ANA I.MARTÍNEZ
«Ojalá». Esta fue la respuesta en forma de deseo que
el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dijo
cuando le preguntaron hace dos semanas si los españoles se podrán ir
de vacaciones este verano. La realidad
es que, aunque no hay de momento certeza alguna sobre lo que sucederá en julio
o agosto, toca asumir que el coronavirus ha trastocado
también los mejores planes familiares y de desconexión de cada
año. Algo histórico. Toca reinventarse y volver a hacer encajes de bolillos.
No están siendo meses fáciles para nadie. Las familias se enfrentan a ERTES, vacaciones ya consumidas porque
la empresa les ha obligado a gastarlas y otras suspendidas porque
les ha coincidido con la EBAU. Al mismo tiempo, padres y
madres siguen teletrabajando con los niños en casa, lidiando
con el estrés y pensando también en cómo conciliar si los niños
este verano se quedan sin campamentos o colonias. Las situaciones
son dispares en medio de una incertidumbre que mina la moral de cualquiera,
pues las vacaciones tienen beneficios indiscutibles.
«Disminuyen el estrés porque
se genera una desconexión de la presión laboral. También mejoran el estado de ánimo a nivel general porque
se retoman relaciones sociales y generan beneficios en el sueño», explica Rosa María Portero Ruiz, psicóloga sanitaria en Center Psicología. «En los
niños, las vacaciones permiten potenciar la creatividad y la imaginación porque
el cerebro está en un entorno diferente y piensan diferente, generándose nuevos
aprendizajes», continua.
Este verano, sin embargo, muchas familias se quedarán
sin estos beneficios. Según un estudio de Harvard, el distanciamiento social deberá extenderse hasta 2022.
El jefe de Epidemiología y Medicina Preventiva del Hospital Clínic de
Barcelona, Antoni Trilla, considera que «aún estamos lejos de volver a las piscinas y las playas«.
También hay voces algo más optimistas, como la del jefe de Enfermedades
Infecciosas del Hospital Germans Trias i Pujol, Bonaventura
Clotet, que cree que «podremos ir a la playa, pero
dependerá de a cuales. Quizá por turnos y que no esté llena y
toallas una al lado de la otra. Todo dependerá de los posibles rebrotes y de la
conciencia ciudadana». Al mismo tiempo, el Gobierno ya ha reconocido
que, incluso en la playa, habrá que seguir guardando la distancia de seguridad entre
unos y otros.
Cómo asumir la nueva situación
«Este verano será muy diferente»,
opina Rubén J. Pérez Redondo, profesor de Sociología del
Turismo y del Ocio de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), ya que «las medidas de distanciamiento social y de protección se van a
prolongar en el tiempo y abarcarán al verano porque ya está
próximo. Esto va a suponer que no va a haber ningún sitio en donde se concentren
grandes masas de gente. El verano es bullicio, movimiento, actividad, y este año va a ser todo menos excesivo, más contenido, con
movimientos más controlados y con una mayor autoconciencia de
cumplir el orden y las normas que garanticen nuestra seguridad».
Esta situación inédita, reseña el profesor, «nos va a
costar mucho» ya que «nuestro comportamiento mediterráneo lo tenemos muy
arraigado en nuestras conciencias». Para los españoles, «el verano
es bullicio, movimiento, actividad» y «nos va a costar mucho
acostumbrarnos a modificar nuestras pautas de conducta».
Por eso, urge afrontarlo de una manera diferente. «Es
necesario enfatizar que las mejores vacaciones no son
ir a la playa sino recuperar la normalidad», apunta Portero Ruiz. No
hay que olvidar que, de momento, las familias se encuentran en la
incertidumbre. «Hay que tener claro que esta situación es finita y volveremos a
la normalidad», continúa la psicóloga, que aconseja también «no centrar el foco de atención en lo que nos falta sino en
adaptarse a la situación porque las mejores vacaciones son que
podamos volvamos a la normalidad, que la situación mejore». Toca,
por tanto, pensar en que «este esfuerzo tendrá sus
recompensa y será tan o más importante como las vacaciones que
pudiéramos tener».
Adaptarse a la nueva situación no es fácil pero
tampoco imposible. Urge hacerlo si no
queremos llegar derrotados a finales de año. «Hay que poner el foco en las
cosas que podamos hacer realmente para fomentar capacidad de adaptación.
Es verdad que estamos viviendo una situación estresante pero, cambiando el foco, el impacto suele ser menor», insiste
la psicóloga. Lo mejor, de momento, es «vivir el día día, sin pensar en el
medio plazo».
Con respecto a los hijos,
los progenitores deben seguir la misma pauta. «No hay que decirles que este
verano no van a ir a la piscina, al campamentos, a la playa… Ellos también tienen que cambiar el foco y para ello necesitan que
los padres y madres les transmitan que se trata de una situación excepcional y
temporal para que también pueden ir adaptándose», explica la experta. También
es necesario «dejarles que pregunten para solucionar sus dudas e inquietudes».
Sí hay alternativas
El hecho de que este verano los menores no puedan ir a
la playa, ejemplifica Portero Ruiz, «no tiene por qué generar en
ellos un impacto negativo». «Por regla general se han adaptado a la
nueva situación a pesar de las dificultades. Por eso es muy importante mantener
una comunicación fluida con los hijos y explicarles las características de la
situación y que tenemos que cumplir con ciertas medidas, para que su percepción de cambio no sea tan grande», subraya. Toca
buscar alternativas y adaptarse.
El turismo de sol y playa es
realmente reciente. Tal y como explica el profesor Pérez Redondo, se consolidó en la década de los 60' del siglo XX debido
a «las mejoras en los transportes, el aumento de los salarios, el descenso en
las horas de trabajo, las vacaciones anuales retribuidas y un deseo de sol, mar
y diversión que fue programado y fomentado por las autoridades, junto a los
turoperadores extranjeros hacen del sol y playa la opción favorita». Es en esa
época cuando «a España empiezan a venir masas de turistas extranjeros a pasarlo
bien, con unas actitudes más liberales y modernas, de las que los españoles
sienten anhelo por imitarlas -continua-. En las primeras décadas del
turismo masivo era muy común ver familias enteras que se dirigían, en sus
vehículos particulares y cargados de comida y utensilios playeros, a la costa a
pasar el día. Y desde entonces ya tenemos bastante normalizado el ir unos días
a la playa».
Esta tendencia no ha cambiado. Muchas familias se
resisten a la idea de quedarse sin vacaciones por culpa del coronavirus. «Sin duda alguna vamos a querer salir. Lo estamos deseando»,
afirma el docente. «El viaje es, entre muchas otras cosas, evasión -explica-, y
ahora estamos en la situación contraria con este confinamiento. Por lo
tanto, estamos todos contando los días para que nos dejen salir y
poder romper con esta aburrida rutina que nos depara un tiempo tan prolongado
dentro del hogar. Somos mediterráneos y tenemos asumida la
cultura de la calle, de la invasión de los espacios públicos».
El problema es que «estas actividades veraniegas
implican la acumulación de personas en un lugar y el contacto»,
recuerda Pérez Redondo. «Por la crisis sanitaria que estamos viviendo, este
verano no va a ser como en años anteriores. Se irá a la playa, pero
no van a estar tan llenas como estamos acostumbrados a ver.
Y va a estar todo automatizado, con lo cual se va a perder cierto
atractivo relacionado con la libertad que tiene la playa», asegura.
No todo va a estar perdido. En opinión del
docente, las vacaciones de este verano se van a «diversificar».
«Ir al pueblo creo que va a ser una alternativa potente este verano»,
apunta Pérez Redondo. También los «viajes a lugares próximos, en
zonas de interior» porque «en estas circunstancias buscamos la
seguridad, y esta la encontramos en la proximidad por si surge algún
imprevisto, y en lugares donde estemos preservados del contacto masivo con la
gente».
Para el profesor de la URJC, «los alojamientos del tipo casa rural van a tener tirón este verano».
Y quizás sea una de las mejores opciones para las familias españolas. «Primero
porque está en zonas no masificadas, en entornos naturales que solemos asociar
a bienestar y salud, y segundo porque de alguna manera mantenemos un
semi-confinamiento, ya que aunque podemos disfrutar de los recursos que nos
ofrece el lugar, podemos resguardarnos en estos alojamientos con los nuestros,
sin tener demasiado contacto con los demás. Los alojamientos
con piscina, jardín o grandes espacios para un grupo determinado
al margen del resto pueden ser muy valorados este verano. Esta crisis puede ser una gran oportunidad para la España vaciada,
que puede ocuparse de turistas», apunta.
El turismo de sol y playa es muy importante para
España. Pero, por suerte, no es el único. Y las familias tienen
alternativas muy interesantes para este verano que quizás hasta
ahora no se hayan planteado. «También creo que este puede ser también el año de las 'staycations', es decir, hacer
turismo en tu ciudad y hacer alguna pequeña escapada a lugares
adyacentes, sobre todo en entornos rurales». Tocará cambiar las colchonetas,
los masificados bufés libres de los hoteles o la arena de la playa por «el
turismo gastronómico, el ecoturismo o el turismo de bienestar».
¿Podemos contagiarnos de coronavirus en el mar o dentro de la piscina?
A punto de finalizar
el mes de abril, las comunidades de vecinos que cuentan con
piscina tienen su apertura paralizada. A estas alturas, deberían
estar ya preparándola pero el coronavirus puede dejar este verano a las
familias sin esta oportunidad de ocio tan importante.
Los Administradores de Fincasestán a la espera de un protocolo de
actuación en piscinas comunitarias porque «consideran muy
necesario preservar todos los aspectos sanitarios en los edificios, para lo que
es necesario desarrollar protocolos de actuación para seguir conservando las
condiciones higiénicas necesarias y evitar cualquier tipo de contagio que pueda
hacer repuntar la pandemia», explican en un comunicado.
«Hay que tener
presente que existen miles de piscinas a lo largo de todo el país y es
necesario adelantarse y regular cómo hay que gestionar este servicio el próximo
verano de manera que, en todo el país, a pesar de las delegaciones de
competencias, se sigan las mismas normas y criterios sobre apertura,
condiciones y durante cuánto tiempo», opina Isabel Bajo, vicepresidenta del
Consejo General de Colegios de Administradores de Fincas de España (CGCAFE) y
presidenta del Colegio de Administradores de Fincas de Madrid (CAFMadrid). Los
que tengan una piscina privada, sin embargo, de ellos depende exclusivamente
disfrutar de ella. Y sin temor gracias al proceso de cloración,
habitual en las piscinas.
«El nuevo
coronavirus tiene una envoltura viral formada por una suerte de grasa y unas
espículas de proteína», explica Deborah García Bello,
química y divulgadora. «Se han hecho estudios científicos para evaluar qué
sustancias son capaces de destruir esta envoltura vírica por contacto, en
cuánto tiempo, y a partir de qué cantidades. Si la envoltura del virus se
destruye, el virus queda inactivado y no puede infectarnos», continua.
Esto es lo que sucede con el
hipoclorito sódico (propio de la lejía, de ahí que sea un limpiador clave) o el
peróxido de hidrógeno (presente en algunos limpiadores) «con oxígeno activo».
«Han demostrado ser muy eficaces contra el coronavirus. Ambos funcionan
fundamentalmente gracias a reacciones químicas de oxidación. Destruyen la grasa
del virus, las proteínas, e incluso el material genético que el virus alberga
en su interior».
Tal y como recuerda
la experta, «saber esto nos da mucha seguridad con respecto al agua, porque el
agua potable la tratamos con oxidantes. El más frecuente es el hipoclorito, lo
que conocemos como 'cloración del agua'». Precisamente,
este «es el avance químico que más vidas ha salvado en toda la historia»,
recuerda García Bello. Y por ello, los ciudadanos podemos beber con
tranquilidad el agua corriente que sale del grifo de casa.
«La cloración es el mismo proceso químico que usamos para mantener
limpia la piscina -continúa-. Con lo cual, las piscinas también estarán libres de coronavirus gracias
al tratamiento convencional. Ya sean saladas o de agua dulce. Lo importante es
que se traten debidamente».
Y es que el COVID-19
es un virus. «Al contrario que las bacterias, no son capaces de formar colonias.
No se reproducen, ni se alimentan. Es decir, no hacen nada. Por eso
no son estrictamente 'seres vivos'», explica. Por tanto, «no van a proliferar
en las piscinas ni en ninguna parte».
Lo que sucede con
los virus es que, «con el paso del tiempo, por cambios de temperatura, humedad,
y en contacto con el aire, se van desintegrando solos». Sí se sabe que «el
coronavirus puede llegar a mantenerse como máximo 9 días en algunas
superficies» pero «no hay medidas sobre cuánto tiempo persiste en el agua, ya
sea dulce o salada. Al menos sabemos que los tratamientos
por cloración del agua potable, o los tratamientos de higienización de
piscinas, sí inactivan al coronavirus en cuestión de minutos.
Son muy efectivos. Podemos estar tranquilos».
Los que puedan
disfrutar de la playa, que no se les ocurra hacer gárgaras con el
agua del mar o bebérsela porque cura y previene el COVID-19. «Se trata de un bulo», advierte García Bello. «El agua
de mar no es un tratamiento que prevenga o cure el coronavirus. Esto incluso ha
sido desmentido por las autoridades sanitarias, incluida la Organización
Mundial de la Salud. Ojalá fuese tan fácil, pero no es así», concluye.
ABC, Miércoles 29 de abril de 2020
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