AMIRA DEL RAYO FLORES
B) Etapa fonológica. En ella el niño deja de procesar palabras completas e inicia la descomposición de las mismas en letras y además las vincula a sonidos. Esta etapa se caracteriza por pasar del grafema al fonema. En esta etapa surge lo que se llama “conciencia fonológica”, esto es, el niño se da cuenta de que los fonemas pueden recombinarse y dar origen a otras palabras.
C) Etapa ortográfica. En esta el niño comienza a poseer un amplio repertorio de unidades visuales de diversos tamaños. En esta etapa la velocidad de la lectura es independiente de la longitud de la palabra o de la complejidad de los grafemas. Esta etapa se caracteriza porque la lectura es más fluida y procesa en una sola imagen la cadena entera de letras.
A primera vista, leer es una de las hazañas más sorprendentes del
cerebro humano. Nuestra mirada se fija sobre una palabra y al mismo
tiempo nuestro cerebro a una velocidad increíble nos da acceso a su
significado y a su pronunciación. Sin embargo, este proceso, aunque
parece simple, para nada lo es. Leer requiere un nivel cognitivo muy
profundo, y al mismo tiempo es algo muy reciente en nuestra historia
evolutiva; hasta hace pocos miles de años las palabras solo entraban en
nuestro encéfalo a través de los oídos.
La
adquisición de la lectura es un paso muy importante en el desarrollo de
un niño, y muchos niños tienen que hacer grandes esfuerzos al comienzo
para aprender a leer. Incluso hay estudios que muestran que alrededor de
un adulto de cada 10 no logra dominar incluso los rudimentos de la
comprensión de textos. Son necesarios años de mucho trabajo antes de que
la maquinaria del cerebro, que es la base de la lectura, parecida a la
de un reloj, funcione de forma tan aceitada que nos olvidemos de que
existe; esto es, que se vuelva automática. ¿Por qué la lectura es tan
difícil de dominar? ¿Qué cambios profundos en el circuito cerebral
acompañan su adquisición?
Los avances que han hecho la psicología y las neurociencias a lo
largo de los últimos veinte años han comenzado a desenmarañar los
principios que subyacen a los circuitos cerebrales de la lectura. Hoy,
los modernos métodos de neuroimágenes (o imágenes cerebrales) revelan,
en apenas minutos, las áreas del cerebro que se activan cuando
desciframos palabras escritas. Los científicos pueden rastrear una
palabra escrita mientras avanza desde la retina a través de una cadena
de etapas de procesamiento.
El código de la lectura es complejo, pues las mismas letras pueden
representar sonidos diferentes en función de las letras que las rodean
(por ejemplo, cocina, la “c” suena diferente si hace sílaba con la “o” o
con la “i”) e interviene el orden, el contexto, los signos de
puntuación y muchas cosas más. Así, nuestro cerebro debe analizar la
representación fonológica de letras y las combinaciones de letras y
signos y tener una memoria almacenada de esas combinaciones y sus
sonidos correspondientes.
Cada uno de los componentes del sistema lector depende de zonas
cerebrales distintas, lo que significa que pueden adquirirse de forma
separada y también pueden dañarse de manera independiente. Esta
independencia entre los procesos se manifiesta de forma muy clara en los
pacientes que han sufrido una lesión cerebral, ya que dependiendo de la
zona dañada las consecuencias en la lectura serán diferentes. Hay
personas que tras un traumatismo o un tumor cerebral no consiguen leer
una palabra desconocida o una combinación de letras sin sentido, pero sí
leen las palabras de uso común.
En condiciones generales, cuando vemos un texto, se enciende primero
la corteza visual, ubicada en el lóbulo occipital. Luego hay que
identificar las letras encadenadas; para ello se activa una zona ubicada
en la frontera entre las corteza occipital e inferotemporal (área de
asociación) que es el área especializada en palabras escritas.
La información toma luego dos caminos:
- Hacia el lóbulo temporal superior izquierdo en donde se traducirán las palabras en sonidos y es especialmente activo en los primeros lectores, cuando vemos que van leyendo letra a letra o sílaba a sílaba.
- Hacia el lóbulo temporal medial izquierdo, en donde se decodificará el significado de un vocablo. Disecciona las palabras, las divide en los fonemas y sílabas que las componen y las asocia a sus sonidos específicos. Optimiza también el proceso de reconocimiento de las palabras, haciéndolo cada vez a mayor velocidad.
El área de Broca, además de encargarse del habla se halla también implicada en el análisis de oraciones complejas.
En consecuencia, los métodos de enseñanza de la lectoescritura
deberían tener en cuenta estas nuevas investigaciones de las
neurociencias. Por ello en el aprendizaje de la lectura debería dejarse
de utilizar el método holístico que enseña a través de palabras
completas y en su lugar usar fonemas (sonidos) y grafemas (letras), pues
este método es el que mejor guarda correlación con el modo que tiene el
cerebro de reconocer palabras escritas. El cerebro, para leer una
palabra la descompone en las letras que la integran, pero no de forma
secuencial, sino en paralelo y a gran velocidad, algo que crea en
nosotros la ilusión de que leemos la palabra en forma completa.
Debemos resaltar que influyen de manera importante las diferencias
entre lenguas: en el español y en el alemán hay una correspondencia muy
alta entre letra y sonido, mientras que en el inglés es mucho más
variado y una misma combinación se pronuncia de manera totalmente
diferente en diversas palabras, o en chino, donde no se pronuncian
fonemas sino morfemas (unidades de significado). Además, el chino es un
lenguaje tonal donde el mismo fonema pronunciado en tonos distintos
significa cosas diferentes.
Aunque se considera que leer es una habilidad que todo el mundo puede
tener, hay psicólogos que piensan que leer es quizá lo más difícil que
se enseña a los niños en el sistema educativo, por lo que no es de
extrañar que haya pequeños con dificultades en el proceso de adquisición
de la lectura.
En 1985 la psicóloga británica Uta Frith propuso un modelo de
adquisición de la lectura que se ha convertido en un referente clásico.
Este modelo considera tres etapas de aprendizaje, las cuales, cabe
aclarar, no se separan de manera estricta. El niño las atraviesa a lo
largo de meses o años; dichas etapas son:
B) Etapa fonológica. En ella el niño deja de procesar palabras completas e inicia la descomposición de las mismas en letras y además las vincula a sonidos. Esta etapa se caracteriza por pasar del grafema al fonema. En esta etapa surge lo que se llama “conciencia fonológica”, esto es, el niño se da cuenta de que los fonemas pueden recombinarse y dar origen a otras palabras.
C) Etapa ortográfica. En esta el niño comienza a poseer un amplio repertorio de unidades visuales de diversos tamaños. En esta etapa la velocidad de la lectura es independiente de la longitud de la palabra o de la complejidad de los grafemas. Esta etapa se caracteriza porque la lectura es más fluida y procesa en una sola imagen la cadena entera de letras.
No hay un consenso total, y una minoría de investigadores discuten
que exista una dislexia como una discapacidad de la lectura y piensan
que distintas personas tienen un nivel lector diferente dentro de un
amplio rango de normalidad, por lo que, según ellos, deberíamos ser más
prudentes a la hora de etiquetarlo como un problema o una discapacidad.
En este sentido, en personas con dislexia se han encontrado anomalías
en las conexiones entre las zonas temporales y las parietales,
especialmente en el lado izquierdo y también en el cuerpo calloso, el
gran haz de fibras mielinizadas que conecta ambos hemisferios. En
particular, la zona más caudal del cuerpo calloso que conecta con la
parte del sistema visual encargada de percibir movimientos y controlar
los movimientos del ojo, un factor clave para recorrer las líneas de un
texto.
La percepción de cómo la alfabetización cambia el cerebro está
transformando profundamente nuestra perspectiva de la educación y de las
dificultades del aprendizaje. Se espera un cambio gradual de los
métodos de enseñanza de la lectura hacia procedimientos más acordes con
los resultados de investigaciones científicas. Obviamente queda mucho
por hacer, y no solo porque no se incorporen todos los conocimientos
científicos a la práctica educativa, sino sobre todo porque se siguen
produciendo avances científicos que continuamente tendríamos que
incorporar para no agrandar la brecha entre la investigación y la
práctica.
En algunos países se están diseñando ya programas de intervención,
basados en los avances recientes sobre la plasticidad cerebral, que a la
larga permitirían encarar problemas como la dislexia, entre otros.
amrayo@yahoo.com.mx
SABERES Y CIENCIAS, 30/11/2014
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