MIKEL LÓPEZ ITURRIAGA
Tom Watkins es un adolescente como tantos otros en el mundo. Vive en
una gran ciudad, tiene novia, habla poco y viste ropa con dejes
hiphoperos. Pero hay algo que distingue a este quinceañero holandés de
la mayoría de los chavales de su edad. Tom no come hamburguesas, ni
patatas fritas, ni espaguetis, ni Doritos. Tampoco pescados a la plancha
o verduras al vapor. Sólo frutas y verduras crudas.
Su madre, Francis Kenter, decidió adoptar la dieta crudivegana
cuando Tom tenía cinco años, y una década después mantiene su
convicción de que ingerir productos cocinados o de origen animal es
perjudicial para la salud. Médicos y miembros de los servicios sociales
aseguran que esta práctica está limitando el crecimiento de Tom y puede
causar daños irreparables en su organismo, por lo que tratan de quitar a
Kenter la custodia de su hijo. Pero el adolescente asegura que come así
porque quiere, no porque ella le obligue.
Éste es el apasionante punto de partida de Rawer, un documental holandés que se estrena este fin de semana en España dentro del festival de cine y gastronomía Film&Cook. La película, segunda parte de un documental anterior titulado Raw
("crudo" en inglés), vuelve a entrar en la intimidad de esta familia
para contar sus razones, su vida cotidiana y su pelea con el Estado para
mantener sus posiciones dietéticas. Y a la vez toca temas tan sensibles
como los derechos de los padres y los hijos, la educación o los límites
de la libertad personal.
"Después de grabar Raw, seguí en contacto con Tom y su
madre", relata la directora de ambas películas, Anneloek Sollart. "Un
día Francis me llamó por teléfono para contarme que los servicios
sociales para el bienestar infantil le acusaban de negligencia materna.
En el hospital decían que Tom estaba malnutrido, pero ella no estaba de
acuerdo y seguía sin querer cambiar su dieta. En ese momento supe que
tenía que cerrar el círculo y hacer una secuela"
Francis asegura en el documental que el pescado está "repleto" de
mercurio y causa esquizofrenia, comer carne produce cáncer, los
cacahuetes están contaminados por un hongo chunguísimo y los lácteos son
bombas de hormonas que causan un crecimiento anormal en los niños. Este
último argumento le sirve para justificar la corta estatura de Tom, que
según los médicos podría ver reducida su altura en 12 centímetros por
culpa de su dieta, pobre en calorías, proteínas, calcio y ciertos tipos
de grasas. “Tiene los síntomas de malnutrición de un niño africano”,
dice una especialista que aparece en el documental. La situación es
acuciante porque los daños en la formación de los huesos entre los 10 y
los 20 años son irreversibles, hecho que, sumado a los intentos de
Francis de sacar de la escuela a su hijo para educarlo en casa, empujan a
los servicios sociales especializados en la infancia a llevarla a los
tribunales.
Cuando empiezas a ver Rawer, esta crudivegana bien te puede
parecer una chiflada obsesionada por los supuestos efectos perjudiciales
de muchos alimentos. Pero lo bueno del documental es que no te deja
tomar partido con tanta comodidad. Francis se muestra en todo momento
como una madre cariñosa, nada estrafalaria, preocupada de verdad por su
hijo y lo suficientemente valiente como para enfrentarse al mundo para
defender las posiciones que ella considera correctas. Algunas de las
preguntas que plantea parecen bastante sensatas: ¿por qué el Estado
quiere quitarle a su hijo mientras permite que miles de padres alimenten
a los suyos a base de comida basura, cuyos efectos perniciosos sobre la
salud están de sobra demostrados? Si una madre nunca dejaría a sus
hijos pequeños tomar alcohol, fumar o tomar drogas, ¿por qué ella debe
alimentar al suyo con productos que considera igual de perjudiciales?
La admiración de Francis por David Wolfe, gurú estadounidense de la raw food
que defiende toda clase de majaderías acientíficas -como la relación
entre el dolor crónico o el cáncer con la ingesta de alimentos
cocinados- no deja a esta señora en una posición muy creíble. Tampoco
los ayunos a los que somete a su perro cuando tiene infecciones de oído
“para que su cuerpo se concentre en combatir la enfermedad”. Ahora bien,
otros personajes que desfilan por el documental ponen de relieve que el
asunto no es tan simple como el de una madre tarada con un niño
víctima. El padre de Tom, por ejemplo, dice no estar de acuerdo con la
dieta crudivegana, pero insiste en que acusar a su ex mujer de
negligencia es absurdo. Y una asistente social se pregunta si a la larga
no sería peor para el bienestar del crío verse separado de su madre que
crecer 12 centímetros menos.
"Aspiro a que cuando veas la película tengas que admitir que no es
sencillo resolver este problema", explica Anneloek Sollart. "Francis
pone sobre la mesa algunas cuestiones interesantes, como la de los niños
alimentándose de comida basura en las escuelas. ¿Pero está yendo
demasiado lejos? ¿Cuándo tiene que intervenir el Gobierno? ¿Cuándo estás
haciendo más mal que bien? Es muy complicado. La película va sobre
todas esas cuestiones, pero sobre todo trata sobre la cercana y
asfixiante, pero también amorosa, relación entre una madre y su hijo".
En un exquisito ejercicio de imparcialidad periodística, Sollart se
limita a exponer para que el espectador saque sus conclusiones. "Mi
opinión no es importante, sólo soy una directora de documentales. Espero
que con esta película la gente empiece a pensar en sus propios hábitos
alimentarios y reflexionen sobre la manera en la que vive Francis. Fue
realmente importante para mi en la película no tomar partido, ese no es
mi trabajo. Yo les doy todo tipo de comida a mis hijos, y estoy muy
orgullosa de que les guste comer de todo. Francis sabe que yo pienso
diferente, porque siempre he sido muy honesta con ella, pero me creyó
cuando le dije que nunca tendría la intención de juzgarle en la
película".
Si Raw fue polémica en Holanda, Rawer lo fue aún
más. Su emisión en televisión generó una gran controversia, en especial
por la decisión de Francis de desescolarizar a Tom. "Todos los
periódicos y telediarios se hicieron eco de la noticia,
y las cosas fueron aún peor: los servicios sociales decidieron llevar a
Tom a a un hogar de acogida. Francis huyó con su hijo y durante un par
de días nadie supo dónde estaban. Entonces les asignaron un mediador, y
Francis y los servicios sociales empezaron a buscar una solución juntos.
Ahora Tom ha vuelto a ir a la escuela un día a la semana para poder
quedarse con su madre".
Ha pasado más de un año desde que se estrenó el documental, y según
Sollart, Tom está bien. "Por lo que sé, todavía es crudivegano. No
estamos seguros de si llegará a ser tan grande como los otros chicos.
Probablemente seguirá siendo más bajito que sus amigos".
EL COMIDISTA/EL PAÍS, Jueves 21 de enero de 2016
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