CARLOTA FOMINAYA
Problemas para mantener la atención, movimiento
excesivo e impulsividad tanto cognitiva como motora... Hablar del TDAH es
referirnos a unos síntomas que a primera vista padecen muchos niños pequeños,
por lo que también es hablar de controversia.
El psicólogo Rafael Guerrero acaba de presentar
su libro «Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, entre la
patología y la normalidad», donde explica todo lo que hay que saber sobre
este asunto, que va camino de convertirse en el diagnóstico infantil
del siglo XXI.
—Niños inquietos,
que se mueven y se impacientan... ¿Dónde está, según usted, la delgada línea
roja entre la patología y el despiste?
—Bien. La delgada línea que separa la normalidad
de la patología es, en ocasiones, difícil de discernir. Como ya hemos
comentado, en el caso de los niños es normal que sean inquietos, intrépidos y
exploradores. De hecho, lo contrario sería anormal. ¿Cuándo es patología?
Cuando los síntomas que están viviendo el pequeño y la familia hacen que la
situación les afecte en los diferentes aspectos de su vida cotidiana (ámbito
familiar, escolar, afectivo, conductual y social).
—¿Cómo
describiría a un niño con TDAH y esas dificultades con las que se encuentra a
diario?
—Los niños con TDAH en general son niños que
viven en el presente continuo, en el aquí y el ahora. Tienen dificultades para
actuar en función de las consecuencias del pasado, y además tienen problemas
para planificar y anticipar el futuro. Estos pequeños suelen mantener una buena
concentración en tareas que les resultan gratificantes y excitantes, como por
ejemplo, los videojuegos, las películas y el deporte. En cambio, se descentran
muy fácilmente ante tareas rutinarias, aburridas y con poca emoción. Un
porcentaje elevado de los quehaceres que les resultan poco motivantes se
encuentran en el ámbito escolar.
—El TDAH lo
sufren hasta un 5% de la población infantil, según los datos a los que se hace
referencia desde las distintas asociaciones. ¿Podríamos hablar de un cierto
sobrediagnóstico?
—Así es, se está produciendo una evidente inflación
diagnóstica, así como una deficitaria e insuficiente evaluación por
parte de los adultos implicados. Muchos niños que no son capaces de
estar atentos en clase o son muy inquietos en casa son rápidamente etiquetados
como hiperactivos, sin haber realizado una evaluación ni haber tenido en cuenta
las causas que provocan esa falta de atención.
—Igual que se
habla del sobrediagnóstico, se habla del mal diagnóstico.
—Hay quien diagnostica bien y quien diagnostica
mal, en efecto. De hecho nos encontramos a compañeros que están diagnosticando
a niños a base de síntomas con evaluaciones de 10-15 minutos. Ni siquiera en
50. Eso es una barbaridad. En el otro lado tenemos a la madre desesperada, sin
herramientas, a la que hacen un cuestionario que acaba en medicación para al
niño. No se puede diagnosticar en función de lo que dicen unos padres que
evidentemente cuando se acercan a preguntar no saben ya ni qué hacer.
—Dado que no
existe una prueba objetiva que al administrarla permita comprobar si el niño
«da positivo» o «negativo », tipo un alcoholímetro... ¿Cuál diría usted que es
el mejor método para detectarlo?
—Mediante un exhaustivo juicio clínico. Lo que
debemos valorar para saber si el niño tiene TDAH es un conjunto de pruebas. Hay
que tener en cuenta los síntomas, pero también realizar una buena observación
en su hábitat, en entornos naturales, en el colegio (tutor/o profesores), con
sus compañeros de clase, en el ámbito familiar (padres, hermanos y otros
familiares significativos...) Junto a esto habrá que realizar una evaluación
neuropsicológica, de memoria, atención, flexibilidad cognitiva, funciones
ejecutivas... En función de eso hay que adecuar tratamiento farmacológico y
multidisciplinar personalizado. No vale el mismo corte de camisa para todos los
niños.
—¿Se hereda el
Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad?
—Unas tres cuartas partes del TDAH son genéticas.
Pero hoy en día también hablamos de epigenética. Es decir, de cómo influyen las
variables ambientales en la modulación de los genes. Para mi la epigenética es
como si hablásemos de los interruptores de la luz: nacemos con unos
interruptores, y en función de distintas variables, que pueden ir desde el
momento prenatal, al parto, al ambiente en el que crecemos... se puede activar
un interruptor u otro.
—¿El TDAH se cura
con la edad?
—Eso es un mito. El TDAH es crónico. Otra cosa
bien distinta es que los síntomas
de esta patología vayan cambiando en función de la edad de la persona que
la padece. Sabemos por los estudios longitudinales que a partir de la
adolescencia, los síntomas son más cognitivos y menos externalizantes o
hiperactivos, a diferencia de la etapa infantil y primaria. Pero con las
herramientas adecuadas y un entorno familiar bueno un afectado puede vivir una
vida lo más normalizada posible. Salvando mucho las distancias, todos conocimos
en su día el caso de John Nash, el protagonista de «Una mente maravillosa», que
con esquizofrenia pero con una mujer que siempre le apoyó y una medicación
adecuada logró ser Premio Nobel.
—La tan temida
medicación por algunos padres, ¿es siempre necesaria?
—No siempre. A mi juicio, la medicación tiene que
ser para niños con un TDAH severo. Cuando los padres presentan dudas, siempre,
siempre, creo que deben hablar con su médico, con el neurólogo, con el
psiquiatra... Una vez que los médicos han establecido qué psicofármaco es más
efectivo para el niño, este suele estar medicado por un largo periodo de
tiempo, por lo que la familia debe manejar cuanta más información mejor, para
poder tomar una decisión tan importante como esta. Los padres también deben
adecuar sus expectativas en relación con la medicación. Con esto quiero decir
que ni es mágica, ni soluciona el problema, sino que ayuda al niño siempre que
se pongan en marcha otras medidas en casa, en el colegio y en el proceso
psicoterapéutico. La medicación, y ahí sí que quiero hacer especial
hincapié, NUNCA debe sustituir las medidas pedagógicas y educativas.
Creo que en estos tratamientos a menudo nos olvidamos del aspecto
socioemocional, y estos chicos sufren mucho.
ABC, Lunes 26 de septiembre de 2016
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