EVA CARNERO CHAMÓN
Levantarse cada día y seguir sonriendo pese a condiciones muy desfavorables, poner en marcha un negocio propio, superar una ruptura sentimental
o el fallecimiento de un ser querido o pararle los pies a un jefe
abusón son algunas de las heroicidades que cada día protagonizan miles
personas anónimas. No es necesario llevar una capa superpoderosa al
estilo Batman para ser un ejemplo a seguir por los demás. De hecho,
cuando Pilar Jericó, presidenta de la consultora de management Be-Up escritora, conferenciante y colaboradora en el blog El Laboratorio de la Felicidad, de El País Semanal,
pregunta a los asistentes a sus talleres y conferencias sobre las
personas que tienen como referentes en su vida, "la mayoría mencionan a
un familiar cercano, un antiguo jefe, la pareja... En definitiva,
personas de carne y hueso que les influyeron positivamente. Por eso,
todos tenemos el potencial de ser héroes cotidianos, aunque no seamos
conscientes de ello".
Como Superman, pero sin la capa
Para Jericó, hay dos rasgos que en cualquier época y cultura
diferencian a los héroes del resto de la humanidad: el primero es que
ellos siempre se salvan a sí mismos, es decir, no esperan a que sea otro
el que vaya a rescatarles de los problemas; y el segundo, que son un
ejemplo para el resto, aunque no lo pretendan.
¿Reúne estos requisitos? ¿Cree que alguien de su entorno los tiene?
Modelar una personalidad que contenga valores como coraje,
determinación, entusiasmo o confianza en uno mismo es un proceso que
tiene su origen en diferentes fuentes. "Nuestro potencial es estimulado
por las experiencias que vivimos, las personas que nos rodean y aquellas
con las que nos relacionamos", explica la psicóloga clínica Laura
García Agustín, directora de Grupo Clave Salud,
quien encuentra en la familia la cantera donde se forja el carácter de
las personas. "Es en el hogar donde se nos estimula o se nos desalienta.
Y es allí donde aprendemos todo, bien por imitación directa, copiando
de nuestros referentes, o por reacción a lo que vemos, haciendo lo
contrario de lo que observamos en nuestros modelos, por rebeldía",
sostiene García Agustín.
Por su parte, Jericó también señala el entorno familiar como uno de
los orígenes más influyentes en el desarrollo intelectual y emocional de
las personas, al que añade el componente genético como otro de los
factores a tener en cuenta. Eso sí, advierte de que "ninguno de los dos
prescribe nuestra conducta, ya que, la determinación es absolutamente
personal".
Crecer sin miedo
Las decisiones que tomamos frente a las vicisitudes de la vida y que,
en ocasiones, nos convierten en héroes cotidianos, en gran medida
responden a cómo desde pequeños "las personas de nuestro entorno nos han
estimulado y nos han inoculado el deseo de superarnos cada día", como
asegura la psicóloga García Agustín. En otras palabras, "las
expectativas que los demás proyectan en nosotros condicionan, en parte,
quiénes vamos a ser en el futuro". Es lo que, en psicología, se conoce
como efecto Pigmalión.
Así pues, vemos cómo, por un lado, un entorno adecuado en combinación
con una genética específica puede contribuir a convertirnos en héroes,
es decir, personas admiradas por su actitud, comportamiento o logros en
la vida. Sin embargo, no podemos ignorar que, por otro lado, existen
factores que dificultan el desarrollo de todo nuestro potencial.
"Ciertas creencias y miedos personales, así como la falta de recursos
para lograr lo que queremos, se convierten en poderosos frenos que nos
impiden alcanzar nuestros deseos", apunta Jericó, quien lo ejemplifica
así: "Si pensamos que no podemos enfrentarnos a nuestro jefe, será muy
difícil que lo hagamos. Igualmente, si queremos romper con nuestra
pareja, puede que el miedo nos paralice. Y, por último, quizá queramos
montar nuestra propia empresa, pero no seamos capaces de dar el paso
porque nos falta la estrategia que nos daría la fuerza suficiente para
ponernos en marcha".
Temores que según Pilar Jericó, autora del libro No miedo
(Alienta Editorial, 2007), la mayoría de las veces son invenciones,
creaciones de nuestra mente. "De ahí que quien sufre un problema,
normalmente, magnifica sus consecuencias, mientras que si lo observamos
desde la distancia nos suele resultar más sencillo enfrentarnos a él, ya
que, cuando estamos fuera, las emociones desaparecen o, al
menos, se minimizan, y podemos reducir la cuestión a un simple causa y
efecto", dice la experta. Por ejemplo, imagine que un amigo le pide
consejo para resolver una situación laboral en la que su jefe le ha
encomendado un trabajo que no se corresponde con su cargo. Ante esa
situación, usted le sugiere que se limite a comunicar su disconformidad.
Es decir, simplemente zanje la cuestión haciéndole saber a su
superior que no está dispuesto a realizar esa labor. Parece fácil, ¿no?
Sin embargo, lo que para usted es acción-reacción, para su amigo supone
un esfuerzo titánico, una heroicidad que bien podría adjudicarse a
Spiderman, al Capitán América o a Wonder Woman. Y es que si hace un
ejercicio de empatía e imagina que es usted el que se encuentra en la
disyuntiva de negarse o no a realizar ese trabajo, comprobará cómo esa
decisión está, inevitablemente, "envuelta en una maraña de dudas y
desasosiego".
Contra todo pronóstico
Ahora bien, tanto si esos miedos son reales como si solo están en
nuestra imaginación, lo cierto es que a lo largo de la historia ha
habido y hay muchas personas capaces de mirar de frente a las
dificultades y no renunciar a sus anhelos. Todas ellas son héroes, unas
veces anónimos y, otras, con nombre y apellidos, como Helen Keller
(1880-1968), una mujer sorda, ciega y muda, que a pesar de sus
limitaciones fue capaz de obtener un título universitario y convertirse
en activista política y escritora, como rememora Laura García Agustín.
Para la psicóloga y autora de El valor de lo vivido (Temas
de Hoy, 2009), Keller es la prueba de que un entorno que cree en
nosotros y nos estimula, puede determinar en gran medida cuál será
nuestro camino en la vida. "Pero, también es cierto que por sí mismo, no
es suficiente. Pues lo contrario, también sucede. Es decir, personas en
ambientes muy desfavorables que han salido fortalecidas a pesar de lo
vivido", concluye.
Breve guía para superhéroes
Estamos rodeados de héroes cotidianos, de esos que lo dan todo por
muy poco y de los que la mayoría de las veces no conocemos ni el nombre
ni los apellidos. Puede que su vecino sea uno de ellos o quizá lo sea
usted para alguien. "Todos llevamos un héroe en potencia en nuestro
interior, es decir, una persona que sabe salir ella misma de los
problemas y que es un referente positivo para el resto", asegura la
escritora Pilar Jericó. Sin embargo, no siempre conseguimos dar el paso y
nos quedamos en simples mortales. La psicóloga Laura García Agustín
señala los pasos necesarios para dejar salir al héroe que todos llevamos
dentro:
1. Identifique sus fortalezas y debilidades. Saber con qué recursos contamos antes de iniciar cualquier objetivo es fundamental para alcanzarlo.
2. Defina su meta. Es esencial tener claro qué conductas o habilidades queremos incorporar, reducir o eliminar.
3. Diseñe un plan. Para conseguir
lo que queremos debemos establecer acciones concretas, alcanzables,
realistas y medibles, que nos den información efectiva a lo largo del
proceso hacia nuestro propósito.
4. Aplauda sus progresos. El reconocimiento a medida que avanza es imprescindible para alcanzar el objetivo con eficacia y rapidez.
Por su parte, Pilar Jericó completa este listado y añade:
5. No caiga en actitudes poco "heroicas". La queja, el victimismo o no asumir responsabilidades nos restan energía.
6. Busque un apoyo. Todos los héroes tienen amigos. Buscar personas que le ayuden a lograr su sueño no le merma heroicidad a su gesta.
7. Relativice. Si contemplamos los grandísimos
problemas que teníamos (aprobar un examen, pedir salir a una chica o
aceptar una oferta de trabajo), veríamos cómo no eran tan críticos como
pensábamos. Por ello, intente tomar distancia.
8. Disfrute. Algo que tienen en común todos los
héroes es la pasión que ponen en lo que hacen. Por eso, ante situaciones
difíciles, es crucial ver la parte amable del problema, aquello de lo
que se puede aprender y sacar provecho para seguir avanzando.
EL PAÍS, Jueves 8 de octubre de 2015
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