MARGARITA LÁZARO
El alivio del confinamiento por
el coronavirus no lo viven igual todos los
niños. El pasado domingo muchos padres vieron cómo sus pequeños se resistían a
abandonar sus seguras casas para pisar la calle donde vive ese bichito llamado
Covid-19 que los ha dejado sin clase, sin parque y sin amigos durante casi dos
meses.
Cristina
y Luis, padres de niños de ocho y seis años respectivamente, han vivido esta
historia en primera persona. “Tiene miedo al virus. Ahora no sé qué hacer. Le
intento convencer pero nada y tampoco lo quiero obligar de un día para otro”,
escribía Luis este martes en Twitter.
Hola @doctorgaona le acabo de
preguntar a mi hijo de 6 años si quiere salir a pasear un poco por la calle y
no quiere porque dice que tiene miedo al virus, ahora no se que hacer, le
intento convencer pero nada y tampoco le quiero obligar de un dia para otro,que
puedo hacer?
No
son casos excepcionales. “Lo más normal es que los niños tengan ganas de salir,
pero también pueden sentirse inseguros e incluso ofrecer resistencia”, explica
el psicólogo José Antonio Luengo, del Colegio de
Psicólogos de Madrid. “Es algo habitual en una situación de esta naturaleza”,
continúa el especialista, para el que este miedo infantil es en gran medida
reflejo del mostrado por los adultos. “El miedo se transfiere en la interacción
social. Si yo lo veo en la cara de mi padre, aunque no me lo esté diciendo, yo
también lo miedo”, añade.
“Les hemos transmitido esa sensación”,
continúa la especialista Carmen Pérez Saussol, de CIO Centro
Psicología. Según explica, el miedo es una emoción adaptativa, que sirve para
activar al individuo y que se aleje de manera natural de ese estímulo que le
produce miedo. En este caso el coronavirus, que estaría en la calle.
“Los propios padres han usado el argumento del
miedo para conseguir que los niños estuviesen en casa y entendiesen por qué
tenían que hacerlo”, explica Luengo, que asegura que ese mismo argumento ha
conseguido que los adultos cumplamos con el confinamiento y sigamos a rajatabla
las medidas de prevención contra el Covid-19. “Si hemos sido tan responsables
es por el temor a contraer la enfermedad o que la contrajese alguien cercano”,
añade
Demasiada exposición y demasiada información
La
información de la evolución de la pandemia, con el constante goteo de cifras de
contagios y fallecimientos, ha contenido a los adultos pero ha hecho crecer el
miedo en muchos menores. “Algunos han escuchado datos por encima de su
capacidad de razonamiento”, señala Pérez Saussol.
La
psicóloga apunta que los niños no deben recibir explicaciones por encima de esa
capacidad “porque no las entienden y eso les genera más miedo”. Esto ha podido
pasar porque los padres les han querido actualizar en exceso sobre el
coronavirus o bien porque los niños han visto demasiados informativos.
“Los
mensajes de duda e incertidumbre que se han ido lanzando en las últimas semanas
también alimentan el miedo”, aclara Luengo. “Aunque los niños no fuesen sus
destinatarios, no son tontos”, añade el psicólogo, que recuerda que el exceso
de información tampoco es bueno para los adultos. De ahí que recomiende, ver
las noticias “una o dos veces al día” y “siempre en medios fiables” para que
seamos capaces de controlar la situación y no ocurra al revés.
La edad como factor determinante
Los
casos de los hijos de Cristina y de Luis pueden resultar extraños para los
padres de esos otros niños de tres años que el domingo, el lunes, el martes…
salieron disparados y felices a la calle. Es totalmente normal.
“Los
niños de menos de cinco años no suelen manifestar este miedo. A esas edades la
última explicación que le da un padre es la válida y se olvidan de las
anteriores”, explica Luengo. “Si le dices que ya se puede salir porque el bicho
se está yendo y se lo repites varias veces, el mensaje cala”, añade Pérez
Saussol.
Para
esta especialista, el miedo nace a partir de los 6 años y se prolonga hasta la
preadolescencia. Si en esa etapa el menor no quiere salir es más pereza que
otra cosa.
“A
partir de los 11 se empieza a desarrollar la capacidad abstracta para
interpretar los mensajes”, añade Luego. Ahí es cuando empezamos a razonar y
gestionar mejor los miedos. “Por eso, en esos casos, si el niño no quiere
salir, suele ser más por un punto de gandulería. En esos casos sí hay que
actuar poniéndoles límites”, aclara Pérez Saussol.
Ni obligar ni comparar
Obligar
a un hijo a salir es lo último que debemos hacer si ese hijo muestra pavor. “En
general no hay que forzarlos. En una situación de miedo excesivo, obligar a un
niño es un error”, asegura Luengo, quien defiende que el miedo no se supera
“zambulléndose en el objeto que lo produce”.
“Lo primero es ver por qué el niño no quiere
salir”, recomienda la psicóloga familiar Amália Gordóvill, que insisten en que
no hay que obligarlo. “El miedo es una sensación ya de por sí desagradable y si
a esto se suma que el momento de salida es un momento de conflicto o
enfrentamiento familiar, se genera una doble negatividad”, añade la profesora
de la UOC, especialista en el Centre Grat de psicología.
Gordóvill
recomienda mirar el origen de ese miedo, que puede nacer de una tendencia
previa a la ansiedad, de una experiencia negativa como el contagio de alguien
cercano, de un exceso de información o del propio padre. En ese último caso, el
primero que tiene que atajar el miedo es el adulto. “Si él está mejor, el niño
también estará mejor”, explica.
“El
secreto está en dialogar, tratar de convencer al niño y generarle pequeños
retos”, continúa Luengo, que propone empezar negociando salidas
cortas. “No puede servir el ‘sales porque yo lo digo’. Es
contraproducente. El miedo que nace de lo más natural puede convertirse en
algo patológico si no se maneja bien”, advierte. Hay que evitar que esto pueda
desencadenar un mal mayor.
“Hay que ir ganando pequeñas batallas”,
recomienda. Para ello, apunta que debemos hablarles de qué vamos a hacer, cómo
vamos a ir, quiénes y qué medidas preventivas vamos a adoptar. En ningún caso
sirve la estrategia de comprar al niño con otros niños conocidos. “Es mejor
buscar ejemplos en televisión porque no hay una carga emocional. Si le dices
que Violeta ha sido valiente por haber salido a la calle, de alguna manera le
estás llamando cobarde”, señala.
El miedo se termina pasando
Lo
normal es que el miedo termine yéndose y la situación se termine por
normalizar, tranquiliza Pérez Saussol. “Es un mecanismo adaptativo. Lo que hay
que hacer es cambiar la forma de pensar”, apunto. A los niños les damos
pequeñas instrucciones y los adultos nos las damos a nosotros mismos.
Funcionan
las frases cortas. “Hay que explicarles que si llevamos guantes y seguimos las
recomendaciones es improbable que nos contagiemos”, apunta la especialista, que
incluso recomienda recrear situaciones antes de salir de casa. ¿Qué hacer si te
encuentras a alguien? ¿Cómo gestionar el regreso? ¿Que no debemos tocar?
“En
ningún caso tenemos que verlo como un niño raro porque eso nos va a impedir
ayudarlo”, señala Gordóvill. Disuadir y persuadir son las herramientas clave
para los padres. Si no funcionan y la situación se repite de manera continuada,
entonces sí hay que pedir ayuda a un especialista. .
HUFFINGTON POST, 29/04/2020
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