ÁNGELES GÓMEZ LÓPEZ
¿Se imagina a Rambo (Sylvester Stallone) sin el torniquete de su
brazo para detener la sangre que mana de su terrible herida? ¿O a la
Señora Doubtfire (Robin Williams) sin socorrer al novio de su exmujer
(Pierce Bosman) al atragantarse en un restaurante? O más cerca todavía,
usted mismo, ¿no ha taponado nunca la nariz con algodón para cortar un
sangrado? A pesar de tratarse de técnicas de primeros auxilios muy
conocidas, no son siempre un ejemplo de buen hacer en situaciones que requieren ayuda sanitaria. Estos son los errores más comunes que cometemos al prestar los primeros auxilios.
1. Sacar a un accidentado del coche. Si ha
presenciado un accidente de tráfico, habrá comprobado el deseo de los
testigos por socorrer a las víctimas hasta que lleguen los servicios
sanitarios. La primera regla de oro es no movilizar nunca a los heridos.
"Salvo un peligro inminente de explosión o de caída de objetos, nunca
hay que sacarlos del coche ni cambiarlos de lugar. Solo hay que
controlar cómo están”, subraya José Javier Varo, director del Servicio
de Urgencias de la Clínica Universidad de Navarra.
La razón es el riesgo de que exista una lesión cervical. “Una
fractura inestable de la columna cervical puede convertirse en una
lesión medular si movilizamos a la víctima”, advierte Varo.
Si el accidentado es un motorista, tampoco hay que intentar retirar
el casco, “salvo que esté dificultando la respiración y comprometiendo
la vida”. La explicación: proteger la columna cervical. Lo mismo que si
la víctima está bocabajo: “hay que dejarla en esa posición y, en caso de
tener que movilizarla, hacerlo como si fuera un bloque, entre varias
personas”. Y, sobre todo, “nunca se debe que trasladar al accidentado
hasta un hospital en un coche particular”.
"Lo mejor que usted puede hacer en esas situaciones es no hacer nada y
esperar a que vengan la policía y los servicios sanitarios”, zanja.
2. Animarnos con el torniquete. Ejercer una presión
suprema con bandas para contener una hemorragia es un recurso muy
cinematográfico que no hay que reproducir en la vida real. “De eso se
encarga, excepcionalmente, el personal sanitario”, asegura Varo: “A
partir de la zona del torniquete se produce una disminución del flujo
sanguíneo y existe un riesgo altísimo de necrosis y de futura amputación
del miembro. Una excepción: una hemorragia muy masiva y profusa”.
¿Qué puede hacer en cambio? “Comprimir la herida con una venda o una
tela limpia y elevar (si se puede) la extremidad que sangra”. La
compresión se ha de mantener entre cinco y diez minutos, “sin levantar
la venda en mitad para comprobar si sigue o no sangrando la herida”.
3. Taponar una nariz que sangra. Seguro que es uno
de los remedios que arrastra desde su infancia (otros advertían, con
acierto, que así lo único que se consigue es tragarse la sangre). Es
hora de desterrar creencias erróneas. “En las hemorragias nasales hay
que inclinarse levemente hacia adelante, para que la sangre caiga hacia
fuera y no vaya a la vía respiratoria”, indica el experto. “Tampoco hay
que taponar los orificios nasales, porque lo único que se consigue es
retener la sangre, pero no la hemorragia”. Si transcurridos unos minutos
no para el sangrado, acuda a un servicio de urgencias.
4. Poner mantequilla sobre una quemadura. Olvide la
grasa y coloque la zona quemada debajo del chorro de agua fría durante
10 minutos. “Eso es lo primero que hay que hacer, porque el agua fría
para el mecanismo lesional de la quemadura”, dice Vara. Después, quite
la ropa si no está pegada a la piel, "pero si está adherida, jamás lo
intente”.
Cuando la quemadura se enfríe, compruebe si se han producido
ampollas. “Si no las hay, se trata de una quemadura de primer grado, y
lo único que hay que aplicar es crema hidratante, nada de mantequilla,
ni vaselina ni hielo”, insiste. “Si hay ampollas no muy grandes, hay que
aplicar una pomada antibiótica y proteger la quemadura con un apósito
durante unos días”. Nunca hay que pinchar las ampollas para quitarles el
líquido, ni dejarles un hilo dentro. “Si hay varias, lo mejor es acudir
a urgencias”.
5. Comprimir el diafragma de un atragantado. Cuando
alguien se atraganta y comienza a toser, la querencia inmediata es darle
golpecitos en la espalda. "Pero es mejor animarle a que tosa más fuerte
para que expulse lo atascado”, advierte José Javier Varo, quien cuenta
que, en los atragantamientos, la situación más grave sucede cuando la
vía área está completamente obstruida. La persona no tose ni es capaz de
respirar. Se lleva las manos al cuello, su cara pasa del rojo al
azulado… “En este caso hay que dar hasta cinco golpes en la espalda,
entre los dos omoplatos. Si no se consigue que expulse el cuerpo, habrá
que comprimir el estómago con la llamada maniobra de Heimlich."
6. Provocar el vómito a un niño que se ha tragado un objeto extraño.
Si el pequeño se traga una moneda no tiene que cundir la alarma, ya que
“es un objeto redondo, sin aristas, y lo expulsará con las heces”. Si
se embucha un cuerpo cortante o punzante, “llévelo inmediatamente a
urgencias, pero jamás le provoque el vómito”.
7. Dar leche para neutralizar el efecto de la lejía.
Otro error muy común es obligar a beber leche a un niño que ha ingerido
lejía. “No hay que darle de beber nada, ni leche ni agua ni ningún otro
líquido. Nunca administramos un antídoto por boca, porque no son
eficaces y pueden empeorar las lesiones. Tampoco hay que provocar el
vómito, porque el líquido al pasar por el tubo digestivo hace daño al
entrar y al salir”, insiste el médico. Lo correcto es llamar al Instituto Nacional de Toxicología.
8. Provocar el vómito a quien ha tomado muchos fármacos.
Ni en niños ni en adultos hay que recurrir a forzar el vómito para que
salgan los fármacos ingeridos. “Consulte con el Instituto Nacional de
Toxicología”, aconseja el especialista. En el hospital se utiliza
carbono activado para evitar que se absorba el medicamento. El lavado
gástrico se hace cada vez menos.
9. Desinfectar una herida con agua oxigenada y mercromina.
El burbujeo del agua oxigenada sobre la superficie de la herida seguido
del rojo intenso de la mercromina, forman parte del ritual antiséptico
de las heridas desde hace unas décadas. "Hoy, basta con lavar la lesión,
solo con agua, y después aplicar un poco de povidona yodada (Betadine),
una combinación más sencilla y con más poder desinfectante, según
aseguran los manuales de primeros auxilios. Si la herida es grande,
coloque una gasa por encima y acuda al hospital”.
El jefe de Urgencias de la CUN también recomienda no utilizar puntos papel para cerrar la herida (steri strips). "No es conveniente a no ser que lo indique un médico".
10. Comprimir el estómago de un ahogado para que expulse el agua.
Lo hemos visto cientos de veces en la televisión, pero no debemos
repetirlo, "porque puede pasar parte del contenido del estómago a los
pulmones, empeorando la situación”, dice Varo. Ante un ahogamiento, lo
correcto es seguir las directrices de la reanimación cardiopulmonar
(RCP): mantener la vía aérea abierta, comprobar si respira y tiene
pulso; si no lo hace, comenzar las maniobras de RCP 8. "Si el ahogado está inconsciente pero respira, se coloca de lado hasta que llegan los sanitarios", aclara el médico.
11. Soplar en el ojo para eliminar un cuerpo extraño.
Cuando entra algo en el ojo, la reacción inmediata del acompañante es
soplar e intentar retirar el objeto causante de la molestia con un
pañuelo. "No es una buena idea, porque podemos provocar erosiones en la
córnea. Lo más adecuado es lavar el ojo (con suero fisiológico o agua)
para que el líquido arrastre el objeto hasta que salga. Llorar
profusamente tiene un efecto parecido", revela Vara.
12. Sacar un objeto que se queda clavado en el cuerpo.
Intentar extraer a este intruso puede empeorar las lesiones. Por
ejemplo, “un palo clavado en una pierna, tal vez afecte a una arteria,
pero está conteniendo la hemorragia. Por eso, si es un objeto
relativamente grande, hay que quitarlo en el quirófano para ir viendo
hasta dónde ha llegado”.
13. Dar agua con azúcar ante una lipotimia. Es un
recurso tan inocuo como ineficaz. Lo indicado es tumbar al afectado y
mantenerlo con las piernas elevadas hasta que pase el síncope. “Abanicar
o dar agua con azúcar no mejora nada”, concluye el experto.
EL PAÍS, 21/09/2015
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