JAVIER SALAS
El primero que se planteó en serio si los primogénitos son más listos
fue el antropólogo Francis Galton, primo de Darwin y benjamín de nueve
hermanos. Había detectado que muchos de los importantes científicos de
su época, a finales del XIX, eran los hermanos mayores en sus familias y
sus pesquisas le dieron la razón: en la mayoría de los casos eran los
primogénitos. No obstante, en aquella época había muchos condicionantes
que podían influir en que los primeros de la casa se dedicaran a la
ciencia. Pero estudios realizados bien entrado el siglo XX han venido
confirmando la tesis de Galton: parece que los mayores tienden a mostrar
mayor inteligencia que los últimos en llegar a la familia.
Hoy se publica un estudio que sirve para cerrar este debate y, a su
vez, afrontar otro más complicado: si el orden de nacimiento entre los
hermanos y hermanas afecta a su personalidad. Durante mucho tiempo,
desde la psicología se ha considerado que el rol que cada hermano
desempeña en la familia termina moldeando su personalidad: los mayores,
responsables, dominantes, ansiosos, iracundos; los menores, sociables,
vulnerables, impulsivos. Pero nada de esto se confirma: el orden entre
los hermanos, ser primogénito o benjamín, no determina el tipo de
personalidad, según este estudio de la Universidad de Leipzig que aparece en PNAS.
Únicamente se nota en el intelecto, que estadísticamente se muestra
menor a medida que se desciende por la escala fraternal hasta el
benjamín.
"La principal noticia de nuestro estudio es que no encontramos
efectos del orden de nacimiento en cualquiera de las dimensiones de la
personalidad, más allá del dominio intelectual. Esto no solo contradice
teorías psicológicas importantes, sino que también va en contra de la
intuición de muchas personas", explica el líder del estudio, el psicólogo Stefan Schmukle.
Esencialmente, ponen en entredicho que nacer antes o después que los
hermanos determine cómo serán según el modelo de las cinco grandes
dimensiones de la personalidad: extraversión, apertura al cambio,
responsabilidad, cordialidad e inestabilidad emocional.
En psicología interesa conocer los determinantes de la personalidad,
explica Schmukle, y ya se sabe que tanto los efectos genéticos
("naturaleza") como los ambientales ("crianza") son importantes para su
desarrollo. "Varios psicólogos sugieren que la posición entre hermanos
podría ser un importante determinante ambiental, pero nuestros
resultados sugieren que influye menos de lo que se pensaba", defiende.
Los investigadores analizaron tres importantes bases de datos de tres
países (Alemania, Reino Unido y EE UU) en las que se podían controlar
variables como el tamaño de la familia, la edad, el origen y estatus
socioeconómico. Al analizarlas, cruzando toda la información,
descubrieron una correlación: los sujetos registran 1,5 puntos de
cociente intelectual más a medida que subimos posiciones hacia el
primogénito. Se trata de una diferencia estadísticamente notable, pero
irrelevante a efectos prácticos, más allá de la validez que se le dé a
estas pruebas de inteligencia. Se trata de un dato que consolida
estudios previos, como uno pionero publicado en Science en 1973 entre jóvenes holandeses.
Distintos autores han tratado de dar respuesta a este hecho. Se ha abordado tanto desde una perspectiva ambiental,
al indicar que los mayores refuerzan conocimientos al ser profesores de
los pequeños, como natural, al considerar que la gestación de los
primeros hijos cuenta con ventajas. Pero no se ha logrado dar con una
explicación satisfactoria todavía.
Lo que sí descubrió el equipo de Schmukle es otra pequeña correlación
entre el orden de nacimiento y la autopercepción de curiosidad
intelectual: "Los primogénitos eran más propensos a asegurar que cuentan
con un vocabulario rico y menos dificultad para entender las ideas
abstractas", explica el psicólogo alemán. De este modo, cuanto mayor es
el hermano o hermana dentro de su familia, más listos se creen y mejores
puntuaciones sacan en pruebas de inteligencia. Se trata de
correlaciones muy pequeñas, pero que dan pistas a los investigadores
para saber en qué medida la personalidad se desarrolla influida por esas
relaciones fraternales de amor y odio.
"Podría ser que el orden de nacimiento solo afecte a dimensiones más
específicas de la personalidad, como por ejemplo, la búsqueda de
sensaciones o la asunción de riesgos", aventura Schmukle, preguntado
sobre futuras investigaciones en este campo. "Puede que esos efectos
solo se noten mientras se vive dentro de la familia, por eso estoy
interesado en analizar datos de adolescentes que todavía viven en
familia, para complementar nuestro estudio", que analizó adultos de
distintas franjas de edad.
EL PAÍS, Lunes 19 de octubre de 2015
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