LORENA GAMARRA
Además de formas tan conocidas como la ira, la envidia o el odio,
existen otras más sutiles que aunque cueste creerlo, también están
relacionadas con la infelicidad. La impaciencia es una de ellas.
Puede que pase desapercibida porque es una actitud muy frecuente en
algunas personas, que incluso la asocian como algo normal, pero puede llegar a convertirse en un problema.
"La
impaciencia es la actitud de anticiparse a las situaciones de una forma
acelerada, no otorgando a los acontecimientos la posibilidad de que se
realicen en su curso normal y natural". Así lo define el psicólogo
sanitario José Elías Fernández, presidente de la Asociación Española de
Hipnosis y pionero de las terapias que trabajan el humor, el optimismo y
la risoterapia. Según él, las personas impacientes son más irritables y tienden a ser más infelices al no conseguir sus logros de
la forma que tenían pensado. "Además, su nivel de frustración es mayor
de lo habitual, pues al exigir tanto al presente les es más difícil
conseguir niveles de satisfacción y felicidad", añade.
No existen
distintos grados de impaciencia como sucede con otros trastornos, pero
Elías sí distingue dos tipos de personas: "El impaciente ocasional, es
decir, que sólo reacciona de esta forma en algunos ámbitos de su vida o
ante una situación emocional concreta; y el habitual, que lo es
siempre". Es éste último el que está más expuesto a sufrir las consecuencias de no saber esperar, desde problemas de salud hasta dificultades con su entorno.
CONSECUENCIAS
La
tensión que sufre una persona con esta actitud puede provocar dolores
musculares y derivar en algo más grave como ansiedad, angustia,
depresión, estrés o trastornos psicosomáticos, según apunta el psicólogo
sanitario: "La impaciencia está relacionada con la frustración, la irritación y hasta la ira.
Genera estrés continuado, al no ejecutarse las situaciones en el tiempo
que ellos previamente han estipulado. Además, produce el postergar
tareas, porque no tienen paciencia para terminarlas, algo parecido al
perfeccionismo".
Por si fuera esto poco, nuestro bolsillo también
sufre las consecuencias de una actitud demasiado ansiosa, ya que puede
generar más endeudamiento, según Elías. "Incluso la revista Forbes dice
que la situación del mercado actual es consecuencia de la impaciencia y
la avaricia excesivas. Por no esperar, miles de personas se lanzaron a
adquirir propiedades más caras de lo que podían permitirse y pidieron
prestadas enormes cantidades de dinero que no podrían pagar en muchos
años, o quizás nunca", explica el psicólogo. Todo por el deseo irrefrenable de la inmediatez.
Son
muchas las instituciones que han estudiado este comportamiento, y sus
conclusiones son reveladoras. Según investigadores de la Universidad de
Cardiff: "Es más probable que las personas impacientes se vean
implicadas en incidentes nocturnos violentos provocados por la bebida",
en parte, debido a que son más propensos a consumir alcohol y a
comportarse con agresividad. La Asociación Médica Americana, por su
parte, asocia la impaciencia a un mayor riesgo de sufrir hipertensión y
obesidad.
A todo ello se suma un nuevo estudio llevado a cabo por
investigadores de la Universidad Nacional de Singapur, de la
Universidad de California en Berkeley y de la Universidad Estatal de
Pensilvania (EEUU). Sus conclusiones van más allá. Después de analizar a
un grupo de jóvenes, los resultados relacionaban la impaciencia con un
envejecimiento más acelerado. Así lo reflejaban sus telómeros, los
extremos de los cromosomas que se encuentran en el ADN. Éstos eran mucho
más cortos en las personas que mostraban una actitud menos paciente, lo
que indica una menor longevidad que las personas cuyos telómeros eran más largos. La clave, de nuevo, está en saber esperar.
La
sociedad es culpable de que la impaciencia crezca. "Desde pequeños,
generalmente, nos han acostumbrado a conseguir todo cuando nos apetece, y
cuando somos mayores, seguimos pensando igual. No hemos aprendido a
tolerar la frustración de no tener las cosas de forma caprichosa, ni a
asociar esfuerzo con resultado", justifica Elías. El psicólogo insiste
en que merece la pena aguardar: "El placer, en la
mayoría de los casos, está más en el camino que en el resultado". Así
que, tome nota de sus seis consejos y disfrute de la espera.
CONSEJOS PARA SER PACIENTE
1. RECONOCIMIENTO. Ser conscientes de que sufrimos impaciencia crónica es el primer paso para poder tratarla.
2. PONERSE METAS. Poco
a poco, proponernos atajar la impaciencia a través de actividades
alternativas. Cuando estamos en la sala de espera, por ejemplo, leer
algo que nos guste para no estar constantemente mirando el reloj. A base
de pequeños avances, lograremos ir mitigando nuestra irritabilidad.
3. RELAJARSE. Tensar y destensar los músculos nos ayudará en las situaciones más estresantes. Estírese y olvide el guión preestablecido.
4. VISUALIZACIÓN. Anticiparse
a las situaciones. Cuando estemos tranquilos en casa, nos sentaremos,
cerrando los ojos, respirando tres veces profundamente para vernos a
nosotros mismos en momentos de impaciencia. Desde esta perspectiva más
tranquila, buscaremos argumentos que nos sirvan para afrontar futuras
esperas sin negatividad.
5. SER CONSTANTE. Los
hábitos no son fáciles de cambiar porque los hemos automatizado. Para
mejorar deberemos ser perseverantes hasta lograr automatizar la
paciencia en nuestra vida diaria.
6. EJEMPLO PARA NIÑOS. Enseñar
a los más pequeños a descubrir los beneficios de lo que hacemos a medio
y largo plazo. Hay que alejarlos del premio inmediato. Esperar y tener
paciencia genera gran beneficio.
*Recomendaciones del psicólogo sanitario José Elías Fernández.
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