicación, aludiendo a las referencias de diferentes autores, son el deterioro de las relaciones; generar emociones negativas en los demás (un estudio publicado en 2012 realizado por la Universidad de Notre Dame en Indiana, afirmaba mentir menos tenía efectos positivos en la salud); reducir nuestra capacidad cognitiva; generar rechazo y desencadenar represalias y venganza. Pese a haber mentiras positivas y que son realmente necesarias, como son las altruistas y generosas,"algunas personas piensan que les resultará más fácil conseguir con mentiras sus objetivos, sin embargo es un camino erróneo que tarde o temprano se les volverá en su contra", concluye Álava.
EL MUNDO, 26/01/2017
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