RAQUEL BONILLA
La aparición de un rebrote de coronavirus será casi
inevitable en unas tres semanas. Así de tajantes se muestran los expertos en
Epidemiología ante la pregunta de si las primeras medidas de la relajación del
confinamiento que ya comenzamos a ver ayer con la salida de los niños a la
calle y la inminente apertura del encierro para los más mayores tendrán
consecuencias directas en la evolución de la pandemia en nuestro país. «Estamos
dando unos primeros pasos de desescalada a ciegas, porque no conocemos el
nivel de infección real que tenemos, y eso puede resultar contraproducente y
peligroso a medio plazo», asegura Guillermo Martínez de Tejada, microbiólogo de
la Universidad de Navarra.
Esa misma idea también la comparte Álex Arenas, doctor
en Física de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, quien desarrolla
predicciones matemáticas de la evolución del Covid-19 y afirma que «nos
estamos precipitando en la toma de decisiones porque la probabilidad de que se
produzca un rebrote de la epidemia todavía es muy elevada. Diría que
resulta inevitable, ya que, al aumentar el parámetro de movilidad, todavía en
un momento tan delicado como el actual, la consecuencia directa será un
repunte. Habría bastado esperar un par de semanas más de confinamiento estricto
para tener un mayor margen de seguridad».
La explicación al pesimismo que muestran los expertos
consultados por LA RAZÓN es clara: la escasez de datos. «Echo en falta una
apuesta decidida por parte de las autoridades de la evaluación del estado de
infección y de inmunidad real de la población. Y esto pasa
inevitablemente por realizar test masivos y por haber tenido ya los primeros
datos del estudio de seroprevalencia que comienza hoy. Lo recomendable habría
sido esperar para tomar estas decisiones que ya se han anunciado en base a
disponer de esa información, pero por ahora carecemos de ella. Creo que en ese
sentido no se han hecho las cosas bien», advierte el microbiólogo Martínez de
Tejada. Y en eso también coincide Arenas, quien asegura que «los test masivos
no curan, pero a nivel epidemiológico resultan imprescindibles, ya que se
convierten en la herramienta más eficaz para lograr que las personas asintomáticas,
pero con la infección, sean diagnosticadas a tiempo y puedan pasar la
cuarentena aislados sin contagiar a otros. Solo así, evitando que esas personas
se muevan, sería factible aumentar la movilidad del resto».
Capacidad sanitaria al límite
A eso se suma, además, un factor adicional, ya que,
tal y como recuerda Arenas, «para iniciar estas primeras medidas de
apertura hay que tener en cuenta la capacidad sanitaria real, pues ese
es el colchón que tenemos para atender una posible segunda oleada. La situación
de nuestro sistema de salud todavía es crítica, con las UCIS por encima de la
capacidad deseable, y eso en este momento puede resultar peligroso. Dependerá
de cuánto esté liberado el sistema sanitario para saber cómo de grande o
pequeño puede ser el repunte porcentual del número de contagiados en las
próximas semanas. Eso será lo que marcará el límite, pero ahora mismo resulta
difícil de estimar», asegura. Y es que, según reconoce el físico, «hay que ser
conscientes de que, aunque la disponibilidad de camas se ha multiplicado por
tres en algunos lugares gracias a los hospitales de campaña, eso se ha hecho in
extremis y no resulta sostenible a largo plazo».
Lo cierto es que estas primeras medidas de relajación
no significan, en ningún caso, el inicio de la desescalada. «Las medidas que se
están tomando, en sí mismas, no son erróneas, pero sí puede serlo tomarlas
demasiado pronto. Me da miedo que esto pueda conllevar la relajación de
la población, porque entonces eso sí nos llevaría directos a un rebrote»,
confiesa Arenas.
En este sentido, apelando a la responsabilidad de los
ciudadanos, Jesús Sánchez Martos, catedrático de Educación para la Salud,
resulta tajante: «En salud pública lo más importante es prevenir, y eso no
significa prohibir por prohibir», asegura. De hecho, Sánchez Martos se muestra
más optimista y no coincide con la idea de que España tenga por qué verse
abocada a un rebrote de la infección, pues recuerda que «los niños llevan
saliendo a la calle ya semanas en países como Francia y Alemania y eso no tiene
por qué suponer ningún problema de salud pública siempre y cuando se sigan las
recomendaciones establecidas principalmente de distanciamiento social, además
del uso de mascarillas si fuera oportuno y de lavado de manos. Y de igual manera
el hecho de poder realizar deporte al aire libre o de que las personas mayores
puedan salir a pasear. Si se hace cumpliendo estrictamente las medidas
establecidas, no debería repercutir a largo plazo», asegura.
¿Cuándo será el repunte?
Sin embargo, el miedo al repunte del que advierten los
epidemiólogos no es una simple agorera amenaza, pues ese rebrote ya se ha dado
en algunos lugares del mundo, como por ejemplo en Singapur que, a pesar de
postularse como el país que mejor aplacó la epidemia en un primer momento,
ahora el incremento de contagios les ha obligado a dar marcha atrás y decretar
el confinamiento general más estricto. En nuestro caso, «eso lo veremos en
unas tres semanas y, si sucede, el único freno de mano que podremos echar será
el de regresar al confinamiento total, pero no nos lo podemos permitir. De
hecho, es el escenario que debemos evitar a toda costa», avisa Arena.
En cualquier caso, si llegara el temido repunte, los
expertos sí coinciden en que ahora estamos mejor preparados para hacer
frente a esa posible segunda oleada. «Tenemos dos ventajas a nuestro
favor. Por un lado, el hecho de tener un elevado número de contagiados en
España nos puede asegurar un mayor nivel de inmunidad en cierta parte de la
población. En el mejor de los casos esas personas ya estarían inmunizadas,
aunque no existe evidencia de eso. Pero lo que sí parece seguro es que, en caso
de que volvieran a contraer la enfermedad, ésta se desarrollaría con una
sintomatología menos grave. En segundo lugar, jugamos con la ventaja de que
cada vez existe más información del virus y de la manera de frenarlo», explica
Martínez de Tejada. Eso sí, no hay que caer en errores derivadas de las prisas
y del perverso triunfalismo pues, tal y como avisa el profesor de la
Universidad de Navarra, «sería precipitado cerrar ya hospitales de campaña como
por ejemplo el de Ifema».
LA RAZÓN, Lunes 27 de abril de 2020
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