SILVIA C. CARPALLO
Si de pequeños teníamos miedo a septiembre, porque suponía afrontar
un nuevo curso, de mayores seguimos teniendo esa sensación. Porque, si
tenemos hijos, su vuelta al cole también es un poco la nuestra. Ponerse
al día con los libros de texto, el material escolar y volver a tener la
misma discusión sobre el uniforme. Pero sobre todo, volver a plantearnos
como afrontar el dilema de los deberes cada tarde. Porque a veces
tenemos la sensación de que los deberes, también nos los ponen a
nosotros.
Nuria Sánchez, profesora de primaria, recuerda que si bien “la función de los padres debe ser motivar a sus hijos para hacer sus tareas, sirviéndoles
de guía y aportándoles todas las herramientas necesarias”, el error que
solemos cometer, es pensar que de nosotros depende que nuestros hijos
lleven las tareas hechas a clase. “Los padres deben dejar en manos de sus hijos la responsabilidad de llevarlos a cabo,
ya que una de las finalidades de llevar deberes a casa, entre otros, es
fomentar la responsabilidad del alumno a la hora de realizar sus
tareas, de manera ordenada y cumpliendo un horario de estudio”.
Entonces, ¿hasta qué punto se supone que debemos responsabilizarnos los padres de los deberes?
El experto en psicología infantil, Javier Urra , reconoce que “los deberes escolares son de los alumnos, pero los padres los supervisan y algunos, equivocadamente, los realizan”,
pensando que les están ayudando, cuando en realidad, están haciendo
todo lo contrario. De hecho, según el psicólogo podemos estar
intercediendo negativamente en su aprendizaje. “Los progenitores deben
de hablar con los tutores y actuar con los mismos objetivos y criterios.
Pero sin olvidar que los deberes, son una exigencia, que requiere
esfuerzo, y eso es labor del alumno, que exige una actitud, una
disposición”, porque de no ser así, lo que estaremos consiguiendo es
enseñar a nuestro hijo que puede eludir sus responsabilidades y que
siempre habrá alguien para hacerse cargo. Es decir, que presentar ese
proyecto de tecnología que parece que en vez de un niño, lo haya
realizado un arquitecto, puede que le ayude en la nota, pero no le
ayudará a aprender realmente tecnología.
En este mismo sentido, María Acaso, autora de rEDUvolution. Cómo hacer la revolución en la educación, aporta
que, la verdadera responsabilidad de los padres con los deberes es la
de “involucrarse para intentar acabarlos invirtiendo el menor tiempo, y
que sea posible dedicar ese poco tiempo que queda a hacer otras cosas
con las que se aprende mucho más, como hablar y reírse juntos”.
Una responsabilidad paulatina
Aprender a hacer los deberes también conlleva su propio proceso. No
es lo mismo un niño de primaria, que uno se secundaria, por ejemplo. Por
ello, la figura de los padres sí que puede ser fundamental para
ayudarles a que vayan adquiriendo responsabilidades poco a poco. “Pasa
un poco como con la comida, al principio se les da cucharadas, pero
llega un día en que deben de comer solos y correctamente”, ejemplifica
Javier Urra.
Para ello, lo que sí debemos es darles las herramientas necesarias.
Como por ejemplo, “que haya un lugar de estudio y un horario”. Así, hay
que saber “mantener la distancia óptima, desde la confianza en los hijos
y el contacto con el profesorado”, además de “mantener relaciones con
los padres de otros alumnos y los compañeros de nuestros hijos”, para
saber cómo evolucionan ellos dentro de la clase.
Igualmente hay que tener en cuenta que llegará un momento en el que
los deberes de nuestros hijos nos superen. “Llegará un día en que los
padres no alcancen a saber lo que se demanda a nuestros hijos”, reconoce
el psicólogo.
En ese momento, podremos apoyarnos en los libros o los múltiples recursos que hoy podemos encontrar en internet,
pero también debemos ser capaces de explicar a nuestras limitaciones.
“No se puede aprender más de una madre o de un padre que afronta ante
sus hijos sus limitaciones, transmitiendo la idea de que los errores,
las dudas y los fracasos son importantes para crecer como personas”,
aporta María Acaso.
Asimismo, lo que debemos mostrarle a nuestros hijos es que ellos no
son los únicos que tienen “deberes”, sino que nosotros también tenemos
obligaciones con las que cumplimos. “Lo ideal es que padres e hijos se
entendiesen como una comunidad de aprendizaje, en la que los padres
están al tanto de los trabajos que han de entregar sus hijos, y los
hijos de los que han de hacer sus padres”, aporta Acaso. Y es que no es
lo mismo aprender a tener responsabilidades de manera conjunta, que
mandar a nuestros hijos a hacer los deberes mientras nosotros nos
quedamos viendo en el salón, precisamente su serie favorita o jugando
con su videoconsola. Hay que intentar que en casa nuestros tiempos
coincidan, los de responsabilidades individuales y los de ocio conjunto.
Otra forma de aprender
Otro de los problemas de los niños de hoy, es que apenas tienen
tiempo libre. “El día tiene veinticuatro horas. Al menos, ocho son
esenciales para dormir. Los niños tienen que tener tiempo para jugar y
entretenerse; para asearse; para alimentarse; y para estudiar, pero es
aquí donde debe primar la atención, no se aprende más por estar más
tiempo delante de una pantalla o de un papel”, advierte Urra. El
psicólogo alerta también de que “la sobrecarga puede suponer estrés,
ansiedad y en algún caso fracaso. Recordemos que los niños son niños, no
adultos en pequeñito”.
Por eso, las nuevas tendencias indican que no todos los deberes deben
hacerse en el escritorio y con un cuaderno. Y ni si quiera estamos
hablando de hacer los ejercicios con nuevas app en la tablet, sino de
algo mucho más analógico. Sin ir más lejos, el nuevo anuncio de Ikea
nos demostraba que hay otras formas con las que podemos conseguir que
nuestros hijos repasen lo aprendido ese día en clase, sin estar
encerrados en su habitación. Hacer matemáticas con las croquetas de la
mesa, repasar geografía con los países de origen de la nevera o hacer
ejercicios de sintaxis con las oraciones que surgen en las mismas
conversaciones. Si bien la idea está un poco simplificada, el fondo es
que también podemos ayudar a nuestros hijos con sus deberes, pasando
tiempo de calidad en familia.
En este sentido, María Acaso está de acuerdo en que el aprendizaje
debe ser algo más interactivo. “Lo ideal sería que padres e hijos fuesen
capaces de desarrollar otro tipo de deberes, deberes que fuesen
placeres, como montar un huerto, ir a dar un paseo a una zona cultura o
analizar críticamente una película. Debemos de desprendernos de la falsa
idea de que sólo se aprende en la escuela y recordar que tanto los
niños como los adultos necesitamos pasión y curiosidad”, concluye la
experta en educación alternativa.
EL PAÍS, 17 de septiembre de 2016
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