OCTAVIO SALAZAR
La tan criticada fotografía de Francisco Rivera toreando con su hija
pequeña en brazos es la mejor expresión de cómo no deberíamos entender
la paternidad y, al mismo tiempo, del modelo de masculinidad que
deberíamos superar de una vez por todas. Esa imagen de la hombría ligada
al heroísmo, a la capacidad de protección, a la seguridad que
proporciona un cuerpo fuerte y entrenado para la lucha, constituye la
mayor evidencia de cómo el patriarcado sigue mostrando sus fauces y, en
consecuencia, como seguimos construyendo un estereotipo de la virilidad
que genera males no solo en la mitad femenina sino también en nosotros
mismos. La misma apelación a la tradición que el torero ha realizado
para justificar su gesto de machito nos confirma cómo el orden
patriarcal, cómo toda estructura de poder, necesita reafirmarse sobre
los pactos que históricamente han servido para mantener el poder y los
privilegios de los varones frente a la subordinación de las mujeres.
Para
muchos hombres, muy especialmente de generaciones que han sido ya
educadas en un contexto de, al menos, igualdad formal, el ejercicio de
la paternidad está suponiendo una ruptura con los referentes de los que
partían. Es decir, la manera en que algunos hemos empezado a
relacionarnos con nuestros hijos, y a su vez también con sus madres, ha
llevado a que reivindiquemos también como nuestros valores que durante
siglos se entendieron como exclusivamente femeninos y a que despleguemos
toda una serie de habilidades que nuestros padres ni se atrevieron a
intuir. Todo ello nos ha llevado en gran medida a reconocer que también
nosotros somos seres vulnerables, frágiles, necesitados de los demás.
Unos seres muy alejados por tanto del superhéroe de todas las películas y
del macho proveedor y protector sobre el que durante siglos se ha
articulado el pacto social y el previo contrato sexual.
Para los que desde hace tiempo nos sentimos implicados en la
necesidad de transformar la masculinidad hegemónica, para lo cual
deberíamos abrazar el feminismo como una cuestión no solo de mujeres
sino de justicia social, el mensaje que nos lanza la foto de Rivera es
el mejor ejemplo del que camino que no se debería seguir. En este
sentido, es una imagen tremendamente educativa, como de hecho lo ha
demostrado la inmediata reacción en las redes. No es ese el modelo de
hombre, ni mucho menos de padre, que buena parte de esta sociedad quiere
alimentar ni convertir en un referente para sus jóvenes. Algo que
además se nutre de un especial valor en un contexto tan patriarcal y
violento como es el de la tauromaquia. Frente al varón permanentemente
expuesto al riesgo, preparado siempre para el combate, necesitado de
contar con el refrendo público y para el que el valor define su
identidad, reivindicamos individuos capaces de huir de la violencia como
herramienta relacional, convencidos de que la ternura es un arma
personal y política, constructores de espacios horizontales y de
empatía. Es decir, justo lo contrario a lo que percibimos viendo a ese
torero que una vez más hace un ejercicio de chulería, de hombría llevada
al extremo del absurdo, de valentía que no tiene en cuenta ni la propia
vulnerabilidad ni la de la niña que acabará convirtiendo a su padre en
un héroe.
En un momento de rearme patriarcal, y en el que estamos
comprobando que no bastan las leyes para remover las estructuras que
alimentan la desigualdad, necesitamos instrumentos socializadores que
nos permitan ver, con las gafas violetas del feminismo, qué hombres y
qué mujeres necesitamos para construir una sociedad más justa. De ahí la
importancia de posicionarnos críticamente frente a lo que nos hiere
nuestras convicciones igualitarias y de ahí, muy especialmente, la
necesidad de que los hombres también alcemos la voz contra una virilidad
que es una jaula y en la que ya muchos no estamos dispuestos a seguir
encerrados. Por más que individuos como el hijo de Paquirri parezcan tan
felices haciendo alarde de ella, mientras que otras tantas mujeres los
aplauden y vitorean.
Este post fue publicado originalmente en el blog del autor
HUFFINGTON POST, Martes 26 de enero de 2016
Comentarios
Publicar un comentario