Por Z. Marcos / M.A. Expósito | 11-05-2016
Si
tienen la fortuna de convivir con un niño pequeño, habrán observado
como, desde muy temprana edad, intentan ampliar infructuosamente la cara
de Doraemon (es un ejemplo) haciendo pinza con sus dedos sobre la
pantalla de la televisión. Es, para ellos, un gesto tan natural como
lanzar una pelota, garabatear en un papel o construir torres con piezas
de madera. Parece como si vinieran con ello incorporado. Así es como se
maneja una cuchara y así es como se interactúa con una pantalla. Gestos
como tocar un icono para abrir una aplicación, deslizar los dedos para
pasar imágenes o hacer scroll en una web son realizados por niños de
todo el mundo con soltura. Sin necesidad de muchas explicaciones. Se
trata de las primeras generaciones de seres humanos en nuestro Planeta
que viven inmersos en un mundo conectado y digital.
Marc Prensky,
escritor y educador estadounidense, bautizó a estos niños como “nativos
digitales” en un artículo publicado en 2001. Una ocurrencia que creció y
se popularizó hasta convertirse en un término usado de forma habitual
para referirse a las generaciones que han crecido rodeadas de
smartphones, ordenadores, tabletas y consolas de videojuegos. Prensky,
que comenzó su carrera como profesor en el neoyorquino barrio de Harlem,
ha impartido clases en todos los niveles, desde educación primaria
hasta la universidad. En la actualidad -gracias a sus numerosos
artículos y libros sobre el tema- está considerado un experto en la
influencia de las nuevas tecnologías en la enseñanza.
Aquel famoso
artículo comenzaba: “Me resulta sorprendente que en todo el alboroto y
el debate generado estos días acerca del declive de la educación en
Estados Unidos, estemos ignorando la más fundamental de sus causas.
Nuestros estudiantes han cambiado radicalmente. Los estudiantes de hoy
ya no son el tipo de personas para las que fue diseñado nuestro sistema
educativo”. El pensamiento de Prensky pivota alrededor de la idea
central de que los “inmigrantes digitales” -la mayoría de profesores-
deberían cambiar sus métodos y discursos para satisfacer la forma de
aprender y pensar de las nuevas generaciones que han crecido con la
presencia constante de Internet en sus vidas. Polemista apasionado,
Prensky no elude el debate y, a pesar de algunas críticas recibidas por
quienes defienden un modelo más tradicional, se considera un optimista
empedernido: “Veo lo que desean hacer los niños, lo que pueden hacer, lo
que serán capaces de hacer (…) Este podría ser un mundo muy, muy, muy
positivo”.
Texto: José L. Álvarez Cedena
LA VANGUARDIA, Jueves 1 de septiembre de 2016
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