PATRICIA LOZANO
Ya nada parece funcionar para conseguir que los niños se duerman: ni
un cuento, ni un baño relajante o un vaso de leche caliente... Y cuando
se gana el primer 'round', aún queda el segundo: hacer que vuelvan a
dormirse si se despiertan en mitad de la noche. La frustración se
apodera de muchos padres, que se preguntan qué es lo que están haciendo
mal. Según el Instituto del Sueño, se estima que el 25-30% de las visitas al pediatra están relacionadas con algún problema ligado al sueño. ¿Qué podemos hacer para que la hora de irse a la cama no se convierta en toda una pesadilla?
Descansar es fundamental para cualquier persona. De hecho, "el cuerpo humano podría resistir más tiempo sin comer ni beber que sin dormir,
ya que el sueño cumple una imprescindible función reparadora en el
organismo", recuerda el pediatra, neurofisiólogo y experto en Medicina
del sueño Eduard Estivill. Pero en el caso de los niños es aún más
importante, ya que mientras duermen se segrega la hormona del
crecimiento. Por esta razón, los menores que no descansan bien o se
despiertan varias veces durante la noche no la dejan actuar y pueden
llegar a tener algunas dificultades para alcanzar el peso y la altura
adecuados.
Pero los efectos negativos de la falta de sueño van más allá. "Podrían
generar problemas cardiovasculares como hipertensión, además de
provocar déficit de atención, hiperactividad o problemas de aprendizaje",
afirma Víctor Soto, coordinador del grupo de trabajo de trastornos del
sueño de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica."Muchos casos
detectados en menores con estos trastornos conductuales son provocados
en realidad por una carencia de sueño", continúa.
Algunas señales
deberían encender todas las alarmas: si a su hijo le cuesta despertarse
por las mañanas, le duele la cabeza, tiene somnolencia diurna, problemas
de atención y conducta en la escuela y se muestra más irritado y
nervioso de lo normal, puede que no esté descansando todo lo que debiera
por la noche.
Causas del insomnio
"Diferentes estudios indican que alrededor
del 30% de los niños sufren algún tipo de trastorno relacionado con el
sueño, siendo el insomnio el de mayor relevancia, tanto por las
consecuencias negativas que tiene para el niño como para sus padres.
Otros problemas que pueden afectar son: somniloquia o hablar dormido
(32%), pesadillas (31%), sonambulismo (15%), terrores nocturnos (7%) o
ronquidos y apneas (2%)", asegura el doctor Estivill.
En la mayoría de los casos, la causa que desencadena el insomnio infantil es la adquisición errónea del hábito del sueño: "Las conductas que preparan al niño para dormir están desestructuradas debido a los múltiples cambios
que realizan los padres para intentar que el niño se acueste", afirma
Estivill. A medida que el pequeño va creciendo se complica el problema,
ya que "es él quien dicta las normas que tienen que seguir los padres
para hacerle dormir. Cuanto más cedan éstos ante sus requerimientos, más
se agudizará el insomnio", apunta el doctor Estivill. "En España
tenemos muy buena higiene de la comida. Sabemos qué debemos dar a
nuestros hijos para que tengan una dieta rica y equilibrada, pero
estamos a la cola en cuanto a higiene del sueño", recalca el doctor
Soto.
Desde el Instituto del Sueño añaden otra causa principal: el
estrés. "Las conductas que realizamos en los momentos previos a dormir
se acaban convirtiendo en rituales facilitadores del sueño, una rutina
que cuando falta, lo dificulta", afirman. Los horarios irregulares, la
sobreactivación, los problemas familiares, los miedos infantiles o la
ansiedad de separación influyen negativamente.
La disyuntiva de muchos padres es ¿siesta sí o siesta no?
Los expertos indican que estos descansos pueden interferir en el sueño
nocturno si son muy largos. Por ello, ante un problema de insomnio
infantil, una de las primeras medidas a considerar es su reducción o
incluso supresión. "A partir de los cinco años ya no es recomendable",
afirma Soto.
¿Qué podemos hacer?
Los padres tienen muchos medios a su alcance para ayudar a sus hijos a tener el sueño reparador que necesitan para crecer sanos.
Aunque
los recién nacidos se pasan la mayor parte del tiempo durmiendo (16
horas diarias en seis u ocho episodios de sueño de cuatro horas cada
uno) es aconsejable que se empiecen a marcar las diferencias entre el
día y la noche cuanto antes. Para ello, hay que evitar que duerman durante el día en completa oscuridad. En cambio, por la noche se apagará todo tipo de luz directa o indirecta. "También deben aprender a distinguir el ruido habitual diurno
(voces, música, electrodomésticos...) del silencio que reina por la
noche", aconseja el doctor Estivill. A los seis meses el niño ya debería
haber adquirido unos hábitos de sueño prolongado.
"El horario
ordenado y repetitivo de comidas, paseos, baños... van a ayudar desde
muy pronto a configurar las bases que permitan establecer buenos
hábitos. Acostarles más tarde para que estén más cansados no es la solución, sólo agudizará el problema", aconseja Estivill.
Por su parte, el doctor Soto afirma que "no hay que caer en las asociaciones incorrectas como 'si no haces esto te vas a la cama', ya que la relacionarían con un castigo". Además, puntualiza una serie de acciones a evitar: "cambiar las rutinas los fines de semana, las siestas más tarde de las cinco o el ejercicio a última hora.
Además se debería evitar la leche con cacao, ya que éste es un
excitante". La televisión, tablets o móviles tampoco son aconsejables:
las pantallas que emiten luz azul inhiben la melatonina, más conocida
como hormona del sueño.
Dormir es una actividad natural del
cerebro, pero hacerlo bien es un hábito que se aprende desde pequeños
con constancia y rutina, sin caer en el nerviosismo.
EL MUNDO, Miércoles 27 de enero de 2016
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