CARLOTA FOMINAYA
Timidez es la incapacidad parcial del individuo a manifestarse tal y como es, por la simple presencia de otra u otras personas. El tema vuelve a estar de actualidad al ser días de reencuentro escolar. ¿Por qué ocurre y cómo debemos tratar la timidez?
Tal y como explica Fernando Alberca, experto en educación, máster en
neuropsicología y orientador y profesor de la Universidad de Córdoba,
cuando se trata de niños o adolescentes, estos no crean problemas en la
escuela, porque se dedican con mayor intensidad a la realización de
ejercicios en solitario, donde no tienen que participar en grupo o cara a
los demás. «Suelen encerrarse en sí mismos
y, antes de protestar, prefieren sufrir las molestias de los demás y
hacer de víctima. Se dan por vencidos antes de entablar ninguna disputa
física», describe.
Importancia de la timidez
En términos generales la timidez no ha recibido, según Alberca, la atención que le corresponde ni la importancia que merece.
De hecho hasta hace relativamente poco, apunta este maestro, «muchos
educadores lo consideraban un defecto que podía pasar en el tiempo, por
sí solo. Aún muchos lo piensan. Pero aunque es cierto que con el tiempo
da la impresión externamente de que la timidez desaparece o se mitiga,
no lo hace para el sujeto que la padece. Ni sus consecuencias. El hecho
es que la timidez impide la real comunicación del ser humano con otros
seres de los que depende para su felicidad. De ahí su radical
importancia».
Causas de la timidez
Según este docente, también autor de la «Guía para ser buenos padres de hijos adolescentes»
(Toromítico), aunque las causas de la timidez son variadas, él destaca
una inadecuada intervención de los padres. «Son muchos los progenitores
que al darse cuenta de lo negativo que puede resultar el comportamiento
de su hijo en el futuro, suelen manifestarse contrariados y en lugar de
actuar contrarrestando esta anomalía, pretenden atajarla con
impaciencia. Con esto solo aumentan la timidez del hijo, en lugar de
ayudarle a superarla».
Otras veces, prosigue, «es la consecuencia
de haber sido regañados o cohibidos de manera desmesurada. Esto ocurre
con frecuencia en niños educados por padres y abuelos exigentes y
autoritarios, que no han consentido la expresión espontánea de los niños
o han corregido con demasiada intensidad pequeñas confusiones o salidas
de tono del niño».
Pero a su juicio, la causa más frecuente de la timidez de los hijos es la propia timidez de los padres, «incluso la que pretenden ocultar y los hijos perciben», matiza.
En realidad, añade Alberca, «puede existir una predisposición familiar,
un potencial genético que predispone a los hijos de padres tímidos a
presentar la timidez ellos mismos, en comparación con los hijos de
padres que no son. Pero para convertirse en tímido, es estrictamente
necesario el concurso del ambiente social. Es decir, por mucha
predisposición genética que se tenga, sin la intervención del ambiente,
no se desarrolla timidez alguna».
¿Se hereda la timidez?
Para
este experto, si usted tiene un hijo tímido, debe tener en cuenta que
este requiere de un adulto que vaya en su auxilio. Y esa ayuda podemos
concretarla en estos siete hábitos saludables:
1. No hablar de la timidez delante del hijo:
Alguien
tímido teme que su timidez sea notoria y por eso cuando unos padres
intentan solucionarla hablando de ella, lo que hacen es acrecentarla,
porque pone de manifiesto que su timidez la notan todos.
2. Pedirles su opinión sin recriminar sus errores:
Hablar
con ellos, dándoles tiempo para que terminen de expresarse aunque
tarden, sin adelantarse al final de sus oraciones, aunque intuyamos ya
cómo acabarán.
Generar en ellos la experiencia que propinar y
preguntar no pasa nada malo. Que digan lo que digan, sus padres no lo
tratará como si fuera ingenuo, torpe, no sabe lo suficiente de la vida,
poco culto, poco oportuno o poco inteligente.
Pedirle a menudo su
opinión de las cosas, con preguntas cortas y muchos silencios, para que
se acostumbre a intervenir y para que compruebe que cuando se equivoca
no hay desagradables consecuencias.
3. Fomentar en ellos la generosidad:
En
realidad, la generosidad, abrirse a los demás, compartir, ocuparse de
que otro esté bien, sea el centro de sus cuidados –por ejemplo la madre o
los hermanos-, es el mejor antídoto para la timidez, que se alimenta de
la soberbia, del egocentrismo y de la egopreocupación.
4. Buscar sus 35 puntos fuertes y explicarle dónde se notan y su importancia:
Hacer
una lista con sus 35 puntos fuertes. Señalarle dónde se ve cada uno de
sus puntos, y explicarle la importancia que ser así tendrá en su futuro y
lo que satisface a sus padres que sea así como es ya.
5. No forzarle, pero no solucionarle los problemas o decisiones.
No
preguntarle mucho, sobre todo cuando intuyamos que no tiene clara la
respuesta, y nunca hacerlo en público. Orientarle si es preciso, pero
esperar a que sea él quien solucione los problemas propios de su edad,
tenga la edad que tenga.
Exigirle que decida algo y hasta que no
lo haga, no decidir por él. Si pierde oportunidades por ello, será una
consecuencia que deberá aprender cuanto antes, pero sin forzar ni
intervenir más.
6. Tener más paciencia:
Tolerar
como si no nos desesperara su ineficacia, lentitud, su indecisión, su
torpeza social; sin recriminarle por ello, sobre todo cuando aún está
madurando.
7. No ponerlo nunca en evidencia:
Nunca ridiculizarlos ni hacer bromas sobre su proceso madurativo. Ni siquiera excusar ante otros su timidez.
En
definitiva, actuar siempre como si no fuera tímido para que coja
confianza y deje de serlo. Exigiéndole que resuelva los problemas que sí
pueda resolver y esperando a que simplemente vaya madurando y
disimulando su timidez.
ABC, Lunes 12 de septiembre de 2016
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