ANA CAMARERO
El uso que las familias españolas hacen de los comedores escolares
está asociado, entre otras causas, a la incorporación de la mujer a la
vida laboral activa fuera del hogar, a la diversidad de modelos
familiares; monoparentales, pluriparentales; a una cuestión de comodidad
para los progenitores o al uso de este servicio como medio para que
tanto niños como jóvenes adquieran hábitos alimentarios saludables,
mejoren su socialización y aprendan a convivir. Además, durante los
últimos años y coincidiendo con la crisis económica, el comedor escolar
realiza una función social importante al proporcionar la comida
principal a niños de familias con recursos insuficientes.
Durante
el curso 2014-2015, este servicio se ofertó en 14.571 centros, 5.916
pertenecían a centros privados y 8.835 a centros públicos, según datos
de la Oficina Estadística del Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte.
En total, 1.800.000 escolares, de entre dos y 18 años, realizaron la
principal comida del día en las instalaciones escolares. El 57% de los
alumnos pertenecía al primer ciclo de Educación Infantil, el 42,6% al
segundo ciclo de Educación Infantil, el 41,3% a Educación Primaria y el
8,6% a Educación Secundaria, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Madrid, País Vasco, Cataluña, Galicia, Navarra y Canarias fueron las
comunidades autónomas en las que el porcentaje de alumnos usuarios del
comedor en los diferentes niveles educativos fue mayor.
Pero, ¿cuál debe ser el papel del comedor escolar en la educación
para la salud de los niños y adolescentes? ¿Contribuye este espacio a
mejorar su socialización y convivencia? ¿Qué es mejor nutricionalmente,
desayunar y comer en el comedor escolar o en casa?
Marcela González-Gross, catedrática de la Universidad Politécnica de
Madrid y vicepresidente de la Sociedad Española de Nutrición y
responsable del Grupo de investigación ImFINE,
manifiesta que, “actualmente, tanto científicos, educadores como
responsables de salud pública estamos de acuerdo, basándose en la
evidencia científica, en que el centro escolar (de cada etapa) es un
sitio clave para realizar promoción de la salud y prevención de
enfermedades crónicas en la infancia y adolescencia”.
Estudios recientes realizados en población infanto-juvenil, en los
que se compara la calidad de la dieta de los niños que comen en casa y
los que comen en el colegio, indican que el valor nutricional de la
dieta del colegio es superior, siempre y cuando esté diseñada por un
nutricionista experto. Algunos de ellos han comparado la calidad de la
alimentación ofertada en diferentes colegios, y han observado que cuando
había una mayor calidad de la dieta y un mayor coste del menú había una
menor prevalencia de obesidad entre los escolares. Datos del proyecto HELENA,
proyecto de investigación financiado por el Programa Marco de la
Comisión Europea y realizado con una muestra representativa de
adolescentes, confirman estos aspectos y parecen indicar un mejor estado
nutricional y de salud en aquellos jóvenes que comen en el colegio.
La mayoría de los estudios concluyen que, hoy en día, las
posibilidades del comedor escolar no están lo suficientemente
aprovechadas. González Gross subraya que “esto es muy importante y
requiere de una reflexión y de un cambio de política, puesto que en la
mayoría de los centros, la cafetería o el comedor se adjudican a
empresas teniendo en cuenta solo el aspecto económico, cuando lo
importante es la calidad de los alimentos y dietas que ofertan”. Además,
puntualiza, que "para aquellos niños que lleven la comida de casa en tupper,
tanto las sociedades científicas como la administración, han elaborado
directrices (información, folletos…) para orientar a los padres sobre
cómo deben ser estas comidas”.
El presidente de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (CEAPA),
José Luis Pazos, ve necesario un cambio de modelo del servicio de
comedor escolar. En su opinión, “en el sistema educativo español, el
comedor escolar es una solución de apoyo a las familias que, por razones
diversas, se ven obligados a dejar a comer a sus hijos en el colegio. A
este servicio siempre se le ha intentado dar una visión educativa y
enfocar ese espacio como medio para que los niños y niñas aprendieran a
comer adecuadamente e incorporar una dieta saludable y equilibrada en
sus hábitos alimentarios". "Esto no se ha conseguido realmente. Estamos
muy lejos de otros proyectos que sí resultan verdaderamente educativos
como es el que desarrolla Finlandia, donde la comida forma parte del día
a día del alumno. No es una cuestión opcional, está asumida por la
administración educativa y todos los niños comen en el centro porque es
una actividad que forma parte de su proceso de aprendizaje, de su
sociabilización con el resto y de la consolidación de buenos hábitos
alimenticios”, añade.
Según El Libro Blanco de la Nutrición Infantil en España, publicado en 2015 y elaborado por la Asociación Española de Pediatría (AEP), la Fundación Española de Nutrición (FEN) y el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF),
el servicio de comedor que ofrecen los centros educativos debería
aproximarse al modelo de cocina familiar y desarrollarse dentro de
entornos físicos agradables para la comida y la educación nutricional”.
Rosa María Ortega Anta, catedrática del Departamento de Nutrición de
la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, indica
que, con relación a los valores nutricionales de los menús escolares,
“el estudio ALADINO
reveló que los niños que comían en el comedor escolar tenían menos
prevalencia de sobrepeso y obesidad que los que comían en su casa,
aunque en esto puede haber influencias socioeconómicas asociadas y que
no sea solo el comer en casa lo que favorece el aumento en el riesgo de
sobrepeso, sino quizá un nivel socioeconómico más desfavorecido (que
impide pagar el comedor escolar) puede ser el responsable del mayor
incremento de peso en niños que comen en sus casas”. Ortega Anta subraya
que “comer en casa es lo ideal, si el hogar y sus circunstancias son
las "idóneas", pero en la realidad puede ser cuestionable esa afirmación
y quizá lo niños que comen en comedores escolares tengan una situación
nutricional más favorable”.
Sin embargo, Carlos González, pediatra
y autor de varios libros sobre crianza, alimentación y salud infantil,
es partidario de que los niños coman en su entorno familiar. En su
opinión, “comer frecuentemente con la familia, que no es lo mismo que
comer en casa (no sirve comer en casa cuando la familia está ausente),
disminuye el riesgo de obesidad y trastornos alimentarios. Por supuesto,
eso depende de la calidad de la comida en casa y en la escuela". "Es
concebible una escuela en que la comida sea sana y es concebible un
hogar en que la comida no lo sea. Pero si la comida en el hogar no es
sana, las consecuencias para la salud del niño y de toda la familia van a
ser malas a largo plazo, así que la solución no es llevarse al niño a
un comedor donde esté mejor alimentado que en casa, sino conseguir que
mejoren los hábitos alimentarios de la familia (y de toda la sociedad)”,
explica.
En cuanto a si el comedor escolar desempeña una función social y formativa para los niños y jóvenes, la psicóloga Isabel Menéndez Benavente
opina que “los niños y jóvenes son un colectivo que pasa demasiado
tiempo en el colegio. Es cierto que por motivos laborales los padres a
veces no tienen otra opción, pero a veces es más por comodidad: no
correr para darle la comida, si el niño no come bien, etc.". "Lo
positivo de utilizar los comedores es que los niños habitualmente suelen
comer mejor fuera de casa que en la propia. Todas las madres y padres
sabemos que nuestros hijos nos sorprenden comiendo en casa de amigos o
en el colegio, cuando se quedan en alguna ocasión, alimentos que no han
querido probar en casa. Esto suele suceder porque de alguna forma en las
comidas que los niños hacen en su hogar intentan llamar la atención de
la figura materna o paterna negándose o siendo más lentos al comer y
"provocar" de alguna forma a los progenitores", argumenta. "Situaciones
que, dado el estrés que todos tenemos, incrementan la angustia en el
niño”, agrega. Menéndez Benavente subraya que “comer en familia es un
buen momento para interactuar con el niño y descansar un poco del estrés
escolar y del exceso de horas que pasan en el centro".
El presidente de la CEAPA considera positivo que los escolares
utilicen los comedores porque en su opinión “comer con grupos de la
misma edad, en un ambiente diferente del familiar, también proporciona
al niño y adolescente muchas ventajas, teniendo en cuenta que los
escolares ya realizan otras comidas como desayuno, merienda y cena con
sus progenitores". "Además", prosigue, "en ocasiones, las familias
tienden a complicarse poco a la hora de alimentar a sus hijos y algunos
caen en la tentación de darles lo que les gusta en lugar de lo que les
conviene. Es decir, ir hacia una dieta que nuestro hijo o hija va a
aceptar antes que darle una dieta que resulta beneficiosa para su salud,
aunque inicialmente pueda no ser del agrado diario de nuestro hijo o
hija”.
Pazos señala que “este problema en los centros educativos, con menús y
dietas equilibradas, es más fácil de eliminar al tratarse de un espacio
distinto en el que el abuso por parte del niño o la niña respecto a sus
familiares directos no se puede producir. Aumentar los espacios de
interacción de nuestros hijos con sus familiares cercanos siempre es
beneficioso. Pero, la dualidad de espacios es siempre mejor que solo uno
de ellos”.
EL PAÍS, Lunes 12 de septiembre de 2016
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