NOELIA LÓPEZ CHEDA
Un tema que se hizo recurrente en mis conversaciones cuando tuve
familia fue, sin duda, el término "conciliación", que era algo así como
hablar de cuando se realizaran viajes al espacio por vacaciones en
agosto. Era algo lejano y casi de ciencia ficción.
No conozco a
nadie que no le preocupe el hecho de no poder conciliar y, aunque tiene
ciertos elementos comunes, sí me he dado cuenta a lo largo de todo este
tiempo que para cada persona y familia "conciliar" es una cosa. Para mí
es que los momentos que estemos juntos sean lo mejor posibles, intensos y
de calidad.
Y en mi casa uno de esos momentos son las cenas.
No me gusta cocinar, lo reconozco sin pudor, a pesar de que desde que Masterchef
apareció en nuestra vida me siento como un marciano cuando se habla de
recetas y preparaciones en mi entorno. Afortunadamente, tengo alguien en
casa al que sí le gusta y además disfruta con la tarea (un aplauso para
aquellas personas que hacen cosas impensables para mi).
Las cenas
en mi casa son esos momentos en los que hablamos y hablamos sin parar.
La cocina es ese lugar que, con la excusa de preparar la comida, poner
la mesa y comentar el día, se ha convertido en escenario de auténticas
asambleas familiares en las que se participa con conversación y con las
manos, porque todos hacemos algo ;).
Antes
no era así, las cenas pasaban sin pena ni gloria muchas noches. Hasta
que llegó un día que, ante la imposibilidad de "conciliar" al uso, me di
cuenta de que lo que nos quedaba era aprovechar aquellos momentos que
sí teníamos.
Y como todo, cuando repites situaciones que te gustan y disfrutas, comienzas a perfeccionar el momento.
Y
como momento perfeccionado hemos instaurado de manera oficial las
"Cenas Especiales". Y no os confundáis, no son de elaborados menús (a
veces una pizza con velas en la mesa), pero sí son algunas de las cenas
que compartimos todos juntos (elemento importante ya que no es fácil) y
en las que alguno propone: "¿Hoy hacemos cena especial?". Y cuando
alguien hace esa pregunta, una especie de alegría nos invade a todos
porque para que sea "especial" hay que hacer cosas diferentes e integrar
elementos que no haya todos los días: velas, mantel distinto,
decoración casera, alguien de los pequeños propone un plato y lo hace
con la ayuda de algún mayor... (y yo tan contenta de esto último XD).
Dicen
que todas las familias necesitan, al menos, una comida al día en la que
se comparta lo que nos preocupa y cómo nos van las cosas a cada uno... A
veces se discute, claro; pero también se propone, se ríe y, sobre todo,
se comunica.
Y
para terminar, os recomiendo además que aprovechéis la cena y hagáis el
ejercicio "Lo mejor del día". Este juego consiste en hacer la pregunta:
¿Qué ha sido lo mejor que te ha pasado hoy? Y lo deben responder todas
las personas sentadas a la mesa.
Se trata de focalizarse en
aquellas cosas que nos hacen sentir bien en nuestro día a día y que
suelen ser pequeñas situaciones, sin aparente importancia, pero que
tienen mucho valor. Porque la vida, es una suma de esas pequeñas cosas. Y
si aprendemos desde pequeños a valorar esos instantes, en el futuro
seremos más agradecidos porque todos tenemos esos ratos y, lo único que
tenemos que hacer, es recordarlos al final del día.
Bonito aprendizaje para toda la familia, ¿verdad?
HUFFINGTON POST, Jueves 22 de septiembre de 2016
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