MIGUEL ÁNGEL BARGUEÑO
"Todo el mundo tiene su propia vocación. El talento es la llamada",
escribió el filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson en su texto Leyes Espirituales (1841), incluido en Ensayos
(Cátedra). Y el talento brota en una fase muy temprana. Tanto que, por
ejemplo, los genes de ciertos cromosomas están relacionados con la
habilidad para aprender música, como demostró un estudio de 2014 de la
Universidad de Melbourne (Australia). Ese mismo año, otro estudio
publicado en Nature
por científicos británicos encontró que la aptitud para la lectura y
las matemáticas en niños de 12 años “tiene un componente genético
sustancial”.
Pongamos que su hijo demuestra una gran facilidad para una materia
concreta. ¿Destacará en ella el día de mañana, de una manera natural?
Algunos pueden venir al mundo siendo un Mozart, Dickens o Einstein en
potencia, pero el entorno influye y mucho. “Sabemos que cada niño viene
dotado de serie de unos genes que le predisponen para destacar en
ciertas habilidades físicas, artísticas, musicales, matemáticas o
lingüísticas”, afirma Álvaro Bilbao, neuropsicólogo y autor del libro El cerebro del niño explicado a los padres
(Plataforma). “Estos genes se van expresando a medida que el cerebro va
madurando y que el niño está expuesto a situaciones que estimulan
dichas habilidades. Podríamos decir que la potencialidad está ahí desde
siempre y se evidencia cuando entra en contacto con el estímulo”.
El colegio es una pieza fundamental para fomentar habilidades,
desarrollar incipientes talentos y canalizar correctamente la
trayectoria académica. Pero el sistema educativo actual no lo hace,
opinan expertos en el campo de la educación de todo el mundo. Uno de
ellos es el británico Richard Gerver,
un profesor que convirtió el desangelado colegio que dirigía a las
afueras de Nottingham en un ejemplo de innovación que atrajo a
intrigados colegas de 50 países. Fue en 2002, y desde 2007 predica sus
apasionadas diatribas sobre la nueva educación en conferencias y en
libros como Crear hoy la escuela del mañana
(SM). “Todos los individuos tenemos intereses y talentos naturales”,
explica desde Londres. “Nuestra labor es educarlos y, junto a los
padres, ayudar a cada niño a descubrir qué es lo que le hace único”.
Eso ha sido así desde siempre, pero ahora resulta más necesario que
nunca. En los últimos 20 años, la era de la información lo ha
transformado todo de forma radical, mientras la educación está anclada
en los esquemas de mediados del siglo XX. La consecuencia es que, a
grandes rasgos, los niños de hoy aprenden igual que sus padres y
abuelos. “El sistema solo aprecia lo académico y necesitamos crear una
experiencia educativa más amplia que ayude a los jóvenes a encontrar
aquello que les interesa y a descubrir su propio talento”, sostiene
Gerver. “Para que esto sea posible, hay que aumentar la cantidad de
experiencias que los niños tienen a lo largo de su trayectoria
educativa. Eso se consigue proporcionando oportunidades para que dichas
experiencias surjan en la escuela, dando a todas el mismo valor”.
Centros de puertas abiertas (literalmente)
Luis Cacho habla de un nuevo paradigma educativo. Este musicólogo riojano preside la Fundación Promete,
creada en 2003 con el propósito de “promover un mayor y mejor
desarrollo del talento de todas las personas, mediante el diseño y
realización de proyectos de innovación educativa y social”, dice su web.
Según Cacho, para adecuar la enseñanza a los nuevos tiempos, y poder
explotar satisfactoriamente el talento oculto de chicos y chicas, hay
que convertir los centros en algo más que en espacios donde uno aprende
de memoria la tabla periódica.
“Hay que abrir los centros, permeabilizarlos a la participación de la
comunidad educativa: padres, profesionales, empresas, instituciones del
entorno local que estén dispuestas a ceder recursos y enriquecer las
experiencias de aprendizaje”, sostiene. “Habría que convertir cada
escuela en una comunidad educativa que dedique más atención al interés
vocacional de los alumnos de forma complementaria a la pedagogía
tradicional. No se trata de quitar asignaturas, sino que con una parte
menor del tiempo lectivo se pueda transformar la comunidad educativa”.
Es necesario también motivar al alumno para que no tire la toalla al
terminar la ESO como ha hecho un 19,97% de los jóvenes que ahora tiene
entre 18 y 24 años, según la Encuesta de Población Activa (EPA)
de 2015. “Debemos implicar al alumno en su aprendizaje ya que se
duplican las tasas de éxito escolar. Se logra dejando espacio para su
creatividad e intereses genuinos y generando espacios y tiempo para su
conexión social”, observa Cacho. Matiz importante: la enseñanza
personalizada no se dirige a crear seres individualistas, sino a
fomentar lo mejor de cada alumno para que pueda ponerlo al servicio de
sí mismo y de la sociedad.
De la teoría a la práctica
“La educación hay que personalizarla cuanto antes por una razón:
porque los niños no nacen iguales”, defiende José Antonio Marina,
filósofo, pedagogo y autor de libros como La educación del talento (Ariel). Hace ocho años fundó una universidad on line
de padres. “Estamos en el siglo de la epigenética, que nos dice que
todos nacemos con un genoma, pero unos genes se activan y otros no
dependiendo del entorno, y dentro de ese entorno está la educación. Hoy
debemos estar muy atentos a qué habilidades tienen los niños y
adolescentes. El desarrollo del talento se basa en un entrenamiento bien
dirigido y muy tenaz”.
La gran pregunta es cómo se llevan estas ideas a la práctica. Marina:
“En algunos centros avanzados facilitan que el niño pueda dedicar más
tiempo a esa afición o habilidad, en vez de llevarlo a extraescolares a
lo loco. Hay niños que tienen altas capacidades para las matemáticas,
por ejemplo, y en su clase se aburren y acaban odiando la escuela. ¿Por
qué no dejar que ese niño, en matemáticas, pase al curso siguiente? La
solución es fácil”.
“Siempre es bueno que el niño que desea aprender y disfruta con una
materia tenga algún enriquecimiento”, coincide Álvaro Bilbao, que este
junio participó en el ciclo de conferencias La educación que queremos…,
organizado por la Fundación Botín en Madrid. “Lo ideal sería tener un
modelo educativo más flexible con asignaturas troncales obligatorias,
como lengua, matemáticas o ciencias sociales, distribuidas en distintos
niveles, y otras optativas, como pintura, fotografía o debate, que
permitieran que cada niño vaya trazando su propio itinerario en función
de sus propias habilidades e intereses”. Para lograrlo, debe haber
“complicidad” entre profesores y padres. “Es fundamental, ya que
incentivar estas capacidades suele requerir muchas dosis de tiempo e
imaginación”, explica el neuropsicólogo. En definitiva, regar esa
semilla para que, en la edad adulta, el talento brille en todo su
esplendor.
Para obtener buenos ejemplos de educación personalizada no hay que
irse a los países nórdicos. En Alcorcón, localidad al sur de Madrid,
está el Colegio Fuenllana, que en el informe PISA para colegios 2016,
ha obtenido no solo una puntuación muy por encima de la media de los
colegios españoles, sino superior a la de Finlandia, arquetipo de la
enseñanza de calidad. Este centro concertado acoge niños desde infantil a
bachillerato, con ciclos de formación profesional. Y, según la
directora, Virginia González, una de las claves de su éxito es
precisamente el seguimiento exhaustivo de cada alumno. “Tenemos un
sistema tutorial individualizado que nos permite personalizar su ritmo
de aprendizaje. También se detecta en actividades extraescolares y
proyectos de enriquecimiento”, explica. Entre ellos, disponen de una
escuela de debate, “que ayuda a potenciar habilidades del lenguaje”, y
anteriormente desarrollaron un proyecto de excelencia literaria para
descubrir talentos en ese ámbito. “Las habilidades no siempre son
evidentes: hay niños con un enorme potencial en una asignatura, pero la
suspenden en los exámenes”, apunta.
EL PAÍS, Miércoles 24 de agosto de 2016
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