G.C.
Seguramente ya hayas escuchado que el
fin de la epidemia dependerá de cómo mantengamos las distancias, de cómo nos
lavemos las manos y hasta del tiempo que haga en las próximas semanas. Todos
esos factores jugarán un papel muy importante en la lucha contra la Covid-19, pero no son los únicos. Un nuevo estudio asegura
que la humedad en el interior de los edificios también tendrá una importancia
fundamental en todo esto.
Según la investigación realizada por
la Universidad de Yale, publicada en Annual Review of Virology,
la forma en que la primavera y el verano acaben por afectar a la pandemia
dependerá no solo de la efectividad de las medidas de distanciamiento social y
del clima exterior, sino también del clima interior de nuestros
edificios. Especialmente, lo más importante pasará por la humedad
relativa (la cantidad de agua en el aire en forma de vapor, comparándolo con la
cantidad máxima de agua que puede ser mantenida a una temperatura dada. Por
ejemplo, si la humedad es del 50% a 23ºC, esto implicaría que el aire contiene
50% del nivel máximo de vapor de agua que podría mantener a 23°C) que haya en
estos espacios.
Aunque aún quedan muchas dudas sobre
este coronavirus y la enfermedad que provoca, ya se sabe que el aire frío y
seco del invierno claramente ayuda a que el SARS-CoV-2, el virus que causa
Covid-19, se propague entre las personas.
Pero a medida que aumenta la humedad durante la primavera y el verano, el
riesgo de transmisión del virus a través de partículas en el aire disminuye
tanto en el exterior como en el interior de los edificios. Es importante
recordar que las partículas que llegan por el aire después de que un infectado
estornude o tosa son uno de los vectores principales de contagio.
Si bien el coronavirus aún se podrían
transmitir a través del contacto directo o a través de superficies
contaminadas, los investigadores sugieren que, además del distanciamiento
social y el lavado de manos, una moderación estacional de la humedad relativa podría ser una aliada en la disminución de las tasas de
transmisión viral. "Los ciudadanos del mundo desarrollado pasan el 90% de
sus vidas en espacios interiores muy cerca unos de otros", explica la
inmunobióloga y autora principal del estudio, Akiko Iwasaki. "De lo que
casi no se ha hablado todavía es de la relación de temperatura y humedad en el
aire interior y exterior y cómo afecta esto a la transmisión aérea del
virus".
Bondades (y puntos
flacos) de los humidificadores
Iwasaki, profesora del Departamento de
Inmunobiología y del Departamento de Biología Molecular, Celular y del
Desarrollo de Yale, asegura que la naturaleza estacional de las enfermedades
respiratorias se conoce desde los tiempos de los antiguos griegos, que ya
notaron que tales enfermedades aumentaban en invierno y caían durante la
primavera y el verano. La ciencia moderna ha podido identificar el aire frío y seco como un factor en la propagación de virus como
el nuevo coronavirus, y ahora el equipo de este experto explica por qué.
El aire frío y seco del invierno
convierte estos virus en una gran amenaza, según Iwasaki. Cuando el aire
exterior frío con poca humedad se calienta en el interior, la humedad relativa del aire cae a aproximadamente un 20%.
Este aire 'libre' de humedad proporciona un camino despejado para virus como el
SARS-Cov-2.
Por su parte, el aire cálido y seco
tampoco ayuda, ya que amortigua la capacidad de los
cilios, las proyecciones similares a pelos que recubren las
vías respiratorias y que son clave para expulsar las partículas virales. Y, por
último, la capacidad del sistema inmunitario para responder a los patógenos se
suprime en entornos más secos.
La investigación de estos expertos cita
experimentos que muestran que los roedores infectados con virus respiratorios
pueden transmitir fácilmente partículas virales a través del aire a vecinos no
infectados en entornos de baja humedad. "Es por eso que recomiendo humidificadores durante el invierno en los edificios",
recuerda Iwasaki. Su idea es que el humidificador artificial mejore la
situación interna y evitar una mayor propagación del virus, pero no basta con
conseguir un entorno más húmedo.
En áreas de alta humedad relativa, como
los trópicos, las gotitas infecciosas del virus que expulsa la persona
contaminada caen sobre superficies en el interior y pueden sobrevivir durante
periodos prolongados, por eso, según Iwasaki, la clave puede
estar en el término medio. "Muchas casas y edificios en zonas tropicales
están mal ventilados y las personas a menudo viven hacinadas, por lo que en
estos casos los beneficios de una mayor humedad desaparecen", dijo
Iwasaki. Es decir que conseguir una altísima humedad en casa tampoco es buena
idea.
¿La clave? Entre el
40% y el 60% de humedad
Ante el debate sobre si es mejor una
humedad muy alta o muy baja, la investigación ha descubierto un punto dulce en
la humedad relativa para ambientes interiores. Los
ratones en ambientes de entre el 40% y 60% de humedad relativa muestran
una capacidad sustancialmente menor de transmitir virus a ratones no infectados
que aquellos en ambientes de humedad relativa baja o alta. Además, los ratones
mantenidos al 50% de humedad relativa también pudieron eliminar más facilmente
un virus inhalado y generar respuestas inmunes robustas.
Eso sí, pese a estas buenas señales,
Iwasaki enfatiza que estos estudios solo se aplican a la transmisión por aerosoles (las gotitas que el infectado expulsa
al toser o estornudar), es decir, que el virus aún se puede
propagar en cualquier época del año y con cualquier humedad relativa con
relaciones muy cercanas y a través del contacto con superficies que contienen
cantidades suficientes de virus y que llegan a nuestra boca o nariz por las
manos.
Es por eso que todos aún somos
susceptibles a la infección, según estos expertos. "No importa si vives en
Singapur, India o el Ártico, aún debes lavarte las
manos y practicar el distanciamiento social".
EL CONFIDENCIAL, 01/04/2020
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