PILAR ÁLVAREZ
"Si su país se tomara en serio el debate de cómo mejorar las escuelas, debería intentar poner a los mejores en los centros más difíciles”. Eric Hanushek,reputado economista de la educación y catedrático de la Universidad estadounidense de Stanford, explicaba en una conversación con EL PAÍS que se trata de “una cuestión fundamental”. Sus conclusiones coinciden con las incluidas en la última investigación realizada en España sobre los efectos de la calidad del profesor en el aprendizaje de sus alumnos, presentada este miércoles, apenas unos días después de que eche a andar la comisión del Congreso que tiene encomendada la negociación de un pacto educativo con la figura del profesor en el centro de su debate.
Los alumnos de centros “cuyas familias disponen de recursos socioeconómicos y culturales bajos o intermedios, resultan más afectados que el resto ante variaciones en la calidad del profesorado”, según Jorge Calero y Josep Oriol Escardíbul. Son profesores de la Universidad de Barcelona, expertos en economía de la educación, y autores de La calidad del profesorado en la adquisición de competencias de los alumnos, auspiciada por las fundaciones Ramón Areces y Europea Sociedad y Educación.
Su trabajo se basa en los resultados de los alumnos españoles en el informe PIRLS 2011, una evaluación internacional sobre comprensión lectora para alumnos de 9 y 10 años. Y su investigación determina que tener un gran profesor puede suponer casi 30 puntos de diferencia en el resultado final de la prueba. España, con 513 puntos, quedó a una treintena de puntos de Suecia u Holanda, por ejemplo.
Se preguntan también en qué centros trabajan los mejores y los peores profesores y concluyen que los buenos “están sobrerrepresentados” en los centros privados y en aquellos públicos donde van familias de mayor nivel sociocultural. Este reparto de docentes “beneficia más a las familias que tienen más recursos inicialmente” y de ahí la propuesta de hacerlo al revés.
Calero asegura que sería “una buena medida de política educativa”. “No hacer ese cambio significaría perpetuar lo que ya pasa, que tenemos una escuela con muchas desigualdades y segregación”, concluye este experto.
EL PAÍS, Jueves 23 de febrero de 2017
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