No soy madre. Por favor, lapídenme abajo en los comentarios por atreverme a hablar aquí de la maternidad sin haber chapoteado en ella. Pero, ey, soy hijo. Tengo una madre y la tengo desde que nací. Más o menos desde los cinco años, recuerdo verla hacer malabares a diario para criarme. Y un año después, para criarnos, en plural, porque nació mi hermana, que también tiene madre y es la misma que la mía. Si tengo alguna ambición de que algún día me den un premio por algo en una gran ceremonia, es solamente por poder dedicárselo a ella. Ya tengo el discurso escrito.
Por eso me sorprende esta moda de literatura de ‘madres arrepentidas’ y el empeño de algunas personas que han tenido hijos por descubrirnos al resto `la verdad', como si necesitásemos leer un libro para darnos cuenta de que ser madre es jodido. Mi madre me tuvo cuando estaba acabando la carrera y cuenta la leyenda que llegó a reclamar la nota de alguno de sus últimos exámenes universitarios conmigo en la panza. Mi madre, además de ser madre, ha trabajado siempre sin necesidad de arrojarme a las fauces del comedor del colegio ni contratar a una señora interna que me atendiera en el hogar. ¿Cómo lo hizo? No lo sé. Pero, obviamente, no debió ser fácil.
Si yo, que como hemos aclarado desde el principio, no soy madre y aún así -solo por observación- sé que parir conlleva una gran responsabilidad y deterioro en ciertos aspectos de tu calidad de vida (y mejora en otros). ¿Cómo es posible que quienes sí son madres o vayan a serlo necesiten ahora que venga alguien a ilustrarle sobre este asunto? “Un bebé destruye tu vida de la noche a la mañana”, “no puedes comer, dormir ni ducharte en condiciones”, “tuve hijos porque me dijeron que era todo maravilloso”… son algunos de los titulares que Samanta Villar nos está regalando en la gira promocional de su libro Madre hay más que una. “Tomas una decisión engañada”. ¿Engañada por quién?
Este discurso de “que me devuelvan el dinero” parece más propio de Toni Cantó cuando despertó de un letargo de varios años en coma en la serie Siete vidas, que de alguien que ha estado últimamente en este mundo con los ojos abiertos. Este movimiento de malasmadres (que sin duda tiene aspectos positivos) cae también a menudo en ese tópico llorica de quienes se quejan, iPhone y copa de 10 euros en mano, de que vivimos peor que nuestros padres. Romper los tabúes que impiden criticar ciertos aspectos de tu propia experiencia maternal sin ser acusada de ser alguien horrible está bien, muy bien, pero exclamar que tras dar a luz te has dado cuenta de que no eres más feliz por tener hijos y que nadie te lo ha advertido es a) inocente o b) tramposo. Hacer caja vendiendo ejemplares es lícito, claro, pero quizá denunciar y exigir que se resuelva el problema de conciliación de las madres en esta España neo-medieval lo sea mucho más.
Le dedico este artículo a mi madre. Chao.He querido consultar a una madre (mi hermana) su opinión sobre el tema: “Ahora mismo estoy con un niño de dos años de la mano, un perro de la correa, un carrito de bebé y pelos de loca. Lógicamente, tener hijos te cambia la vida y no necesito que nadie me lo diga. Ser madre es lo más, no considero la biografía de Samanta un libro sobre la maternidad. Su opinión me da bastante igual, aunque tú me hayas obligado a entrarle al trapo”.
EL PAÍS, Jueves 02 de febrero de 2017
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