EVA CARNERO CHAMÓN
Tan creativo es colocarle un palito a una bola de caramelo como
escribir una novela policíaca, diseñar un vestido de novia o hacer de
escultura urbana en el parque de El Retiro (Madrid). La creatividad is in the air,
en todas partes y en todos los seres humanos, aunque no todos la
desarrollamos del mismo modo, ni con la misma intensidad. Se trata de
una capacidad que Javier Sagarna,
escritor y director de la Escuela de Escritores, describe como "una
mirada fértil, capaz de ver la maravilla donde los demás solo ven
murria. Y esa excepcionalidad puede materializarse en una historia, un
poema, un cuadro o un cesto de mimbre".
A priori, uno tiende a relacionar la generación de ideas
originales con nuestro lado más artístico. Sin embargo, ¿alguien podría
negar la imaginación que, en ocasiones, hay que echarle para llegar a
fin de mes o para encontrar una tercera vía en la resolución un
conflicto diplomático? Auténticos malabarismos mentales que encuentran
en la creatividad su principal motor hacia una salida nueva, única y
original.
En este sentido, Roberto Bolullo, director general en La Conexión Creadora,
nos muestra la cara más pragmática de la imaginación, que describe como
"una solución nueva que aporta valor y que es el resultado de un
proceso cuyo origen puede estar en un problema, una necesidad o,
simplemente, un deseo". Está en mano de todos, según Bolullo. O mejor
dicho: "en el lado derecho del cerebro de todos".
Responsabilidad compartida
Así que, si cree que el pozo de su imaginación está más seco que la
mojama, no se fustigue excesivamente. La causa de su falta de
imaginación recae sobre la sociedad, "que penaliza la diferencia y
prefiere gente obediente a personas con una actitud innovadora".
Claro, que usted también es responsable. Esta atrofia creativa no es
gratuita, ya que si ha dejado de ser capaz de echarle imaginación a la
vida es porque lo que no se riega, se marchita. Y la creatividad no es
una excepción. El escritor ve en la televisión, los videojuegos, la
ideología castrante, el miedo, el pudor, los lugares comunes, el consumo
sin criterio, el no pensar, no sentir o los sentimientos precocinados,
algunos de los factores que, poco a poco, merman nuestra fantasía. "Hay
que tener cuidado -advierte- porque la creatividad es algo maravilloso,
pero frágil. Por eso, debemos protegerla del entorno poco propicio en el
que vivimos".
Un contexto que Bolullo identifica como "una sociedad excesivamente
orientada a resultados, logros y pragmatismo, y en el que la educación
recibida nos ha preparado para desarrollar nuestras habilidades como en
una fábrica donde somos una pieza más que debe encajar."
A soñar también se aprende
Sin embargo, ninguno de los dos expertos se doblega ante este
panorama adverso. De hecho, ambos creen que todas las personas
albergamos en nuestro interior la capacidad de ser creativos (sí, usted
también). Solo hay que "ejercitarla realizando actividades concretas,
saliendo de nuestra zona de confort para aprender a mirar el mundo como
si fuera nuevo", propone Sagarna. Y añade: "Este es uno de nuestros
principales objetivos cuando un alumno entra en la Escuela de
Escritores. Nos esforzamos para guiarle por el camino que le lleve a
encontrar su creatividad y le ayudamos a combinarla con el oficio que le
permita expresarla".
Con el mismo fin, rescatar la creatividad perdida, Bolullo prioriza
la puesta en marcha de lo que el experto llama "proceso de
desaprendizaje". "Debemos olvidar muchas de las creencias que tenemos
interiorizadas acerca de cómo funcionan las cosas y sobre cuál es la
respuesta lógica en cada temática. Solo así podremos repensar y ver las
cosas desde ópticas diferentes", asegura el experto, quien además
defiende que para cambiar esos comportamientos limitantes es necesario
adoptar nuevos hábitos. "Como ocurre en el ámbito de la actividad
física, la creatividad también requiere llevar una disciplina a la hora
de practicar unos ejercicios sencillos", afirma.
Según Bolullo, "hasta ahora lo que hemos hecho ha sido entrenar las
partes de nuestro cerebro que contribuían a cumplir con las exigencias
de la sociedad. Sin embargo, las cosas han cambiado y el mundo necesita
que ejercitemos otras zonas del cerebro y balanceemos ambas".
En este sentido, si buscamos soluciones originales a problemas
comunes, debemos "desengrasar" los resortes de la imaginación. Para
ello, podemos llevar a cabo numerosas técnicas, como por ejemplo las
propuestas por el experto: "Valorar un mínimo de tres opciones distintas
ante un mismo problema, consultar la opinión de al menos cinco personas
sobre una cuestión, escribir una historia a partir de una palabra
escogida al azar en un libro o crear un collage con fotos de revistas".
EL PAÍS, Lunes 28 de marzo de 2016
Comentarios
Publicar un comentario