NOELIA LÓPEZ CHEDA
En este verano que ya va terminando, no han sido pocas las
conversaciones que he tenido con otros padres sobre los deberes
estivales. Ha habido opiniones de todos los colores, a favor y en
contra.
Afortunadamente para mí, los dos profesores de mis hijos
mandaron las tareas para estos dos meses con un mensaje que decía algo
así: "Se recomienda que terminen los cuadernillos de Lengua y
Matemáticas, siempre que los padres lo consideren y que no interfiera en
los planes familiares. El verano es momento de descanso, cargar pilas y
disfrutar más de la familia".
Yo casi daba palmas con las orejas
cuando los leí, y me felicitaba una y otra vez por esos profesores que
habíamos tenido la suerte de tener este curso. Y es que cuando no es
necesario, no es necesario. Cuando su tarea se convierte en la tuya y
cuando el poco tiempo que tienes de descanso en común aparece esa
"obligación" que empaña el necesario ocio, surge un ogro en tu interior
que amenaza con romper en mil pedazos los dichosos cuadernillos.
¿En
serio necesitan los niños estar todos los días de las vacaciones tres o
cuatro horas sentados repasando y, en ocasiones, adelantando temario
del curso siguiente?
Al respecto, recuerdo una conversación con un
padre amigo en la que me comentaba lo siguiente: "Es que el verano es
muy largo, no pueden estar tanto tiempo ociosos y, además, si no
repasan, se les va a olvidar todo lo visto durante el curso". Lo miré
fijamente eligiendo bien las palabras que iba a usar, acordándome de una
prestigiosa psicóloga infantil, la gran Rosa Jové, y le dije: "Oye,
dime una cosa, tú tienes tres semanas de vacaciones en agosto, ¿verdad?"
"Uf, sí. He conseguido tenerlas, ya que con tres semanas sí que se
desconecta de verdad" "Pues mira, yo creo que es mucho tiempo. ¿Qué tal
si te llevas los informes y proyectos de tu empresa para no olvidarlos y
darles un repasito todas las noches? Ya sabes, tres semanas es mucho y
con la desconexión se te puede olvidar aquello tan importante que le
presentaste a tu cliente". Me miró con asombro y soltó una carcajada:
"Vale, te pillo. Ok, entiendo tu enfoque".
En realidad lo yo que
defiendo a capa y espada, y que se traslada a los deberes durante el
curso escolar, es que queremos adultos sanos mental y emocionalmente,
que sepan desconectar y, sin embargo, les estamos haciendo que adquieran
el hábito de NO hacerlo.
Cuando volvemos a casa después de
nuestro trabajo necesitamos desconectar --sé que algunos de nosotros, a
veces, no tenemos más remedio que trabajar algo en ese horario,-- y la
mayor parte del tiempo queremos y necesitamos hacer un parón para rendir
mejor al día siguiente. (Como curiosidad, el hashtag #desconexión tiene
más de 110.000 entradas solo en Instagram y casi en su totalidad,
relacionadas con los tiempos de ocio).
Richard Gerver,
uno de los gurús mundiales en temas de educación, sostiene que los
deberes no benefician a los niños. Y la investigadora en temas
educativos, Catherine L'Ecuyer,
afirma que en España se tienen demasiados y los niños deberían jugar
más... y no sólo jugar, debemos pasar más tiempo en familia. Cuando son
pequeños NO necesitan deberes, necesitan jugar más e interactuar más con
su familia e iguales al terminar el colegio; y cuando son más mayores,
los "deberes" deben ser de otro estilo. Ese es el enfoque que da el
nuevo y revolucionario modelo pedagógico The Flipped Clasroom, que es otra manera de trabajar al terminar la jornada escolar que fomenta el desarrollo de muchas competencias.
En
la mayoría de las casas, el final del día se convierte en el único
momento compartido por todos los miembros de la familia. Un momento
corto que es necesario aprovechar para hacer cosas todos juntos, para
compartir y comunicarnos, y no para encerrarnos cada uno en una
habitación a "seguir con la tarea". Al final somos todos como islas
individuales que compartimos poco tiempo y de baja calidad, y eso a la
larga es un riesgo. Un día, de esa "habitación isla", saldrá un
adolescente con barba y con voz de hombre al que no conocerás y dirás:
"¿Quién eres tú y qué has hecho con un niño que entró ayer en esa misma
habitación?".
Y no os digo nada la taquicardia que me produce
tener que explicar alguna temática que ni me acuerdo, ni quiero recordar
o peor, que no tengo ni idea y me toca estudiar para explicársela a mi
hijo...¡Sudores fríos me entran!
No, no y no. Reivindico momentos
de calidad en casa al terminar el día con mi familia. Momentos en los
que podamos hacer la cena juntos, contarnos qué tal nos ha ido el día,
quejarnos un poco, reírnos un mucho y, sobre todo, que podamos
comunicarnos y hacer equipo. El tiempo y la vida pasa. Nuestros hijos se
marcharán y lo que nos quedará es el vínculo que hayamos establecido
desde bien pequeños con esos momentos compartidos.
Porque en el
fondo, lo que cuenta, son esos ratos alrededor de una mesa en los que,
sin necesidad de grandes banquetes ni ceremonias, vivíamos los momentos
más dichosos al acabar el día...
HUFFINGTON POST, 12/09/2016
Comentarios
Publicar un comentario