SERGIO LILLO
Carlota y Nico tienen cuatro años y son los más
pequeños de una veintena de niños en la que el mayor tiene 12. Sentados
en unas sillitas de plástico blanco, cortan el pimiento con los mismos
cuchillos que lo haría un chef profesional. No dudan ni bromean hasta
que no han terminado. Los niños españoles ya no solo disfrutan
corriendo, saltando y mojándose en verano. Cada vez más, se divierten
mientras preparan un arroz Nasi Goreng o unas rosquillas de anís durante
las vacaciones.
Este año, la búsqueda de actividades de este tipo ha aumentado un 26,8% (en 2015 se registraron en torno a 10.000), según SoloCampamentos,
web referente en el sector, y raro es el campus que no incluye alguna
sesión de cocina. “Los padres buscan que sus hijos aprendan algo útil
que les permita desarrollarse como personas, que sean más creativos y
que aprendan a comer de forma saludable”, apunta Covadonga Berjón,
directora de marketing del buscador.
Los expertos de las escuelas de cocina creen que
una de las razones de esta especie de fiebre infantil es el estreno del
programa de televisión MasterChef Junior en 2013,
con una media de 3,4 millones de espectadores, y sus posteriores
ediciones. “Pero si la única causa fuera la televisión, se
desengancharían rápidamente”, apunta Borja Ormazábal, fundador de Kitchen Academy
(Las Rozas, Madrid), fundada en 2015. “Los padres lo ven como algo
educativo, dejan a los niños participar en casa y estos lo disfrutan y
mantienen el interés”.
La responsabilidad de evitar los altos porcentajes
de obesidad infantil y los trastornos alimenticios también influyen en
el fenómeno. “Si estos niños aprenden cómo comer y se divierten
cocinando, se evitarán desajustes alimenticios en la adolescencia”,
apunta el doctor Moreno Villares, coordinador del Comité de Nutrición de
la Asociación Española de Pediatría. “Pero no existe una solución a
corto plazo, debemos ir sembrando poco a poco”, añade.
A Maite, de 10 años y que sonríe sin parar, le encanta preparar repostería. “Mi postre favorito es el coulant
de chocolate”, dice mientras se le iluminan sus grandes ojos azules.
Este verano está experimentando lo que es cocinar por primera vez fuera
de casa. “Estoy haciendo muchos amigos”, añade antes de continuar
cortando una pechuga de pollo en taquitos para unas brochetas, mientras
no deja de sonreír.
Cambio en la sociedad
La obesidad infantil en España se sitúa por encima
de la media de los países de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), con un 25%. El problema, provocado por
diversos factores como el cambio en la tradicional dieta mediterránea o
la disminución de la actividad física de los menores, amenaza el
presente y el futuro.
El doctor Moreno Villares considera “positiva” la
influencia de los programas televisivos de cocina porque “han acercado a
los niños a los alimentos, a la cocina, donde se les veía como un
estorbo”. Pero advierte de que los altos índices de obesidad infantil
no van a verse modificados solo porque los niños estén más entre
fogones. “Se mueven menos, juegan menos fuera y en el día a día de
prisas y trabajo, el niño no va a tener tiempo para preparar y elaborar
sus recetas”, advierte.
“MasterChef no solo es un programa de entretenimiento, está cambiando la sociedad”, dice Ignacio Barreiro, socio fundador de De olla y sartén,
que desde 2014 organiza este tipo de actividades. “Si desde pequeños
aprenden la forma correcta de tratar los alimentos y alimentarse, el día
de mañana cambiarán estos datos negativos relativos a la salud”, añade.
Aprender entre cazuelas
No todo es ponerse el delantal y empezar a preparar
las recetas. En estos campamentos de cocina, se busca que los más
pequeños se involucren en elegir los alimentos que se van a preparar,
que entiendan por qué son saludables los productos de temporada y que
aprendan a ser responsables con los instrumentos y su posterior limpieza
y recogida.
Neus Canal, cofundadora de Cookiteca,
con varios centros en la provincia de Barcelona desde 2010, apunta que
“tras el estreno de MasterChef Junior hemos recibido muchas más
solicitudes para nuestra escuela y el número de niños en las colonias de
verano se ha duplicado en algunos casos”. Canal considera que los
menores cuentan con una ventaja en el aprendizaje frente a los adultos:
no tienen miedo a fallar y se atreven con todo.
El lazo rosa, que la pequeña Carlota lleva
sujetando su pelo, se echa para atrás al probar la salsa de miel y
sésamo que acaba de preparar para condimentar unas brochetas de pollo y
verduras. Sus ojos se abren como platos tras apurar la cuchara sopera e
inmediatamente levanta su pequeño dedo pulgar. Probar lo que cocinan es
parte del proceso educativo que se intenta llevar a cabo en estos
campamentos. “Van a aprender a nutrirse y eso no lo van a olvidar
nunca”, considera Rosa María Nieves, responsable técnica de Kitchen
Academy.
La mesa está puesta, los estómagos hambrientos y el
barullo de una veintena de niños con ganas de saborear lo que han
preparado durante más de una hora llena cada rincón de la sala. El arroz
ya ha reposado y las brochetas están listas. Veinte minutos después no
quedará nada en los platos. Esa es una de las claves: han sudado entre
los fogones para cortar, sofreír y aderezar y eso merece su recompensa.
EL PAÍS, Viernes 19 de agosto de 2016
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