JUAN REVENGA FRAUCA
El otro día lo vi, fue una noche cualquiera de un martes ídem. Un anuncio
reflejaba las coacciones de una madre hacia un hijo que se negaba a comer lo
que esta quería que comiera. El producto: un batido para “complemetar” la dieta
habitual de esos niños a los que les “cuesta comer”. No hay derecho. Ver a un
niño sufrir sometido a presiones y coacciones no es plato de gusto, y menos
cuando el sometimiento se realiza con un inaceptable y mal entendido ejercicio
de autoridad. Cuando el spot de turno sirve para poner en alza un
producto que maldita la falta que hace en nuestro entorno –desplazando a
estrategias verdaderamente válidas–, la cosa ya clama al cielo.
Antes de continuar, echemos un vistazo al anuncio que motiva este
escrito:
Pasemos a relatar las razones por las que las incorrectamente denominadas ‘leches’
de crecimiento y los aun más específicos complementos para niños
supuestamente malcomedores –productos como Meritene Junior, un producto que
comercializa la multinacional del sector alimentario Nestlé S.A., con un perfil
similar al de otros como Pediasure (de Laboratorios Abbot)– juegan con los miedos más cervales de
los padres. A saber: que el niño pueda enfermar, no crezca, no se desarrolle
convenientemente o sufra algún problema de salud, todo ello fruto de una
hipotética desnutrición al no comer lo suficiente (siempre según los padres,
claro).
Bien, resulta que estos productos distan mucho de ser esa autoproclamada
solución: desde la comunidad sanitaria y científica se apuesta por estrategias
diametralmente opuestas cuando se trata de educar a nuestros hijos en este
terreno. Son muchas las voces que, fuera de la influencia de la industria, se
levantan en contra de las medidas coercitivas que obligan a comer a los niños,
ya que en vez de arreglar nada lo único que se consigue es estropear más el
asunto, agravando el problema.
No lo digo por decir, en esta investigación
se contrastó que el hecho de forzar y presionar para que nuestros hijos coman
más frutas y verduras está relacionado con un menor consumo de las mismas. Al
mismo tiempo, y reforzando este mismo mensaje pero en positivo, este otro trabajo puso
de relieve que la ingesta de este tipo de productos por parte de los niños
aumenta tras ver a los adultos comerlos. Resumiendo, forzar a comer no es solo
que sea una mala estrategia, es que además es contraproducente, como bien han
comentado otros profesionales del sector de la nutrición en sus cuentas de Twitter
(la red que ha recogido gran parte de la polémica del anuncio de marras).
Educar con el ejemplo no es por tanto una forma más de educar, debería ser
la única forma de educar. Algo que tenía muy claro nuestro Ministerio de
Educación cuando
promocionaba el sano hábito de la lectura entre los más pequeños. En este
sentido, otra de las tantas circunstancias reprochables del anuncio de Meritene
Junior es ver a un niño aislado, que no come con sus padres y que está sentado
en el suelo sometido a un cuarto grado que ni en Guantánamo.
Tras hablar El Comidista con la empresa responsable del producto, Nestlé
S.A. responde que “el anuncio pone en valor la actitud paciente y perseverante
de la madre de un niño al que comer le resulta difícil”. Ante esta situación en
la que la madre obliga a la fuerza a comer a su hijo, el niño le llama mala:
“Eres mala, muy mala”, son sus palabras. A pesar de que la voz en off del spot
asegura que si un día tu hijo te dice que eres una madre mala… es que eres muy
buena, lo cierto es que el niño, sin saberlo, tiene detrás una importante
bibliografía científica que respalda su veredicto.
La madre, en cambio, no tiene ninguna: obligar a comer a un niño es una
estrategia negativa y, por tanto, en el universo de un niño quienes la
practican son personas malas. Di que sí Alvarito, cuentas con todo mi apoyo y
simpatía (Alvarito es el nombre con el que en mi fuero interno he bautizado a
esta torturada criaturita). ¿Acaso ustedes no se sentirían torturados si
alguien abusando de su autoridad les obligara a comer algo que ustedes no han
decidido y en la cantidad que esa autoridad ha establecido de modo unilateral?
¿Se imaginan a ustedes mismos siendo objeto de esa presión en un restaurante
cualquiera?
Entendámonos, los desvelos por aportar a nuestros hijos una correcta
alimentación y una adecuada educación en este ámbito es, sin lugar a dudas, una
sana preocupación. Pero a partir de aquí las cosas se pueden hacer mejor o peor
y desde luego obligar, presionar, forzar e imponer pasan por ser las peores
entre todas las posibilidades a la luz de la evidencia científica.
Tal vez a algunos padres les resultará difícil empatizar con el siguiente
mensaje, pero se ha de tener en cuenta que el
mejor indicador del apetito de un niño es precisamente el apetito de ese
niño: es decir, la cantidad de alimento que él dice que quiere comer. Este es
uno de los mensajes principales de la Asociación
Americana de Pediatría y de la propia OMS cuando afirman que,
incluso en el caso de los bebés, se debe respetar la innata capacidad de los
niños para autorregular la cantidad de comida que necesitan. Es más, una
reciente investigación capitaneada por investigadores de primera línea ha
puesto de manifiesto que “un niño que solo se come entre la mitad o dos
terceras partes de la comida que él mismo se ha servido no está siendo
derrochador, beligerante o irrespetuoso. Es simplemente un niño normal”. ¡La
mitad o las dos terceras partes de lo que ellos mismos se sirven!... y no pasa
nada.
No obstante, aun están por llegar las peores noticias respecto a esto de
obligar a comer a un niño. Alvarito, el niño del anuncio, va a ver incrementado
su riesgo de obesidad en el futuro por el hecho de que su madre le azuce para
comer más allá de lo que le gusta o de su apetito (y tras conseguirlo, además,
atizarle el batido de rigor). No exagero. Este tipo de presión para que
nuestros hijos coman se puede traducir, tal y como señala este estudio, en un
aumento del riesgo de desajustar la capacidad innata de los niños para adecuar
su consumo de energía.
Esto puede concretarse en que los niños terminen comiendo más de lo que
necesitan, una situación nada necesaria cuando más de una tercera parte
–peligrosamente cerca de la mitad– de la población infantil española padece
exceso de peso. Así lo puso de manifiesto este otro artículo,
que observó que el 85% de los padres procura que los niños a su cargo coman más
de lo que ellos quieren. El resultado es que entre esos niños obligados a
comer, el 38% comió notablemente más de lo que hubieran comido si nadie les
hubiera dicho nada, y que el 83% comiera por encima de su apetito.
¿Podría haber algún caso en el que los suplementos fueran útiles?
A pesar de todo lo expuesto hasta aquí, ¿es posible encontrar niños en
nuestro entorno que tengan alguna carencia nutricional que justifique el uso de
preparados como Meritene Junior o Pediasure? Es decir ¿podrían ser necesarias
en casos concretos? La verdad es que difícilmente, y menos con el perfil
nutricional que tienen. Concretaré.
Según el
informe de la
Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria respecto a los
requerimientos nutricionales y la ingesta dietética de los niños en la Unión Europea, los
cuatro posibles déficits de los niños europeos son el de los ácidos grasos de
la familia omega tres, la vitamina D, el hierro y el yodo. Y tampoco olvidemos
que este informe señala como situación de riesgo el exceso calórico. Pues bien
¿cómo se supone que nuestra Autoridad Sanitaria invita los ciudadanos a
afrontar estos riesgos? El mensaje es claro e inequívoco: “Los expertos
consideran que tanto los déficits como el exceso se deben afrontar siguiendo
las Guías Alimentarias Basadas en Alimentos […] a partir de una alimentación
saludable. Estas guías ofrecen educación nutricional y consejos tanto para los
individuos concretos como para el público en general con el fin de alcanzar los
objetivos nutricionales y de ayudarles a seleccionar una dieta que satisfaga
sus necesidades. Estas recomendaciones incluyen la adecuada elección de
alimentos que son fuente de aquellos nutrientes clave para la salud pública
[…]”
Les ha faltado decir que además se deben afrontar sin complementos ni
'chupibatidos', pero su ausencia es más que reveladora. Seamos sensatos, que
levante la mano el que conozca algún caso de desnutrición infantil en España
ocasionado por la negativa del niño a comer entre una variada oferta de
alimentos saludables, y sin la coincidencia de otras patologías. Vale. Los
niños normales no necesitan soluciones extemporáneas y menos si son como estas.
En resumen y por todo lo visto:
- Si obligas a tu hijo a comer (o a quien sea) te estás columpiando al alejarte de todas las recomendaciones conocidas para educar a los más pequeños en unos correctos hábitos alimentarios. Y es más que posible que el tiro te salga por la culata.
- Si entonces tu hijo te dice que eres una mala madre o un mal padre, yo le daré la razón, y también se la dará la OMS y todas las asociaciones de pediatría que se han pronunciado al respecto.
- Los productos como Meritene Junior y otros similares, no aportan soluciones. Al contrario: las alejan. Aunque uno crea quedarse muy tranquila o tranquilo tras emplearlo.
- Meritene Junior y Pediasure son productos inútiles, en mi opinión muy caros, o si lo prefieres para pijos (indocumentados).
- La paciencia y la tenacidad sin duda alguna necesarias en lo que respecta a reconducir los hábitos alimentarios de nuestros hijos no ha de plasmarse en posicionamientos autoritarios. Al contrario, esas características son las que se han utilizar para ofrecer diariamente una oferta suficiente de alimentos saludables, en la que a los niños se les invite a elegir qué alimentos comer y en cuánta cantidad.
Análisis del Meritene
- Contiene una cantidad de azúcar francamente elevada. En concreto una ración de la versión de sabor fresa aporta, una vez reconstituido con 200 ml de leche, más de 39 g de azúcares: más azúcar que una lata de Coca-Cola.
- Esto es debido a que además de la leche (y su lactosa) entre los ingredientes de Meritene Junior el segundo es la sacarosa, nombre técnico que se le da al azúcar de mesa. No entiendo por qué Nestlé SA nombra al azúcar entre sus ingredientes como sacarosa… ¿hay alguien que pida los azucarillos en un bar diciendo "deme por favor tres sobres de sacarosa"?
- El aporte de sus vitaminas y minerales y demás nutrientes no es para tirar cohetes si lo comparamos con otro producto de la casa, el Nesquick. Es más, dos vasos de esta bebida iguala y supera en muchos casos los aportes contenidos en una ración de Meritene Junior (con más azúcar aun, eso es cierto).
- El precio del Meritene Junior es accesible para pocas economías domésticas. Según un rápido y no exhaustivo estudio de mercado la ración de esta bebida (sin contar la leche) sale por unos 1,5 € (la de Pediasure por unos 2,41 €) frente a los 0,08 € de una ración (sin la leche) de Nesquik.
- Meritene Junior tiene a gala usar solo las farmacias y parafarmacias para su venta, cuando nada le impediría comercializarse en supermercados y ultramarinos. Esto en mi opinión es una instrumentalización de las oficinas de farmacia, otorgando a su producto una categoría que no tiene (igual que las pastillas Juanola, pero esa es otra historia).
Si quieres profundizar en este tema te sugiero muy vivamente que acudas a
consultar este
texto de Julio
Basulto y Francisco José Ojuelos Gómez y que te hagas con dos obras
imprescindibles, Mi niño no me come (Temas de hoy, 2012) del pediatra Carlos González y Se me hace bola (Debolsillo,
2013) de nuevo de Julio Basulto.
Para la realización de este post El Comidista remitió una serie de
preguntas a Nestlé SA, que procedió a responderlas. En mi opinión no hacen sino
reforzar el mensaje de este escrito: en cualquier caso están íntegras en este
enlace para ser consultadas.
EL PAÍS, Viernes 9 de octubre de 2015
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