BEATRIZ G. PORTALATÍN
La alimentación de los niños es algo fundamental para su desarrollo
físico y mental. Esta frase puede resultar obvia, pero no está de más
insistir en ella, especialmente ahora que empieza el curso y los niños
retoman su ajetreada rutina: colegio, deberes, actividades
extraescolares... A priori, que los pequeños coman todos los alimentos
que se les ponen en el plato y que adquieran desde la infancia buenos
hábitos de alimentación que mantengan de por vida no es algo sencillo,
pero tampoco es imposible. ¿Qué han de hacer los padres y familiares
para fomentar una alimentación sana y equilibrada y no desistir en el
intento cuando los niños rechacen ciertos alimentos? La clave está precisamente en eso, en no rendirse.
"El
estado de salud depende de los hábitos de estilo de vida, como la
alimentación o la actividad física, y es en la infancia cuando es más
fácil adquirir y modificar los hábitos», afirma a EL MUNDO Luis Miguel Luengo Pérez, vocal del Comité Gestor del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición
(SEEN). De modo que "cuanto más tarde en el desarrollo, más difícil es
modificar los hábitos, por lo que desde la primera infancia deben estar
creados los hábitos y no esperar a la adolescencia, que será más
difícil", añade este experto.
Es importante conocer qué y cuánto
deben comer los niños según su edad y cómo ha de ser la introducción de
los alimentos según las distintas etapas. Teresa Cenarro Guerrero y Ana Martínez Rubio, pediatras de Atención Primaria y miembros del Grupo de Gastroenterología y Nutrición de la Asociación Española de Pediatria de Atención Primaria (AEPap) explican cómo es este proceso.
Los dos primeros años
"El
primer año de vida es un periodo de crecimiento máximo, se triplica el
peso al nacer y se crece una media de 25 centímetros", informan las
especialistas. Hasta los seis meses, el alimento que necesitan los bebés
de manera exclusiva es la leche materna. No necesitan nada más.
Después, a partir de los seis meses, la leche materna seguirá estando presente, pero ésta por sí sola no aportará todos los nutrientes, por lo que se deben ir introduciendo alimentos variados. Esta fase se llama alimentación complementaria, es decir, complementa a la leche materna, que seguirá siendo el alimento principal.
Durante
algunos años se ha retrasado la introducción de algunos alimentos para
prevenir alergias. Sin embargo, esta medida no ha demostrado su
eficacia. "Ahora se sabe que, a partir de los seis meses, existe un
periodo de tolerancia y, si los alimentos se ofrecen de manera precoz,
vamos a conseguir la tolerancia a los alimentos. Por eso, la tendencia
actual es introducir de una manera precoz y progresiva", señalan.
El orden de introducción de los alimentos no es rígido. Lo mejor es ofrecer lo que los padres estén comiendo,
siempre que sean alimentos blandos, bajo vigilancia, y no alimentos
duros con los que podrían atragantarse. "Aunque utilizamos de forma
transitoria y hasta que el niño esté más maduro los purés, es adecuado
introducir trocitos de alimentos que los niños puedan coger con sus
manos de manera precoz, mejorará la alimentación futura y supondrá un
fortalecimiento de los músculos masticatorios, lo que favorecerá la
masticación, dentición e incluso el lenguaje", aseguran.
En el
caso de los alimentos derivados de la leche de vaca, no se deben ofrecer
hasta los nueve o 10 meses. No por el riesgo de alergias sino por el
riesgo de ferropenia (disminución del hierro en el organismo), ya que
puede originarse de forma precoz. La mejor manera de introducir los alimentos, aconsejan estas expertas, es ofrecer al niño lo que haya en casa . "A los niños les llama mucho la atención lo que comen los de alrededor. Por ello, hay que dejarle que toque los alimentos, que los huela, se los lleve a la boca...".
Desde los 12 hasta los 24 meses, la alimentación debe ser una dieta completa y equilibrada con alimentos naturales y cocinados en casa. Tal como explican las pediatras, hay que insistir en verduras, frutas, legumbres, pescados, lácteos
y todo lo que se coma en el hogar, siempre y cuando se esté vigilando
el exceso de azúcares y grasas y, por supuesto, evitando los alimentos
que puedan producir atragantamiento.
A partir de los dos años
Una etapa clave es a partir de los 2/3 años. Desde este momento y hasta la preadolescencia, el crecimiento es más lento, por tanto, en proporción, se come menos cantidad
que en los dos años anteriores. "Esto hay que tenerlo en cuenta ya que
muchos padres se agobian pensando que sus hijos se vuelven malos
comedores, cuando es algo fisiológico. A esta edad, el crecimiento, en
ocasiones, va a picos, por lo que unas temporadas se come más que otras.
"No se crece porque se come, se come porque se crece" informan las pediatras.
De este modo, "el niño puede decidir cuánto comer pero no qué comer",
es decir, "la cantidad depende de la etapa en la que se encuentre el
niño y del metabolismo de cada uno", afirman. Los niños, a partir de los
2/3 años, ya pueden e incluso deben comer de todos los grupos de
alimentos, salvo los de pequeño tamaño y redondos como los frutos secos,
las aceitunas, los caramelos, algunas patatas o snacks redondos que
tienen gran riesgo de atragantamiento y los pescados azules grandes, por
la posible contaminación con metales pesados, en especial el mercurio.
Según
exponen las pediatras, son beneficiosas las verduras, las frutas, las
legumbres, el pescado, la leche, la carne, las pastas y el arroz,
evitando el exceso de azúcar. Por eso, hay que evitar los zumos de caja,
los batidos, los yogures líquidos y el exceso de grasas y sal. "Sin
precocinados y que todo sea lo más natural posible".
En estas edades, desde los dos/tres años y hasta los seis aproximadamente es cuando los pequeños comienzan a rechazar algunos alimentos.
Además, el sentido del gusto en estas edades puede ser muy variable: un
día se pueden comer alimentos que, al día siguiente, se rechazan.
No hay que olvidar que, a esta edad, hay una fase de oposición y reafirmación de la personalidad
y esto incluye también a los alimentos. "Muchas veces se rechaza un
alimento para reafirmarse en esa fase de oposición y llamar la
atención", explican las especialistas en pediatría. Pero no hay que
desistir, hay que volver a ofrecer los alimentos rechazados.
¿Cómo convencerles?
Hay que tener en cuenta un concepto llamado neofobia, esto es, personas que tienen dificultades para probar nuevos alimentos. Esto puede ocurrir a cualquier edad, pero es mucho más frecuente en los primeros años de vida.
Por ello, y según indican Cenarro y Martínez, los padres no deben
pensar que la primera vez que un niño diga que no quiere o no le gusta
cierto alimento quiere decir que sea para siempre. "Hay que insistir entre 8 y 15 veces... pero con otra presentación para que se vaya acostumbrando y ofrecerlo cuando ese alimento se coma en casa".
A
los niños le resultan más sabrosos los alimentos con más grasas: "La
grasa y la sal potencian y vehiculizan los sabores, por eso los niños
son tan aficionados a carnes empanadas, salchichas, nocillas y tan poco a
verduras o frutas, que son alimentos sanos sin grasas", explican.
Por
el mismo motivo, prefieren la carne al pescado. Por ello, es
imprescindible acostumbrar al paladar desde los primeros años a todos
estos sabores. Así, un truco para conseguirlo es presentar el plato de manera atractiva, por ejemplo, mezclar en un mismo plato carne y verdura e ir comiendo de manera alternativa.
"Si el niño rechaza un alimento es porque no está acostumbrado a él y nunca va a hacerlo si no somos firmes", afirma Jesús Ramírez Cabanillas, psicólogo educativo y autor del libro Cocinoterapia.
A modo de truco o consejo: "Hay alimentos que varían de textura al
comerlos en puré o enteros como son, por ejemplo, las judías verdes cuya
piel, si están enteras, es aterciopelada y eso puede ser motivo de
rechazo. Lo mejor que podemos hacer en los primeros intentos es dárselas
muy tiernas, o pelarlas un poco con el cuchillo", recomienda el
psicólogo.
Menú de campeones
Desayuno
Se entiende por un desayuno completo aquel que contenga alimentos de, al menos, tres grupos: lácteos, derivados de cereales y fruta.
Será un desayuno sólo aceptable si contiene dos grupos. Es importante
no repetir en el almuerzo del recreo los mismos nutrientes que en el
desayuno. Si se ha desayunado lácteo y cereal lo correcto es no volver a
tomarlos, mejor tomar fruta. Igualmente, la merienda, cuanto más sana y
tradicional, mejor. Por ejemplo, tomar un bocata (mejor con pan de
barra) de toda la vida con jamón, o con queso... O bien un vaso de leche
con una tostada o fruta, o frutos secos (si se puede por edad).
Comida y cena
Deben ser complementarias, y permitir así una dieta equilibrada entre ellas. Por ejemplo, si se ha tomado arroz en la comida, se deberá cenar ensalada o verdura.
En la comida, se deben incluir un primer plato con alimentos que
aporten hidratos de carbono de absorción lenta (legumbres, tubérculos,
pasta), un segundo con alimentos plásticos (carnes, pescados o huevos) y
alimentos reguladores (hortalizas o verduras) o bien combinar los
alimentos anteriores en un plato combinado. El postre debe ser o fruta o
lácteo. Para la cena, se debe tener en cuenta el resto de alimentos
ingeridos a lo largo del día y es clave tomar alimentos con hidratos de
carbono de absorción lenta para tener reservas suficientes para las
horas de ayuno nocturno.
Agua, zumos y leche
Muchas veces, por las prisas, se abusa de los alimentos líquidos como
ciertos yogures, batidos y zumos de caja. Algo que no se debe hacer ya
que su contenido en azúcares es muy alto y, además, al no masticar no se
pone en marcha el mecanismo de saciedad con lo que se induce a la
obesidad. Es importante que los niños beban agua, sobre todo, y que tomen también zumos naturales (aunque
siempre es mejor la fruta entera) y que beban leche que, aunque es
líquida, es un alimento y no debe considerarse como una bebida. Desde los dos años y hasta la adolescencia se necesita alrededor de medio litro de lácteos diarios.
Frutas y verduras
Las recomendaciones sanitarias indican que la cantidad de frutas, verduras y hortalizas que debe ingerir un niño son cinco raciones diarias. Pero esta cifra está muy lejos de la realidad. Por ejemplo, según algunos datos de un reciente estudio de LIDL, el 39% de los niños y adolescentes en España consume fruta fresca una vez al día y, en cuanto a verduras y hortalizas, el 31% de los niños y adolescentes las consume una vez al día.
EL MUNDO, Lunes 12 de septiembre de 2016
ILUSTRACIÓN: ULISES / EL MUNDO
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