S.F.
Habitualmente, los adultos pedimos que nuestros hijos e hijas sean ordenados y nuestra frustración es constante cuando observamos el caos que invade su cuarto: juguetes, ropas, cuentos, etc., todos los espacios ocupados sin orden ni concierto. Dentro de los valores que debemos transmitir a nuestros pequeños, el orden sirve de base en la que deben apoyarse otros muchos valores importantes. Hablar de orden como valor incluye no sólo la ordenación material de las cosas, sino el orden de la persona en general que conduce al control y dominio de sí mismo, al equilibrio emocional, la organización de las ideas y del propio proyecto personal.
Los primeros años de vida son muy importantes para inculcar el orden porque los pequeños son más sensibles a este valor. La educación del orden comienza desde el mismo nacimiento, incluso antes, creando hábitos en los horarios de comida, de sueño, de higiene, etc., que son necesarios para su correcto desarrollo.
Los tres años: el punto de inflexión
El pequeño menor de tres años suele disfrutar con el orden, de hecho se convierte en una necesidad que le ayuda a mantener cierto control sobre su ambiente y le aporta estabilidad. Con esta edad ya saben que cada cosa tiene su sitio, tienden a mantener el orden y se divierten si se les plantea la actividad como un juego divertido: ordenar por tamaños, formas, colores, clases de juguetes, tipos de ropas, etc. A partir de los tres años es necesario que interioricen los hábitos que han adquirido en sus experiencias anteriores.
Los adultos debemos estimular la adquisición de destrezas y hábitos de orden siempre con el objetivo de que los interioricen e incorporen a su personalidad. Comenzamos inculcando estos hábitos a través de la autoridad (que no autoritarismo) y la disciplina que ejercen los padres con el objetivo de que se incorporen a su comportamiento. A medida que su madurez lo permita, formarán parte de la autodisciplina, el orden será algo natural y lo mantendrá con libertad.
Cómo fomentar hábitos de orden material
Muchas de las orientaciones que se ofrecen respecto a estimular hábitos de orden en los pequeños son válidas también para los adultos. Antes de leer los consejos sobre actividades, conviene tener presente:
1) Marcar unos objetivos realistas y progresivos, siempre adaptados a la edad y capacidad del niño o la niña.
2) Ser paciente. Las cosas no salen al primer intento y se van perfeccionando con la práctica.
3) Fijar sólo un objetivo asequible para un tiempo determinado. Por ejemplo: colocar los juguetes para los primeros quince días. Cuando el niño o niña lo realice de forma habitual, añadir un nuevo objetivo como colocar la ropa y los zapatos.
4) Reconocer los pequeños éxitos recompensando con alabanzas: ¡Muy bien, lo estás haciendo perfecto!, ¡El cuarto está muy ordenado!, ¡Estoy orgulloso de ti!, etc. Los gestos afectivos pueden ser valiosas recompensas. También conviene reconocer íntimamente el esfuerzo y el progreso del adulto.
5) Y recuerdar que eres su modelo. Es importante que el niño o la niña sepa que nadie es perfecto, sus padres tampoco, y que no se le exige perfección. Cuando los padres asumen sus propios errores, están ofreciendo al pequeño una lección muy valiosa de aceptación, comprensión, tolerancia y amor.
Sugerencias sobre actividades
Establecer de forma clara cuál es el lugar de cada cosa y no cambiarlo. En el cuarto, los libros pueden colocarse en estarías a su alcance y los juguetes en cajas o cajones.
Para el cuidado de la ropa se establece un sitio para depositar la ropa sucia y un orden para el armario y el zapatero, que el pequeño debe mantener. Para las prendas que ha usado pero aún no han de lavarse, puede usar un colgador situado a su alcance.
Ayudarle al principio. Ordenar juntos puede convertirse en una actividad lúdica placentera, además el pequeño sentirá que sus padres lo apoyan.
Siempre que el niño utilice alguna cosa de la casa, sea o no sea suya, pedidle que vuelva a colocarla en el sitio donde estaba.
Contar cuentos y narraciones en los que los protagonistas sufren las consecuencias negativas de su desorden o se benefician de los resultados cuando son ordenados.
Establecer rutinas. Conviene repetir de forma sistemática y con un orden establecido, las actividades diarias. Por ejemplo, al despertar: levantarse, ir a l cuarto de baño, utilizar el inodoro, realizar el aseo corporal, ir a desayunar, cepillar los dientes, tomar la mochila o cartera del colegio (que siempre debe estar en el mismo lugar y el pequeño la habrá preparado la noche anterior) y salir de casa. Al regresar al mediodía y entrar en casa: saludos a los padres, cambiarse de ropa (si es oportuno), lavarse las manos, ayudar a poner la mesa y sentarse a comer. Igualmente se pueden establecer rutinas a la hora de acostarse, en la higiene corporal, para ir a jugar, etc. Estas rutinas de acciones encadenadas sirven para interiorizar el orden en la forma de vida y el niño o niña las realiza sin esfuerzo, sin recibir regaños por los olvidos y aumentando la seguridad en si mismo porque sabe lo que debe hacer en cada momento.
El niño forma parte de la familia y debe asumir responsabilidades de acuerdo a su edad y capacidad. Además de otras tareas que los padres le asignen, puede colaborar en actividades del orden de la casa. Cuando se hace limpieza general de un dormitorio, de la cocina o del baño, el niño puede ayudar clasificando y colocando los objetos propios de cada estancia; cuando se limpia el polvo de los libros de la biblioteca puede colaborar clasificando y ordenando los libros; ayudar a separar las diferentes prendas antes de hacer la colada, doblar la ropa una vez que se ha secado, distribuirla en las habitaciones una vez planchada, etc.
Estimular también el orden en las ideas
Ayudamos a nuestro hijo o hija a poner en orden su cuarto y de ese modo puede encontrar las cosas con rapidez. De la misma manera podemos ayudarle a establecer un orden en sus ideas y aprenderá a encontrar respuestas lógicas y coherentes. A continuación ofrecemos algunas estrategias que pueden ayudar a los padres:
Elaborar con el niño o niña un horario distribuyendo el tiempo del día. Si toma parte en las decisiones cumplirá el horario con más agrado que si se le imponen. El horario debe adaptarse a los acontecimientos cotidianos y tener en cuenta el tiempo de trabajo, el de juego y el de descanso. Para las vacaciones escolares y los días festivos el horario será diferente. El niño o niña junto a sus padres puede confeccionar un mural grande con el horario, incluir dibujos o recortes relacionados con las actividades y colocarlo en un lugar frecuentado por el niño o niña.
Preguntar con frecuencia por qué hacen las cosas procurando que la respuesta sea fruto de la reflexión. No se trata de buscar una respuesta satisfactoria para los adultos sino de que adquieran la costumbre de poner en orden sus ideas y de conducirles al autoconocimiento.
Estimular su capacidad de observación. El ritmo de la vida actual es tan rápido que no solemos conceder importancia a los pequeños detalles que nos hacen la vida agradable. Establecer un tiempo en el hogar para disfrutar de los sentidos con tranquilidad puede aportar la serenidad, sensibilidad, placer y orden en nuestro equilibrio emocional. Escuchar juntos una melodía percibiendo los sonidos armónicos, disfrutar de los sabores de una comida con tranquilidad, aspirar aromas ambientales agradables, regalar a nuestra vista la contemplación de una obra de arte, contar historias que desarrollan la imaginación y la fantasía, leer cuentos, etc. El pequeño aprende a valorar esos momentos mágicos que disfruta con las personas a quienes más admira y quiere, además de desarrollar su observación, percepción, discriminación y sentido estético.
Cuando tratan de contar algo que les ha sucedido o comparten un proyecto de trabajo o de diversión con los padres, éstos procuran que ordenen sus ideas realizando preguntas al respecto: ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿quién?, ¿dónde?, ¿con quién?, ¿con qué?, ¿para qué?, etc.
Ayudarles a confeccionar una agenda muy sencilla donde anotar las cosas importantes que deben hacer en el día. Las actividades se pueden escribir o dibujar.
Enseñarles el uso del reloj para que vayan aprendiendo a organizar su tiempo.
La convivencia y la armonía familiar bien merecen el pequeño esfuerzo de poner orden en nuestra vida. Tal vez iniciemos este cambio para educar a nuestros hijos y redescubramos el placer de vivir en paz y equilibrio emocional.
Educamos a través del ejemplo
Por último tener en cuenta que el orden, como otras cualidades de la personalidad, no depende tanto de los genes heredados como de la influencia que el niño recibe de su entorno. Lo cierto es que los pequeños habitualmente imitan el comportamiento de sus padres en vez de seguir las instrucciones de sus mensajes. Si deseamos fomentar el orden en nuestros hijos debemos comenzar por ofrecer un modelo adecuado para que lo emulen.
ABC, 20/01/2017
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