CARLOS FRESNEDA
Érase una vez una escuela sin teléfonos móviles y sin tabletas, sin
ordenadores ni otras distracciones que puedan alterar la plácida
atmósfera de aprendizaje entre visillos. En la Acorn School de Londres, donde medio centenar de niños (y sus padres) han aceptado el reto de intentar vivir y crecer sin pantallas... Al
menos hasta los 12 años, porque, según esta teoría, así estudian más,
son más felices y no están sometidos a las presiones de la infancia
«infeliz».
Éranse en realidad dos escuelas -una al sur de Londres y otra en Gloucestershire - pioneras de la enseñanza no tech, en
la que los niños reciben clase de caligrafía, construyen sus propios
artilugios de madera en la carpintería o exploran la naturaleza.
A los 14, superada ya la edad crítica, montarán su propio ordenador con un kit de Raspberry Pi,
pero hasta entonces toca abstinencia electrónica. No sólo en el cole,
sino también en casa, incluso en vacaciones... «Desenchufar a los niños
es más fácil de lo que parece», asegura Deborah Hughes, madre de tres y profesora en escuela «convencional». A su hija de 10 años, Tippi, le costó poco más de una semana aceptar el «código ético» de la escuela Acorn, que incluye la prohibición del uso de smartphones e incluso de internet.
En la escuela es casi una leyenda el caso de Edward,
que a sus 14 años apenas ha tenido acceso a los ordenadores, pero que
lo sabe todo sobre ellos: «Aunque no los utilices, siempre puedes
aprender leyendo. Está muy bien aprender todo lo que hay detrás».
Algunos
niños, sobre todo los mayores, desearían tener un mayor acceso a la
tecnología. Hay padres que también son partidarios de una mayor
flexibilidad. Pero la directora de la escuela, Sarah Fanconi Thorne, insiste en la importancia del fundamento no tech
en la filosofía de la escuela: «Curiosamente, atraemos a bastantes
padres que trabajan en la industria de la tecnología. Lo llamamos el efecto Bill Gates».
La directora pone sobre la mesa el reciente informe de la línea de ayuda infantil ChildLine,
que ha detectado un alarmante aumento de problemas de autoestima y
acoso en los niños, acentuados por el abuso de la tecnología. Andrew Thorne,
cofundador de la Acorn School y trabajador social, asegura que «darle
un teléfono móvil a un niño de 10 años para combatir el aburrimiento y
para que tenga acceso al internet de los adultos no me parece una buena
manera de contribuir a su educación».
Thorne apela a espíritu de Voltaire
y asegura que son los padres quienes acuden a la escuela «sin
pantallas» ante la necesidad de un cambio de rumbo en la vida
familiar... «La semana pasada leía la historia de una niña que dormía
con su teléfono en la mesilla para intercambiar mensajes con sus amigos
de madrugada. Si no lo hacía, temía convertirse en alguien impopular.
¿Qué ventaja saca esa niña de la tecnología?»
EL MUNDO, Martes 8 de marzo de 2016
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