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¿Vamos a poder ir a la playa en familia?

MARTA GARCÍA ALLER
La doctora Deborah Birx, coordinadora de Respuesta al Coronavirus de la Casa Blanca, contó en una rueda de prensa que su abuela Leah tenía 11 años durante la pandemia de gripe de 1918 que mató a decenas de millones de personas. La niña contrajo la gripe, pero su organismo pudo superarla sin problemas. Sin embargo, su madre se contagió y murió. “Leah nunca olvidó que ella era la niña que estaba en la escuela y que inocentemente trajo esa gripe a casa”, dijo Birx en su comparecencia para concienciar del distanciamiento social. “Mi abuela vivió con eso durante 88 años”.

Es una historia muy triste. Muy útil también. A menudo, una simple anécdota ayuda a transmitir más información que horas (y horas) de comparecencias e informes técnicos. Y recordarla puede ser útil para tener presentes las razones del durísimo confinamiento que llevamos desde hace cinco semanas. Porque más allá de lo que esté o no permitido en el futuro, pronto llegará otro debate que ya no dependerá del Gobierno. Lo que a la gente le apetezca, considere seguro y lo que esté socialmente aceptado, que no siempre coincidirá con lo legal. No sea que después de tanto tiempo deseando que se acabe este encierro se nos olvide que lo que hay que desear con más fuerza que termine no es el confinamiento sino el virus.
Ahora que sabemos que los niños probablemente podrán salir a partir de la próxima semana, va a ser más importante que nunca recordar por qué seguimos encerrados. El Gobierno no va a poder garantizar que los niños que salgan no se contagien, eso es mejor tenerlo claro, como no puede garantizar que no enfermemos los demás. Puede dar directrices (esperemos que claras y concisas), pero habrá que extremar las precauciones individuales en un entorno en el que va a ser complicado garantizarlas. Obligarnos a seguir confinados en casa, sobre todo a los más pequeños, tampoco está exento de riesgos, sobre todo psicológicos, así que salir un rato al día parece la mejor opción ahora que va quedando claro que esto va para largo.
En Dinamarca, por ejemplo, desde la semana pasada los niños ya pueden volver a la escuela. Pero miles de padres se han mostrado en contra de esta medida por considerar que todavía no es seguro. No es posible garantizar el distanciamiento social entre los pequeños y ese es un riesgo que las familias no deberían correr hasta que no haya más garantías. ¿Cómo se impide que un niño pequeño abrace a sus amiguitos en el reencuentro? Hay situaciones que no caben en ningún decreto ley.
La duda entonces ya no es cuándo podremos salir sino qué podremos hacer cuando salgamos y qué no. Nos estamos preguntando continuamente cuándo volverán a estar permitidas ciertas cosas, pero no si querremos o no hacerlas, por precaución, durante un tiempo. Claro que los niños quieren volver a los parques y los mayores a los bares, pero queremos volver a como era lo que recordamos. No sabemos cómo van a reaccionar los niños cuando descubran que no pueden acercarse a los columpios (aunque lo podemos imaginar) ni si nos apetecerá volver a bares en los que a lo mejor tienen que tomarnos la temperatura al entrar (como van a hacer en Italia ahora para acceder al metro), o si habrá que bajarse la mascarilla para darle un trago a la cerveza y mantener dos metros de distancia entre la gente junto a la barra. ¿Serán así los bares del futuro?
En China, una vez que se han vuelto a abrir los restaurantes en algunas zonas, muchos continúan prácticamente vacíos porque a la gente le da miedo que haya un rebrote de la enfermedad. En Seúl, sin embargo, los bares han vuelto a llenarse pese a las recomendaciones de distancia social. La gente percibe que la estrategia contra el coronavirus está funcionando, gracias en gran medida a los test masivos, y se siente segura para volver a las calles. Todo depende de cómo evolucione el riesgo, no el BOE.

Repensar el verano

Con los bares pasa lo mismo que con las playas, que hay que repensarlas. Ni en el mejor de los casos, en el que viajar a la costas por turismo sea posible este verano, cosa que en España de momento el Gobierno duda mucho que pueda suceder, aún no está claro lo que consideraremos unas vacaciones seguras. En el turístico sur de Europa, cada país está trazando su estrategia de desconfinamiento. Dependerá de cómo evolucione la curva de contagios, pero incluso en los países donde más controlado está el Covid-19, como en Portugal (30 muertos diarios frente a los más de 400 en Italia y España), también están estudiando severas restricciones para los meses de verano. Las nuevas normas que se plantea el Gobierno luso pueden incluir restricciones de movilidad y de aforo en las playas para evitar el hacinamiento y posibles rebrotes del virus.
En algunas ciudades costeras italianas, como en Salento, están trabajando en varias hipótesis, como dejar espacios de 10 metros en la arena de la playa entre sombrilla y sombrilla. Los paneles transparentes de plexiglás son también una opción que proponen algunos empresarios turísticos, pero eso es más fácil de aplicar en las playas italianas que en las españolas, porque allí gran parte de las playas ya están explotadas por establecimientos privados que regulan el aforo en la arena. En Romaña, están estudiando implantar la figura de una especie de vigilante de la distancia social que resulte tranquilizadora y garantice que se cumplen las nuevas normas. Pero son muchas las dudas de que sea posible garantizar la seguridad. ¿Podrá evitarse que niños de diferentes familias jueguen entre sí? ¿Habrá que llevar mascarillas en los chiringuitos? ¿Se podrá echar al que tosa o tenga fiebre? ¿Deberían entrar solo los que tengan inmunidad o sería discriminatorio?
Un hostelero me contaba hace unos días que lo que le preocupa, además de la incertidumbre de no saber cuándo podrá volver a abrir su establecimiento, es si cuando sea posible la gente volverá a frecuentarlo o tendrá miedo a meterse en sitios cerrados con desconocidos. ¿Volveremos a disfrutar del ocio fuera de casa en cuanto se levante la prohibición o lo consideraremos una actividad de riesgo no apta para familias? La fecha del desconfinamiento es solo una duda más y ni siquiera la más importante al preguntarse si habrá o no viajes a la costa este verano. Ni siquiera podemos estar seguros de qué va a pasar con las piscinas en las ciudades. Ni sabemos aún si vamos a poder ir o no a la playa en familia. Tampoco si vamos a considerar seguro hacerlo.
EL CONFIDENCIAL, Lunes 20 de abril de 2020

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