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Instrucciones para ser un buen padre moderno

BERTA G. DE LA VEGA
¿Quién estudia a los nuevos padres? Las madres tienen dedicadas páginas y páginas de prensa, incluso de programas electorales porque, cuando se habla de conciliación, se sigue pensando en ellas, pero ¿y ellos? Su evolución no está apenas documentada y eso motivó a Teresa Martín-García para poner en marcha un ambicioso proyecto de investigación desde el CSIC: el papel de los hombres en la familia. Estudiar, cuantificar, valorar las caras de asombro de algunos abuelos, por ejemplo, cuando ven que sus hijos varones cambian pañales, van a la compra, cocinan o saben hacer coletas a sus hijas. ¿Cómo son esos padres, más mayores, sin pasar por el altar muchos, con parejas que trabajan fuera de casa? El modelo del padre distante se ha ido difuminando sin estudiar al que le ha sustituido.
En caso de divorcio, ya hay un 21% de sentencias de custodia compartida y un 5% a los padres. Lejos de la igualdad, pero eso significa que un 25% de padres está en perfectas condiciones de cuidar de sus hijos según los jueces que velan por los intereses del menor. Que, según la jerga sociológica, son participativos, accesibles y comprometidos. Los buenos padres en parejas trabajadoras tendrían las tres características: juegan con los niños, están a mano si hace falta cuidarles y saben lo que llevan en la mochila, quién es su pediatra y el menú del día.
Entre los jóvenes varones, sólo el 21% cree que es deber masculino encargarse de ganar el dinero para la familia y el femenino ocuparse de niños e intendencia doméstica. Un 90%, sin distinción de sexos, dice preferir una casa con dos sueldos y con reparto de tareas. Según la EPA, sólo en el 27% de los hogares con parejas entre 30 y 45 años es el hombre el único que trabaja. Pero los deseos no se corresponden con la realidad y muchos se quedan en padres participativos.
En España, «falta investigación rigurosa y sistemática», según Teresa Martín-García y la encuesta de fecundidad y familia del Instituto Nacional de Estadística sólo estaba dirigida a mujeres. La parte española del proyecto estudió cómo afrontaban el reparto de roles los padres primerizos, los dos trabajando, durante el embarazo. En ocasiones, las decisiones se toman basándose en términos económicos. Si es el padre el que tiene el sueldo más alto, es la mujer la que reduce la jornada: «No es cuestión de machismo o feminismo o cosas raras», dice una de las entrevistadas, universitaria, en el estudio. La mayoría de los hombres encuestados creen que deberían dedicar más tiempo a sus hijos pero que eso les penalizaría en sus trabajos. Un tercio, sobre todo los que tienen empleos más precarios, está convencido de que cuidará de su hijo tanto como la madre. Teresa Martín-García cree que la racionalización de los horarios laborales, que empieza a ser bandera de todos los partidos, ayudaría mucho a que los padres fueran más corresponsables.
Isidro González es fundador de una start up tecnológica. Padre tardío, con 42 años, da biberones, cambia pañales, baña y unta cremas -«es lo que peor llevo, pringarme las manos»- a su hija Elvira. Admite que todavía su pareja, Eloísa, cuida más de la niña, pero en lo que respecta a la cocina y a la compra ya van a medias. Ella también trabaja fuera de casa.
Nicolás, padre de dos, da recetas a las madres con las que, durante el curso escolar, espera a que los hijos salgan de las clases de natación. «¿Hoy qué cenamos, Nico?», le suelen preguntar ellas. Siguen siendo de los pocos en la complicada logística de las actividades extraescolares, si bien cada vez hay más hombres recogiendo niños en la puerta de los colegios. Los que trabajan en el sector público, como Nicolás, lo tienen más fácil, algo que aparece en las investigaciones y que confirmaría lo idóneo de racionalizar horarios en el sector privado.
Uno de los mensajes de los hombres en el estudio es que andan un poco perdidos: no hay un modelo masculino claro. También se han encontrado con padres que se sienten cómodos siendo «cuidador ocasional» porque son las madres las que les relegan a ese puesto. «A saber cómo les habrá vestido» o «les habrá dado de cenar cereales» son algunas de las frases que se pueden escuchar en reuniones de sólo mujeres, algunas con el perfil de acaparadoras.
Por eso, todavía son ellas las que más renuncian al ocio o al deporte. Al lado de los hombres más comprometidos, suele haber una madre que delega y que aprecia que el vínculo con los hijos es el mismo en el caso del padre. Esas parejas son las que «negocian» y de clase media y nivel educativo alto.
La crisis económica ha hecho que la presión social sobre el padre comprometido y los estereotipos se suavicen. En ocasiones, fueron ellos los que se quedaron en el paro. «Y los hay que han visto el paro como una oportunidad para estar más con sus hijos y ha sido una satisfacción», dice la investigadora. «Para muchos padres en el paro la paternidad responsable les ha dado una nueva identidad. Ya no sólo es el trabajo la prioridad», explica Teresa Martín-García. Otros muchos se siguen creyendo más indispensables que ellas en el trabajo.
Los datos apuntan a que cada vez ellas, por sus estudios, ganarán más y albergarán más ambiciones profesionales. «Eso obliga a los hombres a ponerse las pilas, porque ellas, en un momento dado, pueden prescindir de un padre para sus hijos». La investigación demuestra que hay indicios de que, a mejor reparto de tareas con el primer hijo, más posibilidad de tener más. Y, en España, el gran problema es demográfico.
EL MUNDO, Miércoles 7 de septiembre de 2016

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