“Menos productos de lujo y más Hacendado, menos móviles y más tiempo en familia, menos juegos de consola y más bicicleta, menos recompensas materiales y más muestras de cariño, menos televisión y más paseos en la montaña observando la naturaleza, menos ruido y más silencio. Aprendiendo que lo bueno y lo valioso lleva su tiempo y esfuerzo”
Catherine L`Ecuyer
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El timo de los libros de texto
ANA DEL BARRIO
Todavía recuerdo aquellos libros gastados que iban pasando de hermano en hermano, de primo a vecino, de amigo a conocido. Heredar los libros no era sólo una tradición, sino casi una obligación.
Durante todo el curso escuchabas la cantinela de que lo cuidases bien
porque ese ejemplar lo iban a heredar tu hermano y tu otro hermano y el
otro, aunque hubiese varios años de diferencia. Un libro de texto podía
tener hasta siete vidas, como los gatos.
El preciado manual tenía que acabar el curso impoluto, sin tacha, mancha,
o rayajo alguno, bajo la amenaza de que cayesen sobre tus espaldas las
10 plagas de Egipto. Incluso luchabas para que el forro Aironfix, que
tantos disgustos nos daba, se mantuviese inmaculado sin pompas ni
arrugas.
Las cosas han cambiado. Y mucho. Hasta tal punto que heredar un libro
se ha convertido en una misión casi imposible. Los colegios y las
editoriales trabajan concienzudamente para que cada temporada los padres
tengamos que renovar todos los volúmenes. La broma se traduce este año en... ¡48 libros! y eso que sólo tengo dos hijos.
Como Bill Murray en el día de la marmota, todos los cursos se me queda la misma cara de idiota al comprobar que no puedo aprovechar ni un solo ejemplar, cuando mis retoños sólo se llevan dos años de diferencia. Las tácticas utilizadas para favorecer este despilfarro
son numerosas: unas veces, los libros funcionan como cuadernos en los
que se escribe y, por tanto, no son reutilizables; otras, es el colegio
el que cambia de editorial y, en otras ocasiones, es la editorial la que
cambia el libro. Y, si todo está tranquilo, es el ministro de turno el que cambia la ley para que todo vuelva a cambiar otra vez.
Un
año, comprobé con satisfacción que podía salvar un tomo de la larga
lista: el de Religión. Me lancé como gata panza arriba sobre el libro al
comprobar que la editorial era la misma que la de mi hija mayor y
pensé: «¿Cómo va a cambiar el manual de Religión en dos
años si el catecismo sigue igual desde hace lustros? ¿Acaso ha habido
alguna modificación en la Biblia que me he perdido?». Pero, una vez más,
me equivocaba: efectivamente, el ISBN de la obra era diferente.
Con
el enfado pegado a los talones, comencé a comprobar, hoja por hoja,
cuáles eran las diferencias entre el libro de Religión antiguo y el
nuevo. Los temas eran exactamente iguales, sólo que los
habían cambiado de orden y habían variado los textos de encabezamiento
de las unidades. Como el contenido de la asignatura era el mismo,
solicité a la profesora que me dejase usar el viejo y devolver el nuevo.
Pero la respuesta fue un no rotundo.
Puestos a cambiar, en el
colegio concertado de mis hijos renuevan hasta los libros de lectura
cada curso, así que tampoco los podemos aprovechar. ¿Por qué todos los
años tenemos que desembolsar más de 700 euros en libros?
Sé que hay muchos colegios públicos que han organizado bancos de
intercambio y campañas de donaciones, pero no conozco ninguna iniciativa
similar en los colegios concertados ni privados. ¿Es que nadie va a
tener piedad de los sufridos padres? Llevar a tu hijo a un colegio
concertado o privado no significa que seas millonario. Ni mucho menos.
FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr...
ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada. El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer....
NATALIA LÓPEZ PEVIDA El encuadre no recogía más que algunos juguetes y dos caras, las de un padre y su hijo disfrutando de un buen baño, pero las críticas no se hicieron esperar cuando el bloguero y activista LGTBI Perez Hilton subió la fotografía a Instagram (imagen del artículo). El selfie solo podía ser el fruto de un " pervertido " o un " degenerado ", según algunas de las reacciones de quienes expresaron su horror ante la posibilidad de que el niño pudiese ver el cuerpo desnudo de su padre. Días después, Hilton zanjaba el tema declarando que se había duchado con el bañador puesto. ¿Por qué tuvo que justificarse? La desnudez paterna da lecciones que no todos entienden Mostrarse desnudo ante los hijos es un asunto delicado que cada familia gestiona a su manera, pero el choque entre las distintas perspectivas revela un oscuro tabú. Hay un punto de vista que enfoca la exhibición del cuerpo humano como algo indigno , probablemente una herencia d...
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