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Por qué la desescalada será más lenta en España que en otros países


HÉCTOR G.BARNÉS
De igual manera que la mayoría de países se han utilizado mutuamente de modelo para preparar sus sistemas de confinamiento ante la amenaza del Covid-19, podría parecer que la desescalada seguirá un guion muy semejante en todos los lugares, aprendiendo de las lecciones que los conejillos de Indias iremos proporcionando. En realidad, ni las medidas seguidas por todos los países son tan parecidas ni muy probablemente lo será el proceso de descompresión. Las diferencias demográficas, culturales y políticas, así como la incidencia de la enfermedad, son tan sustanciales que condicionarán tanto las decisiones como el ritmo con que se apliquen.

Ya lo advertía el presidente Pedro Sánchez en la rueda de prensa del pasado sábado. El proceso ha de ser cuidadoso, “de forma paulatina y progresiva”, y cabe la posibilidad de que si los resultados no son los esperados, sea necesario dar marcha atrás. No hace falta ser un experto en comunicación política para entresacar de sus palabras un lento discurrir hacia la normalidad que allana el terreno de la opinión pública ante la posibilidad de tener que reinstaurar ciertas restricciones.
También, el signo de que muy probablemente España tendrá un desarrollo moroso, influido por ser uno de los primeros en llevarla a cabo. El sociólogo Luis Miller lo tiene claro, como él mismo explicaba en redes sociales. “Me sorprendió mucho el primer anuncio de un confinamiento tan estricto en comparación con otros países, ya que situaba al Gobierno en una situación en la que va a tener que hacer mucho más recorrido, y cada uno de los pasos va a generar rechazo”, explica a El Confidencial.
El ejemplo más claro es el de la posibilidad de dejar dar un paseo a los niños de hasta 12 años, que ha generado un debate largo y tenso entre actores políticos, en el que otros colectivos también han reivindicado lo suyo, y que no se habría dado si se hubiese permitido desde un primer momento, como ha ocurrido en otros países del entorno. “Si se hace así, no hay discusión, porque es de entrada lo que se ha hecho en otros lugares cercanos”, añade Miller. “Pero una vez que se pone en la situación más estricta, va a tener que negociar consigo mismo y con la opinión pública cada nuevo paso que dé”.

Miller explica este callejón sin salida de aceptación a partir del sesgo cognitivo del ‘statu quo’, que explica que solemos tomar la situación actual como referencia y que cualquier desviación es percibida como una pérdida. Por lo tanto, hay mucho más que perder que ganar, y al hacer un camino más largo, el ciudadano va a tener que enfrentarse a una situación de aversión al riesgo con más frecuencia, lo que demorará y entorpecerá el proceso. Pero hay otros factores a tener en cuenta.

Mejor menos pasos pero más amplios
El experto en ciencia del comportamiento considera que la decisión de dejar salir a los niños, sin que vaya acompañada por ninguna otra (como la de ejercitarse en la calle), es una mala idea que dilatará más el proceso y generará un peligroso malestar por comparación. “O se van introduciendo paquetes de medidas de forma conjunta o esto puede ser eterno”, explica. “Si ahora solo se hace la excepción de los niños, pasado mañana empezaremos con el debate del deporte y la obesidad, luego con la necesidad de airearse...”.
Un buen ejemplo son las resistencias que generó el retorno al trabajo de las actividades profesionales no esenciales el pasado 13 de abril, y que en realidad no era más que volver a la situación inicial tras un breve lapso de dos semanas. “Todo el que intentaba dar esa explicación, se veía sobrepasado por el discurso tremendista de que la gran catástrofe no ha terminado”, añade Miller. “Ese es el problema que tiene el Gobierno, que las medidas de desescalada entran en conflicto con la línea estricta que ha mantenido desde el principio para minimizar los daños todo lo posible y tener la máxima seguridad de que cuando salgamos lo hagamos en plenas condiciones de seguridad”.

Los psicólogos se preparan para una avalancha de fobias y trastornos
Es un problema de percepción social, puesto que el marco de seguridad que el Gobierno generó, positivo en un primer momento, al proporcionar una cierta tranquilidad entre la población, es el mismo que va a hacer que las relajaciones sean difíciles de entender. “Hay un gran porcentaje de la población que se ha creído a pies juntillas el discurso y que ahora no va a aceptar ninguna apertura, añade el sociólogo. Por eso, considera que lo mejor sería no dar pequeños pasos cada semana sino que sería preferible esperar un poco más y facilitar más medidas al mismo tiempo, lo que neutralizará las críticas de otros grupos.
De lo contrario, el problema es que el desescalamiento puede convertirse en una pelea entre grupos de presión por sus intereses. La solución, lo que los economistas denominan 'venta conjunta'. “Cuando tienes consumidores con preferencias muy distintas, lo más rentable es venderlo de forma conjunta”, explica. “El Gobierno tendría que hacer algo parecido, porque si no vamos a tener un debate de 'lobbies”. Es lo que ha ocurrido con los niños, una decisión tomada después de que medios de comunicación y fuerzas políticas creasen el ambiente de opinión necesario para hacerlo aceptable. “Una vez hemos pasado el momento más crítico, sería justificable no solamente poner una coma más con los niños, porque si no, nos vamos a meter en debates interminables”.
¿Y por edades?
Uno de los escenarios posibles que más inquietud levantan es el es una hipotética asimetría en los grupos de edad a los que se permita la salida a la calle, pero Miller considera que muy probablemente sería difícil de explicar. “El Gobierno optó desde el principio por un discurso de protección de los mayores que ha tenido una gran aceptación, por lo que ahora no veo viable que se planteara una medida de confinamiento de las personas por edades”.
Tampoco pasaportes serológicos, como se ha planteado en alguna ocasión. “Las decisiones que se toman al principio condicionan las que se toman más tarde, por lo que sería complicado presentar una medida que perjudicase a los mayores, habría que trabajar muchísimo la opinión pública”, añade el sociólogo. “Nos encontramos más bien en una situación de ir lentamente pero dando pasos definidos y bien pensados, confiando en que lo peor haya pasado”.

El aliento de la oposición en la nuca
Tres meses antes de que todo esto empezase, en diciembre, Miller publicó un artículo en ‘Piedras de papel’ en el que sostiene que España solo puede compararse a EEUU en cuanto a polarización afectiva —las evaluaciones que realizamos sobre los miembros de otros grupos (votantes y políticos) y sobre el nuestro propio—, algo que también se refleja en la presente crisis y que puede suponer “un gran problema”.
Por otra parte, el apoyo total del Gobierno en el comité de médicos a la hora de tomar decisiones también retrasará el proceso, porque, razonablemente, estos van a ser “más conservadores, ya que su función es la de proteger la salud”. Miller tiene, en ese sentido, un reproche que ya viene de lejos, y es que, a diferencia de otros países, la presencia de sociólogos, psicólogos o antropólogos en el desarrollo del plan de confinamiento ha sido prácticamente nula, mientras que en otros lugares, el Gobierno dispone de unidades de análisis del comportamiento que lo asesoran.

Estamos pidiendo cambiar por completo el comportamiento de la gente y no estamos viendo ninguna explicación de tipo social, cuando el mero hecho de recomendar ponerse una mascarilla implica un gran cambio de hábitos”, añade el sociólogo, que recuerda que el enfoque que ha imperado ha sido el médico y, como mucho, el económico. Muchos de los temas sociales solo han entrado en agenda a través de los medios de comunicación.
“Las ‘nudge unit’ fueron creadas por el Premio Nobel Richard Thaler, primero implantadas por David Cameron en Reino Unido y, más tarde, por Obama con Cass Sunstein, y ayudan a tomar decisiones al Gobierno en situaciones de este tipo, pero en España no existen”, concluye Miller. “Lo he echado en falta, porque ha sido muy curiosa la relevancia de las Fuerzas Armadas, de médicos, y no hemos visto ninguna explicación de cómo debemos transmitir la información, educar... Si vamos a pasar dos años cambiando el comportamiento de la población, tendremos que planteárnoslo”.
EL CONFIDENCIAL, Martes 21 de abril de 2020

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